Capítulo 8

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Dmitry

En poco tiempo estuve en mi bodega nuevamente, eso sí, que las llantas de mi cuatro por cuatro necesitan ser cambiada. No creo que alguien pueda entender esa ferviente excitación que me recorre al matar, dejar regalos de muerte y correr en algún automóvil, amo más mi vida delictiva y pecadora que mi vida normal. La normal trae muchos malos recuerdos, yo no nací para lo bueno.

Permanezco de pie en la madera del muelle. Observo el barco que permanece tranquilo sobre las aguas, solo se mueve sutilmente por las personas que suben y bajan de él subiendo la mercancía que transportáremos esta noche. Las aguas se mueven sutilmente, tan sutil que si no enfocas no te darás cuenta.

Mi ropa está llena de sangre y el frío cala mi piel, aun así, permanezco aquí sintiéndolo en cada parte de mi piel.

No fumo, no tengo vicios, solo el sexo y no es normal.

Este clima frío de Rusia es para estar frente a una chimenea, con una taza de chocolate caliente, una buena película reproduciéndose, mientras permaneces abrazado a tu pareja.

Ja, nada de esa mierda tengo, no tengo alma ni corazón para ello. No quiero a nadie en mi vida. Nadie que esté cerca de mí sobrevive.

Para sobrevivir tiene que ser alguien exactamente igual que yo o mucho peor.

¿Qué mierdas piensas, Dmitry? No eres hombre para eso.

Maldigo cuando Brianna Miller viene a mi cabeza. Esa castaña de ojos azules ha calado demasiado en mí y debo borrarla como si fuera triza de mi vida. Sin embargo, algo me mantiene y persiste en poner su imagen en mi memoria. Hay coincidencias que no se ignoran, sé que es por eso. Ella es de apellido Brown y es justo de new york, Manhattan.

En la mafia eso no existe. Las coincidencias no son más que acciones que las personas no queremos ver.

Esa mierda no sucederá conmigo.

—¿No que te ibas a tu casa? —Sergei está a mi lado en cuanto habla, un cigarrillo sin encender está en la comisura de su boca y mira con sus ojos negros el vacío sin límite que es el mirar el mar.

—Quiero supervisar que todo salga como lo planeado —contesto sin mirarlo. Pierdo mi vista en los movimientos de quienes cargan el barco de mi mercancía.

Escucho cuando Sergei enciende la llama para prender su cigarrillo.

—Tomé las precauciones necesarias para que no haya errores —da una calada y suelta su humo. Aparto mi cara en una mueca.

—Ya estoy harto de decirte que no fumes, dañarás tus putos pulmones y no quiero tener que cuidar de tu culo —regaño ya de mal humor.

El muy maldito ríe y da una calada más profunda acercándose a mí.

—Sé que me amas —dice burlón y con voz de mágica.

Está hartando mi paciencia.

—Sergei...—advierto.

—Nah, tranquilo viejo —sé que está conteniendo su risa —. Tranquilo —vuelve a la seriedad cuando le doy mi mirada de odio, sabe que detesto sus malditos chistes —. No te preocupes por la mercancía, los cruces están protegidos. Tenemos a nuestra gente marítima dispersa por todos lados.

Estoy un poco más tranquilo al escucharlo.

Realmente estoy preocupado, Nikolai ha perturbado mi paz una vez más y lo odio por ello, maldita sea, siempre dañando mi maldita paz.

—Nikolai debe tener su gente dispersa por todos lados —expreso —. Más ahora que dejé ese regalo en su territorio, querrá joderme nuevamente, no descansará hasta verme muerto, lo que implica joder mis negocios y poner a las mafias en mi contra.

ALÉJATE © [Corrigiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora