Capítulo 2

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Brianna

Llevo tres meses viviendo aquí, me ha costado mucho el hecho de adaptarme, pero siempre quise vivir en Moscú, Rusia, además de que necesitaba escapar de la realidad que vivía en mi natal, desde que pasó aquello la necesidad de irme se acrecentó, no iba a soportar seguir allá como si nada hubiera pasado, cuando pasó.

Pude llegar aquí por medio de una conocida de mi familia, si es que se le puede llamar así, ellos solo son mi familia porque llevamos la misma sangre, nunca me han apoyado en nada, ni en mis sueños y mucho menos lo hicieron cuando pasó aquello.

La mujer que me ha ayudado a venir aquí me hospeda aun en su casa, Marie vive desde hace años en Moscú y solo va de visita a América porque parte de su familia aún está allá. Ella fue mi oportunidad y la única que me apoyó cuando quise largarme y alejarme de todo. Con ella terminé de aprender el idioma y hoy trabajo en un restaurante a tiempo medio, ya que el semestre de la especialidad empieza mañana y necesito trabajar y estudiar a tiempo completo para subsistir, no puedo abusar de la caridad de Marie, debo valerme por mi misma y he estado pensando en pasarme a los departamentos compartidos que tiene la facultad.

Antes de llegar al trabajo paso a comprar con unos cuantos rublos unos cuadernos que veo al otro lado de la calle en oferta, ya tengo, pero nunca está de más el tener unos cuantos y más si están en oferta. Cuando la dependienta me entrega mi bolsa con los útiles que he comprado me dispongo a caminar apresurada a mi trabajo, el jefe o mejor dicho el encargado del restaurante, es un viejo panza de lo más quisquilloso, por todo arma un berrinche y si no quieres que hago lo mismo contigo, llega temprano y no lo contradigas.

Ignoro las putas miradas de asco que me dirigen los hombres, la lascivia se les ve en la mirada, evalúan mi cuerpo con descaro y maldigo la hora en la que no me puse mi sudadera y solo dejé el ajustado abrigo gris sobre mi torso, el hecho de llevar un entubado pantalón alto no me ayuda, odio sus putas miradas, me dan voluntad de sacarle los ojos con un tenedor y dárselos de comer luego. Cerdos.

Me detengo justo al frente del restaurant, aparto los cabellos que casi tapan mis ojos, antes de mirar de lado a lado para cruzar la calle, lo hago a prisa, faltan cinco minutos para que llegue mi turno y debo ponerme el puto uniforme en tiempo record. Cruzo la calle de prisa y abro la puerta del restaurante, el olor a comida me golpea de inmediato.

No miro a nadie, aun no entro en mi turno por lo que no tengo que fingir una amabilidad que no siento.

Me dirijo al vestidor y me encuentro a mi compañera Raíza sacándose la ropa de inmediato sin importarle en lo más mínimo que yo la esté viendo.

—Hola, Raíza —saludo en ruso y ella me sonríe amablemente.

Bri —su sonrisa es contagiosa cuando me llama por ese nombre y ve la mueca que hago, me recuerda a mi familia y no tengo voluntad de estar recordándolos, más a Raíza no le importa porque sigue llamándome así desde que la conozco y le he dicho ya que no me llame de ese modo —. Holis —me hace olvidar en cuando habla con aquella vocecilla haciendo que ría por el tono y la forma en que lo dice —, ¿Cómo estás?

Dejo mi bolso y la bolsa con los cuadernos en casillero y me giro a mirarla con mi uniforme en manos.

—Bien —musito simplemente, entrando al cubículo. Siempre doy la misma respuesta seca —. ¿Y tú? —indago, aunque ya se la respuesta.

—A diferencia de ti querida, yo estoy de maravillas, hoy iré a ver si consigo un tío que me folle duro, lo necesito, hace tres días que nadie me folla.

La miro y solo niego con la cabeza, ya no me sorprende, Raíza es de esas mujeres que vive su vida como quiere, nadie la juzga y yo menos, quizá si yo hiciera lo mismo mi vida hubiera sido diferente y hoy sería diferente. A ella no le importa coger hoy con uno y mañana tirarse a dos.

ALÉJATE © [Corrigiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora