Capítulo 68

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Brianna.

Tres días desde que no he sabido nada nuevo a cerca del paradero de Dmitry. Es que ninguna contra me hace cambiar de opinión, yo se que está en algún lugar, mi corazón me dice que el respira, que su corazón late.

Es el susurro de algo no visible, no presente, me dice al oído a cada hora que pasa, no te rindas, no te des por vencida, no lo asimiles.

No lo hare, tengo tantas esperanzas como en mi milagro, Irina.

Si logramos tenerla, que este en casa, que haya nacido bien, ¿Por qué no pensar que su podare también será un milagro? No dejo de pensar o imaginar cómo será verlo entrar por la puerta de nuestra casa, herido, lastimado, no me importa como este, solo deseo, anhelo más bien verlo, abrazarlo, pegarle por haberme mentido.

El primer cumpleaños de nuestro hijo no puede celebrarse sin su presencia.

Por otra parte estoy dándole vueltas a un asunto.

Sergei se está encargando de los negocios, alguna que otra oveja creyendo que el pastor no la traerá de vuelta al rebaño, creen que por eso tienen derecho a hacer lo que se les venga en gana.

Los alemanes están jodiendo desde ayer, buscando noticias, metiéndose en lo que no les compete, si bien estamos siendo pacíficos, he aconsejado a Sergei de que no se descontrole perdiendo la paciencia, no mancharemos nuestras manos, no aun si podemos mantener nuestro territorio controlado.

Si bien no les conviene tocarme los cojones. Operada o no, no me va a tomar dos segundos dar una sola orden.

Mi asunto central es el siguiente: Sergei se ha mantenido torturando a los tres prisioneros, solo se les da comida para que no mueran, una sola vez al día.

Vladimir no aguanto mucho confesando algo que me tiene intrigada, la hermana de Dmitry fue drogada para hacer lo que se le ordene, no solo eso, que al parecer tiene un problema psicológico, lo que me lleva a la conclusión de que ella detono la maldita bomba.

Si por un milagro sobrevivió va a rendirme una buena cuenta, le quito su loquera.

La estaba salvando, Dmitry fue ahí por ella, dejo sus hijos, me dejo a mi durmiendo con un engaño solo para obtener que me tranquilizara, arriesgo todo.

Muy drogada que hubiera estado, me vale ahora mismo con el coraje que tengo.

Irina descansa en su incubadora, la enfermera acaba de limpiar me herida.

Cuatro caritas conocidas ingresan primero sus rostros, luego sus cuerpos.

Dejan a Mikhail sobre el piso, mi pequeño tan hermoso se precipita gatean hacia mama. Este vestido con un bonito traje de nieve afelpado en tonos oscuros, su cabello oscuro libre.

A mi hijo no le gustan los gorros, nada que llevar en su pequeña cabeza.

—Ma-má.

Me quedo en trance, felicidad irradiando dentro de mí.

—Has dicho mama, Misha, ¡Lo has dicho! —dejo el libro de maternidad a un lado, la mesilla de noche tiene otros más.

—Lo ha estado repitiendo los últimos diez minutos —informa Leyla.

Ella es la más callada, noto que es mas reservada, silenciosa. Con ella hay que tener cuidado, las personas silenciosas de por si son peligrosas.

Sus pasos no suelen escucharse, al comer evita lo más que puede sonar los cubiertos con la porcelana.

Tranquila como es, se sienta en la cama, del lado donde reposa la incubadora con Irina.

— ¡Mamá! —Mikhail se hace de escuchar, tirando de mis medias con su pequeño puño. El mimadito tiene un puchero en su carita de ángel, sus mejillas están infladas.

ALÉJATE © [Corrigiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora