Bien. No sé cómo llegamos a esto. Pero sí, estábamos Mía y yo peleando con la mirada mientras veíamos quién resistía más tomando ese vino barato. (Por cierto, muy amargo y iu) Eso mientras Ryan nos observaba y traía bocadillos para que no termináramos vomitando.
—¿Todo bien? —me preguntó ella ladeando la cabeza del mareo.
—Perfectamente. —respondí. Aunque tal vez fue una mala elección de palabra, por que me trabé en el Per. Ryan me pedía con la mirada que me detuviera, pero no podía perder ahora. La rubia se ató del pelo de manera extravagante mientras se abanicaba los pechos moviendo su delgada blusa.
—¡Hace caloooor! —exclamó.
—No tanto. —me fulminó con la mirada y me observó de arriba a abajo. Lo cual no era mucho porque estábamos sentadas en la alfombra. Saqué un par de papitas para ignorarla, una cayó al piso, la tomé rápidamente y me la metí a la boca. Mía soltó una risita.
—Supongo que estás celosa de Ryan y yo. —soltó de repente. Casi me ahogo con la papa frita, termine pasándola por mi garganta con una gran cantidad de vino. Lo cual fue, uff. Otra mala idea. Sentía mi cabeza apretada, y me urgía enormemente ir al baño, pero sabía que si me levantaba se notaría mi curadera, y habré perdido este reto.
—¿Y eso a qué viene? —pregunté, haciéndome la desentendida.
—Bueno... —jugó con su copa de vino perdida en el contenido rojizo—. Estás viniendo a ver a Ryan. Pero te vas en la tarde y yo me quedo en la noche. —sonrió, poniendo énfasis en la palabra Noche.
—¿Y eso qué?
—Que prácticamente, tu pendeja, eres como la criada. Y yo, soy la amante.
Solté una risita al cielo.
—Tengo mis dudas sobre eso. —vi como se mordía la mejilla por dentro. Presentía que ésta loca me tomaría del cabello en cualquier momento y me arrastraría hasta la salida. Ryan parecía nervioso, levantó sus cejas suplicante apenas nuestros ojos se encontraron. Que adorable. De seguro esperaba que yo fuese la más cuerda en esta guerra del alcohol, y por ende, no provocaría a loca rubia para que nos mate a los dos. Pero lo siento mucho, no me dejaré pisotear tan fácilmente—. De hecho, por lo que he visto, eres más la stalker que la amante.
—¿Crees que una stalker terminaría viviendo con él? —gruñó molesta.
—Eso me suena demasiaaaaado stalker.
—¿Abrazados y en la misma cama?
—Eso no es cierto. —intervinó Ryan.
—¡Tú cállate! —le gritó dándose vuelta hacia el sillón. Volvió a mí y suspiró, tratando de mantener la compostura—. A mi me parece raro que hayas accedido tan rápido a ayudarnos. —dijo, achicando sus ojos azules. Ladeé la cabeza con confusión—. Yo creo que ese boxeador tuyo no te satisface, y por eso pones tus garras en los de otras.
Solté una inevitable carcajada que solo la enfureció más. Ryan se tapó la cara con las manos.
—Mira, —empecé, con tranquilidad—. primero: "ese boxeador mío" se llama Jack, y es mi novio. Segundo: Ryan no es tuyo y tampoco tengo ganas de "poner mis garras" en él. Así que puedes quedarte tranquila.
—No te creo. —chilló.
—Cree lo que quieras.
Seguimos acabando copas y copas de vino hasta que las dos botellas se agotaron. Nunca en mi vida había tomado tanto. Y estos momentos ebrios solo me hacían extrañar a Marc e Ethan, y nuestras juntas nocturnas en las que siempre terminábamos alcoholizados. Veía la habitación moverse de un lado a otro, con mi cabeza apoyada contra el sillón. Escuché la voz de Ryan detrás mío preguntándome si estaba bien. Abrí los ojos apenas y vi a Mía acostada en la alfombra, claramente dormida. Me levanté tan rápido que el mundo dio un giro de 360 bastante peligroso.
—¡GANÉ! —Exclamé emocionada. Apunté con el dedo a Ryan que me observaba confundido—. ¡GANÉ! Gané ¿eh? ¡Recuerda decírselo cuando despierte! —aproveché la oportunidad para correr al baño y hacer mil litros de pipí. Estaba tan orgullosa de mi avance con el alcohol. Todo se lo debía a mis amigos. Abrí nuestro chat y estuve a punto de hacer una videollamada en el baño mientras hacía pipí. Luego aun con la borrachera, recordé: Emma, estás en el departamento de Ryan. No puedes decirles. Sí. Tienes razón. Muy bien Emma.
Me levanté tambaleándome, lavé mis manos y salí salpicando para secarlas. Salté por el pasillo mirando atentamente como mis calcetines de perritos se deformaban cuando tocaban el piso y cuando estaban en el aire. Esperen. ¿En qué momento me saqué los zapatos? me detuve cuando choque contra algo duro. Puse mi mano en el para luego darme cuenta que era el pecho de Ryan. Sus ojos verdes brillaron al verme. Sonrió de una manera tan linda que me aceleró el corazón.
—¿Segura que estás bien? —preguntó.
—¡Bien, bien! ¡Mejor que nunca! —exclamé, deslizando mis manos sobre su pecho hasta llegar a su cuello. Tuve que quedarme de puntillas para mantenerme así. Posé mis dedos en su nuca mientras jugaba con sus rizos dorados.
—Si es así me alegro... —se rió mostrando sus blancos dientes. ¿Qué acaso este hombre es perfecto?
—Tienes lindos colmillos... —susurré, embobada con su rostro.
—¿Gracias?
Sentí su mano tocar tímidamente mi cintura, para luego quitarla de inmediato. Su gesto cambió de repente, se mostró triste, evitando mirarme a los ojos. ¿Es que acaso no quiere tocarme? recordé nuestras manos rozarce hoy, y lo rápido que él se alejó. ¿Será? Bajé mis manos hasta su rostro, lo obligué a verme a los ojos, y eso hizo. Con una mirada brillante de melancolía e ilusión. Acaricié su mejilla, él apretó los labios con nervios. Tenía mi corazón en la boca, no estaba pensando en nada más que en sus labios. Sus labios perfectos estirándose para formar sus margaritas. Nuestras narices casi se tocaban, mis pies dolían de todo el tiempo que llevaba en puntillas, una eternidad muy corta, y muy tensa. Abrí la boca apenas, ¿Qué estaba por hacer?
—Emma... —susurró mi nombre para luego estirar su cuello y alejarme de él. Mis manos cayeron al lado de mis caderas, y mis talones volvieron a tocar el piso—. No podemos... —soltó dolido. Bajé mi cabeza aturdida. ¿Qué? ¿Acaso iba a besarlo? de repente una claridad momentánea llegó a mi. Lo esquivé para salir de ahí—. ¡Emma!
Mía continuaba muerta en el piso. Pasé a través de ella para buscar mi cartera. En el proceso pisé su mano haciéndola gemir del dolor. Ups. Fue sin querer. Tomé mis zapatos y corrí por la puerta. El ascensor se cerró, pero alcancé a escuchar la voz de Ryan perseguirme. No. No. No. No vengas por favor. No vengas. Mi celular vibraba dentro de mi cartera. Jack llamando. Mierda. Era tarde. Era muy tarde. Llevaba 7 llamadas perdidas de Jack y otros varios mensajes.
Salí del departamento a paso rápido. Miré hacia la desolada y fría calle por si aparecía algún taxi. Mi celular sonaba de nuevo. ¡No puedo responder así de ebria!
—¡Emma espera! —Ryan me siguió. Llegó a mi lado en cosa de segundos. Me di vuelta con una expresión cansada.
—¡Ya me voy! —exclamé—. ¡No me sigas! —me di media vuelta para irme, pero él tomó mi muñeca.
—No te puedes ir así sola. Estás ebria.
—No me digas... —ironicé. Él rodó los ojos.
—Déjame acompañarte.
Negué con la cabeza. Bajé la vista hasta nuestras manos. Sostenía mi muñeca con fuerzas evitando que pudiera escapar.
—Ahora si me tocas... —murmuré. Ryan apretó sus labios con frustración.
—Yo...
Sentí mis ojos humedecerse, no sé por qué me sentía así. Estaba por decirme algo más, pero una voz detrás nuestro nos detuvo.
—¡Emma!
Mi cuerpo entero se congeló. Era Jack. Era la voz de Jack.
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EMMA
RomanceSEGUNDA PARTE DE JACK CALLEN. * Emma es una joven de dieciocho años que está por empezar una nueva etapa en su vida. Desechar traumas y recuerdos nunca es fácil. Sobretodo cuando aquel boxeador profesional aparece de nuevo en su vida con una propues...