Identidad

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Apoyé mi cabeza contra el ventanal mientras abrazaba mis piernas en el lujoso sillón de mis amigos.

—Te traje un chocolate caliente. —la voz de Marc me hizo reaccionar. Lo miré con una sonrisa y sostuve la taza con ambas manos.

—Gracias...

Se sentó conmigo en el sillón y acarició delicadamente mis piernas.

—¿Quieres hablar?

Tomé un sorbo de su dulce chocolate caliente lleno de espuma y suspiré.

—No sé muy bien sobre qué. —admití.

—Te decepcionó.

—Más que decepción... no lo sé. Me sentí muy confundida. No parecía él. —al decir esto mi celular comenzó a sonar. Cerré los ojos cansada.

—Te está llamando.

—Ya lo sé. —Tomé mi celular y colgué la llamada. Iban 7 veces antes de esa. Abrí la conversación de Whatsapp. —Emma. ¿Dónde estás? Viniste ¿cierto? Te espero afuera para que vayamos juntos. ¿Pasó algo? Estoy en la entrada. ¿Por qué no respondes?

—Debe estar preocupado. —Marc se levantó del sillón y me miró antes de irse—. Mándale un mensaje aunque sea para que se quede tranquilo. Y trata de dormir ¿si? Buenas noches.

Apenas Marc se fue mi celular comenzó a sonar de nuevo. Me tomé la cabeza y suspiré. Ya Emma. Dijiste que querías conocer a Jack real, no al boxeador. Tomé aire antes de contestar. ¿Emma? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

—Estoy bien. Estoy en la casa de mis amigos.

—¿Por qué no respondías?

—Perdón... —Oí un suspiro agotado de su parte. Había muchas cosas que hablar pero no tenía ganas de nada en ese momento. Me daba miedo tener esa discusión. Aquella que inventé en mi mente.

—Pensé que nos veríamos después de la pelea.

—¿Nosotros?

—¿No?

—No dijiste nada.

—Pensé que era obvio... —Guardamos silencio unos segundos. Aún no le decía felicidades por ganar la pelea. La más importante hasta ahora. Y seguía recordando la vez que ganó la de pesos crucero. Esa primera noche de lluvia en que todo comenzó. Ahora debía estar todo mejor, podíamos estar juntos, eso queríamos y extrañábamos, pero no dejaba de sentirme así. Esa mirada que tuvo hoy en la pelea volvía a aparecer en mi mente una y otra vez haciéndome dudar—. ¿No podemos vernos ahora? te paso a buscar.

Mi corazón se apretó con sus palabras. Quería estar con él, pero esa maldita pelea imaginaria se haría realidad.

—No creo que sea buena idea ahora... —respondí—. Estoy cansada, tú también debes estarlo. Hablemos mañana. —Mi corazón latía como loco. Cerré los ojos sintiendo la horrible culpa consumarme por completo.

—Está bien. Buenas noches.

Terminé la llamada con el corazón apretado. No debería sentirme así por verlo diferente en el ring. Eso no significa nada. Debería juzgarlo por cómo es conmigo, no cómo es como boxeador. Recordé la primera pelea que vi de él. Quedé impresionada con lo bello que podía llegar a ser aquel deporte tan agresivo. Sus palabras me hacían creer en eso. Pero lo de hoy fue muy distinto. Me dio miedo verlo así. ¿Y por qué le diría eso a su padre? Eres una mierda. Él no es de tratar mal a nadie, menos a su padre, su entrenador. ¿Cómo pudo despedirlo?

Me quede largos minutos pensando demasiado hasta que mi cabeza comenzó a doler. Ethan apareció por el pasillo adormilado y se detuvo frente a mí.

—Emma son las 3 de la mañana. Anda a dormir. —se quejó. No podía creer que habían pasado tantas horas.

—¿Y Marc?

—Está durmiendo conmigo. Tu ve a su cama.

Me levanté y choqué mi hombro con el suyo juguetona.

—Ya se arreglaron... —solté irónica.

—Cállate.

Me dejé caer en la cama de Marc como un saco de papas. Me dormí enseguida y desperté al otro día con el sol del mediodía sobre mi cara. Tenía un mensaje de Jack. Y supe que debía lidiar con todo lo que nos correspondía. Me duché, perfumé y vestí con la mejor ropa que traje antes de salir. Tras un empujón en la espalda de mis amigos (literal) caminé con la cabeza en alto hasta la entrada del departamento. Pero apenas lo vi esperándome afuera de su auto me carcomió el miedo. Ya no entendía muy bien a qué, pero sí. Sonrió ligeramente al verme. Estaba de jeans y camisa, luciéndolos perfectamente. Lo vi rascarse su nuca nervioso mientras crucé la calle. Me detuve frente a él y balancee mis pies avergonzada.

—Felicidades, por ganar la pelea. —solté por fin. Al decir esto su gesto se ablandó enseguida. Se convirtió en puras sonrisitas. Avanzó un paso, esperando quizá algún abrazo de mi parte. Pero mantuve mis manos cruzadas detrás de mi espalda. Y como me demoré mucho en reaccionar, todo se volvió raro. Volvió a rascar su nuca y señaló al auto.

—¿Vamos? —preguntó. Asentí y rápidamente me subí al asiento del copiloto. Después de minutos de un largo e incómodo silencio llegamos a una calle llena de luces junto al mar. Teníamos una vista hermosa del puente de la bahía. Era la primera vez que lo veía en persona. El atardecer comenzaba a mostrarse, y nos rodeaba todo tipo de gente y parejas que irradiaban felicidad en sus rostros. —¡Jack Callen! exclamaron de repente. Detuvieron a Jack antes de que pudiera llegar a la orilla conmigo. Se tomó unas fotos con un grupo de gente y luego llegaron otros más a rodearlo. 

—Perdón. —dijo al llegar a mi lado. Yo negué con la cabeza.

—Está bien. Yo igual me tomé una foto contigo ¿Lo recuerdas? —los dos nos reímos al recordar eso.

—Incluso Maya aparece.

Sonreí nostálgica. Era un lugar hermoso. Tan moderno y enorme todo, que hacía parecer muy pequeño a nuestro amado Riverlight. Y eso que para mi, ya era lo suficientemente grande.

Junto con el sol iban desapareciendo las personas a nuestro alrededor. Jack se movió inquieto, y supe enseguida que estaba por decirme algo.

—Emma. —me miró preocupado. De repente me sentí tranquila. Ya no tenía miedo de hablarle. Viéndolo aquí entiendo que sigue siendo el mismo—. ¿Pasó algo ayer? Te noté extraña.

Tuve que soltar aire antes de responder.

—Ayer...

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora