Maya

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Me detuve antes de llegar a la casa. Me agaché junto con Maya y acaricié su cabeza.

—¿Qué voy a hacer con Maya? —suspiré. Jack se puso a mi lado y tomó su patita.

—Lo que creas que es mejor. No sé cuánto tiempo estaremos en Alemania. Pero si prefieres llevarla, no hay problema.

—¿De verdad?

—Claro. Yo feliz de tenerla con nosotros. —tomó el cabello largo de la cabeza de Maya y la zamarreó de un lado a otro juguetón—. Además, no quiero separarlas.

Maya nos miró jadeando y sonreí. Tiene razón. Me regalaron a Maya cuando mis padres se divorciaron. Fue mi única compañía desde entonces. Siempre estuvimos juntas, y no podría dejarla ahora sola con mi mamá. Es mi perra después de todo.

Me despedí de Jack en la entrada, y al entrar noté que mi mamá estaba encerrada en su pieza, así que yo caminé directo a la mía. Sentí que he sido una mala agradecida. Ella trabaja mucho por mi, aún cuando hubieron malentendidos, y nos distanciamos un poco, no quiero dejarla con la sensación de que ha sido una la mala madre. Me voy ahora porque la situación se volvió así. Porque quiero continuar al lado de Jack y ver qué saldrá de todo esto. No porque quiera huir de mi vida actual.

Me quedé mirando mi celular cuando tocaron la puerta. Enseguida me levanté.

—Pasa. —dije, y por el umbral entró mi mamá con sus ojos hinchados como si hubiese llorado mucho. Caminó lento e insegura hasta sentarse a mi lado en la cama. Nos quedamos unos segundos en silencio mirando hacia la ventana cuando habló:

—Emma, a decir verdad presentí hace tiempo que te irías lejos. —al decir esto tomó mi mano y sonrió—. Siempre fuiste tan independiente. Tan madura. Incluso cuando eras chica y tus amigos peleaban tu solucionabas todo para calmarlos. Sé que lo de tu padre te afectó—. Tragué saliva y abrí grandes los ojos para aguantarme las lagrimas—. Eran muy unidos. Y todo lo que pasó, los tribunales y todos esos problemas de adultos para un niña de 15, no fueron fáciles. Nunca quise que las cosas que complicaran tanto. Y pensé que alejarlo de nuestras vidas sería lo mejor para ti. Pero aún así te encontraste con él el año pasado y manejaste todo tan bien.

—¿Lo sabías? —pregunté sorprendida.

—¿Pensaste que no me daría cuenta? tu rostro cambia cuando se trata de él. Y tu sola aprendiste a perdonarlo y seguir con tu vida. Encontraste buenos amigos en esta ciudad, aunque sé que fue difícil. Pasaste por cosas duras, y conociste a esa persona especial de la cual te enamoraste... eso es algo maravilloso. —limpié las lagrimas que salieron rápidamente y sonreí. Mi mamá también tenía sus ojos vidriosos—. ¿Tanto te gusta? —asentí varias veces con la cabeza. Ella acarició mi brazo—. Nunca es fácil eh. No pienses que la tienes más difícil porque él es un deportista famoso, porque nunca es fácil el amor. Ahora entiendo que debes irte y seguir con él. Y yo sabía, que tarde o temprano te irías a encontrar eso que te gusta. Que lo de la universidad lo hacías por mi. Para dejarme tranquila. Pero no era realmente lo que querías.

—Perdón mamá. Perdón... —suspiré. Ella negó con la cabeza.

—Está bien mi princesa. Debes seguir a tu corazón, sino no encontrarás la felicidad. No seas como yo. Aplicada y centrada toda la vida, ¿Para qué? Para satisfacer a los demás, y a fin de cuentas te quedas sola. Y sin haber encontrado aquello que te mueva. Que te haga sentir vivo. Y no me malinterpretes, yo te tuve muy chica, pero entendí enseguida que tu serías eso que movería mi vida. Y no me arrepiento de nada. —La abracé con fuerzas mientras ella acarició mi cabello—. Y ahora me buscaré un novio también, ¿un Sugar Dad? ¿Así se llaman? —me reí en su hombro.

—¡Sugar Daddy!

—Eso mismo. —Nos separamos y limpió las lágrimas que quedaban en mis mejillas—. Quiero que seas feliz Emma. Y sin importar lo que pase, siempre puedes volver. Esta es tu casa. —asentí y la volví a abrazar.

—Gracias Mama. Gracias...


Bajé las escaleras y abrí la puerta. Maya salió corriendo hacia la reja, moviendo su cola emocionada.

—Buenos días.

—Buenos días. —imité su voz gruesa y él sonrió. Al abrir el portón me rodeó con sus brazos y me llenó de besos en los labios la frente y la nariz. Maya nos saltaba a los dos.

—¡Maya, Maya! —la tomó en brazos y la cargó hasta dentro—. ¿Estás emocionada? —le preguntó agudizando su voz.

—Ahora sí. Ayer estuvo toda la tarde enfadada porque la llevé a ponerse sus vacunas.

—Aww. Pobrecita.

Apareció mi mamá en la puerta y enseguida Jack dejó a Maya en el piso y arregló su camisa.

—Señora Jones. —la saludó con su voz de macho pecho peludo que hace unos segundos estaba modo puppy y yo me reí detrás.

—Joven Callen. —mi mamá lo abrazó sorpreniendolo. Le dio golpecitos en la espalda y susurró—: Le haces algo a mi Emma y yo misma recorro el mundo hasta encontrarte y darte tu merecido, ¿Me oyes?

—Sí señora Jones.

Jack subió mis cosas al auto mientras yo me despedía otra vez de mi mamá. La abracé con fuerzas y ella me repitió sus frases típicas. Subimos a Maya a los asientos de atrás y nos despedimos por la ventana. Me dio una enorme nostalgia verla en el umbral de la puerta. Suspiré para no llorar de nuevo. Jack puso su mano sobre la mía.

—¿Vamos? —preguntó. Lo miré a los ojos y asentí.

—Vamos. 

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