La última promesa

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Me siguió sin decir nada. Bajamos el ascensor en silencio, vi mi reflejo en el espejo y sonreí con nostalgia. Su camiseta que me quedaba como vestido. Observé su espalda mientras caminaba detrás de él. Mi celular sonó con una llamada de Marc. —¿Emma? ¿Dónde estás?

—Los espero en la salida. —respondí. Y corté enseguida. Ryan se detuvo en la esquina y volteó a verme con las manos en los bolsillos.

—Ahí está la entrada. —afirmó.

—Gracias... —caminé unos pasos y me detuve frente a él. Mañana en la noche me iría a Riverlight. No lo vería más. Ahora sí es real. Miré sus ojos tristes y solté aire con dificultad—. Por todo.

—¿Te despides para siempre? —preguntó, con una sonrisa a medias. Me encogí de hombros.

—Mañana vuelvo a Riverlight.

—Voy contigo.

—Si claro, y te quedas conmigo y con mi mamá. —ironicé. Él rodó los ojos.

—Siempre quise conocer tu ciudad.

Solté una risita. El sonrió de nuevo, y eso alivió un poco la carga de mi pecho.

—Supongo que es tu última broma. —dije, ladeando la cabeza. Él se acercó un paso más, para quedar frente a mí. Me quitó mi celular que sostenía en mi mano derecha y escribió en el teclado. Me lo extendió con un nuevo número en los contactos.

—Si piensas en mí, llámame. Iré a buscarte a cualquier rincón del mundo. —Miré su gesto serio y tragué saliva con dificultad—. Es una promesa.

Negué con la cabeza y sonreí. Mis ojos ardieron. Él sonrió, como siempre, y como nunca lo había visto.

—Adiós, Ryan.

Me escapé de allí antes de que me viera llorar. Me detuve a metros de la entrada de la discoteca y escribí un nombre para guardar su número:

Pelota de tenis

Ni me preguntaron por qué estaba llorando. Supongo que lo dedujeron enseguida. Marc me abrazó con fuerzas. Ethan le dio unos golpecitos a mi cabeza. Y así esperaron unos minutos a que me calmara antes de ir al auto.

Me quedé con mi cabeza pegada a la ventana hasta que llegamos al departamento. Nos sentamos en la sala junto con Marc. Ethan se quedó de brazos cruzados. Parecía enojado, aunque no entendí muy bien por qué.

—No tienes por qué mirarme así. —le dije a Marc, con una sonrisa a medias.

—¿Nos vas a contar?

Asentí y me acomodé en el sillón. Maya se subió conmigo y apoyó su cabeza en mis piernas.

—Aunque no hay mucho que contar, en realidad.

—¿Y esa camiseta? —preguntó Ethan molesto. Levanté las cejas confundida.

—Es de Ryan. —sus ojos se elevaron hacia el techo—. No es lo que creen. Unos hombres me estaban molestando afuera de la disco. Ryan llegó a ayudarme, y ellos nos lanzaron sus vasos de alcohol encima como venganza. Fuimos a su departamento que quedaba cerca y me prestó esta camiseta. Eso fue todo.

—¿Y por qué llorabas?

Marc me miró preocupado. Sonreí al recordarlo. Es una buena pregunta, ¿Por qué soy yo la que llora? tal vez porque él no lo hace.

—Mañana me voy, por eso.

—No quiero que te vayas así. —intervino Ethan. Bajó sus brazos y se acercó para quedar frente a mí—. Mira cómo estás Emma. Pareces una adolescente con serios problemas psicológicos.

EMMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora