¡Deja a mi pobre corazoncito en paz!

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¿Lo siento? ¿Lo siento y no Te amo? ¿Por qué? ¿Por qué lo siente? me sentí confundida y desesperada. Justo cuando pensé que se acostaría a mi lado en la cama se fue por el pasillo y cerró la puerta. ¿Ahora a dónde va? tenía miedo. Tenía miedo de que se alejará de mí otra vez. Pensé en ello varias veces. En que si esto no funcionaba siempre podía volver a mi vida antigua y seguir adelante. Así como lo hice cuando se fue. Así de fuerte, porque ya lo viví. Ya no era la misma niña de antes. Me conozco más. Tengo más confianza. Eso pensé, pero unas simples palabras en secreto despertaron toda mi ansiedad. Quise levantarme y correr. Buscarlo y gritar: ¡QUÉ MIERDA SIGNIFICA ESO! ¿ACASO TE IRÁS? ¿ME DEJARÁS SOLA DE NUEVO?

Pero en vez de hacerlo me quedé ahí. Sin mover ni un solo músculo. Sin intentar pronunciar su nombre. Luego de pensar las peores opciones de lo que ese "lo siento" podría significar, terminé agotada. Posiblemente no era nada. Lo más probable que todas esas inseguridades están solo en mi cabeza. Pero me dio miedo darme cuenta. El poder que tiene ese hombre sobre mí.


Al día siguiente sentí un alivio inmenso al verlo dormir a mi lado. Una pequeña parte de mi temió que no estaría allí cuando yo abra los ojos. Deslicé mi mano por su pecho pegándome a su cuerpo. Se despertó apenas, tomó mi mano con la suya y la sostuvo con fuerzas. Sin decir nada, me quedé allí largos minutos con el corazón en la garganta.

Abrí los ojos con pereza y lo primero que vi fue el rostro de Jack frente al mío. Entonces me sentí confundida. Me moví por la cama en busca de mi celular para ver la hora, al no encontrarlo me apoyé nuevamente sobre el tríceps de Jack.

—Buenos días. —habló con voz suave.

—¿Qué hora es...? —pregunté, restregando mis ojos con mis manos.

—Casi las doce. —me levanté asustada al oír eso.

—¡¿Y tú entrenamiento?! —pregunté histérica.

—Emma, hoy es sábado.

Volví a caer a la cama y estiré mis brazos por sobre él. Jack le dio unos golpecitos a mi panza como si fuese un bebé. (Solo una mano suya podía cubrir toda mi cintura) me miraba con una permanente sonrisa tranquila. Y yo con solo verlo, me llenaba de mil preguntas e ideas raras que había inventado en mi cabeza. Preferí cerrar los ojos. No quería seguir creando problemas imaginarios con solo ver su bello rostro. Él acarició mi cabello con su otra mano mientras yo continuaba con mi cabeza apoyada en su brazo. ¿Cómo no le duele?

—Tienes sueño hoy... —concluyó sosegado.

—Demasiado.

—Está bien. Yo iré a sacar a Maya. —rodé hasta pegar mi rostro a su pecho y abrazarlo.

—Gracias... —dije con mi voz aplastada en su camiseta. Besó mi cabeza y se levantó despacio.

—Ah Emma. Alex nos invitó a un restaurant. Hoy en la noche. —abrí mis ojos asustada al escucharlo.

—¡¿Hoy?! —pregunté, media levantada.

—Hoy a las 8. —Me quedé anonadada viendo su cuerpo mientras se cambiaba de camisa. Me miró con una sonrisa mientras la abotonaba—. ¿No quieres ir?

—¡Si, si! —sacudí mi cabeza y pasé mis manos por mi rostro. Mierda Emma, cálmate ya. Salí de la cama y oculté mi rostro (posiblemente rojo) dentro del armario—. ¿Hay que ir formal?

—Eso creo.

Me quedé buscando vestidos y hablando en voz baja. Este no. Este tampoco. Sentí un olor rico que me hizo levantar la cabeza. Jack tenía apoyado el antebrazo en la puerta del closet por encima mío. Su rostro quedó a solo milímetros de mi nariz. Sonrió con confianza, haciendo mi corazón latir como en una maratón. No sé si su intención era intimidarme, pero de ser así, lo había logrado por completo.

—¿Qué pasa? —preguntó sonriente. Vi el hueso de su mandíbula apretarse y tragué saliva.

—N-nada...

TODO.

Me pasa de todo contigo Jackson Callen. Anoche me tenías muerta de miedo e inseguridades, pensando en que me dejarías, ¿y ahora me seduces así? Me moría de ganas de quitarle esa camisa costosa que acababa de ponerse y empujarlo a la cama.

—Ya que te levantaste, ¿Irás tú a sacar a pasear a Maya? —preguntó con una sonrisita. Me encogí de hombros. Estúpido y sensual Jack. Rodé los ojos.

—Bien... iré yo. —suspiré haciéndolo reír. Me besó en los labios y tocó la punta de mi nariz con su dedo.

—Solo bromeaba. Yo voy. Tu sigue durmiendo. —me quede admirando sus ojos cafés antes de que se fuera por la puerta. QUE HOMBRE DIOSITO, QUE HOMBRE. 

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora