Capítulo 13

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Brianna

A mí alrededor tengo cuatro hombres, robustos, fuertes y altos, intimidantes para cualquiera, pero a mí nada de eso me mueve ni un pelo de miedo. Pueden tener la maldita estatura que tienen y no me van a intimidar, ellos no podrán conmigo y de la única forma que lo harán es matándome, de otra manera no se saldrán con la suya.

El barbudo sigue frente a mí, su respiración apesta a cigarrillos y su sucia barba huele a perro muerto.

—¿Quiénes son? —interrogo. Quiero saber quién diablos los mandó antes de armar la masacre que se armará.

—Lo sabrás cuando te llevemos allá.

Río, de verdad lo hago, me causa tanta maldita gracia la situación. Dejo caer cada libro y mi mochila al piso por mi risa, me miran como si estoy loca y de verdad que no los culpo, ¿Quién en su sano juicio se reiría cuando tiene a cuatro hombres a tu alrededor dispuestos a matarte o llevarte con quién sabe quién demonios? Solo yo y es que estoy jodidamente loca, no me importa admitirlo, al contrario, me llena de orgullo.

—¿Acaso estás loca, perra?

Oh. Me detengo, de verdad mi risa para de golpe.

—¿Qué dices qué dijiste? —Me giro sobre mi hombre a mirar a uno de los sujetos tras de mí, de verdad que me pregunto dónde diablos tiene la cabeza.

Debo reconocer que al parecer no solo en mi cabeza aterro, veo en las expresiones de quién al parecer habló un poco de temor y siento de verdad que soy una puta reina. Mierda, sí que doy miedo. Hago nota mental de trabajar más en eso, aunque no creo que sea necesario.

—Lo que escuchaste —escucho valientemente que responde.

Vuelvo a reír.

El estacionamiento está solo, nadie escucha nada, solo las cámaras que hay y eso es un problema.

—La puta que te parió —contesto sin reírme.

Mi respuesta no le agrada en lo absoluto, veo como su pecho se agita rápidamente subiendo y bajando en una gran respiración erradica. Sus ojos se vuelven oscuros, las venas de su cuello se pronuncian y su mandíbula la aprieta.

—Mantén el control, viejo, date cuenta que esta vieja solo quiere molestar —el cochino a mi espalda intenta razonar, pero parece que mi lengua ha tocado sus bolas con mis palabras dolorosamente. Jamás tocaría un asqueroso como lo son estos.

Levanto las cejas cuando da un paso al frente.

—Esta perra...—gruño cuando vuelve a llamarme así —, insultó a mi madre y me insultó, no me quedo con insultos de mujeres, me las pagará.

Sigue avanzando hacia mí y yo sigo en mí misma posición sin moverme, incluso cruzo mis brazos más no bajo la guardia en ningún momento, estoy lista para atacar y ellos ni siquiera se darán cuenta.

—Vuelve a tu lugar, no olvides que el jefe la quiere viva.

El cochino se adelanta y coloca la mano en su pecho para detenerlo. El perro rabioso no le agrada eso y agarra la mano de su compañero con ímpetu antes de mirarlo mal y dirigirse a él con los dientes apretados.

—Quítate de mí camino, le enseñaré una lección a esta perra.

Ignoro cómo me llamó, aprovechando la distracción de todos, los otros dos hombres tratan de interferir para que entre ellos no se maten y yo sigilosa, avanzo dando pasos atrás sin ver por donde piso, tengo mi vista clava al frente y es lo que necesito.

Si los veo sabré si se dan cuenta, no solo debo centrarme en mi espalda, aunque sea la situación que lo amerite. Salí de un lugar horrible y peor, sola, donde no conocía a nadie, asesiné sin mirar a quién, era oscuro ese día, sin embargo, logré salir, sólo tenía mis sentidos y mi fiel acompañante, mi navaja. Ellos fueron los únicos que me ayudaron y serán lo que me ayudarán una vez más.

ALÉJATE © [Corrigiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora