Capítulo 11

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Dmitry

Nos quedamos en silencio por un largo rato. Termino mi té y me levanto de donde estoy sentado.

Sergei no dice nada, solo lo veo sacar del bolsillo de su chaqueta la cajetilla de cigarrillos y encender uno. Eso pasa cuando no sabe qué decir.

Limpio mi trasero de todo polvo o piedrecilla que haya en él y camino a la bodega nuevamente.

—No lastimes a personas inocentes —me detengo cuando lo escucho hablar.

Lo miro sobre mi hombro y su mirada continua en el mar. Da una calada al cigarrillo y suelta el aire contenido.

—Yo era inocente y nadie tuvo piedad de mí —le recuerdo.

Sergei se alza en su postura y camina hacia a mí. Es más alto que yo por seis centímetros si mal no me acuerdo, solo que es un poco más delgado y su cabello es de un castaño pronunciado, la barba solo se la cuida, si se la quita es como que le den una patada en las bolas.

Mete una las manos en la chaqueta de color café y se dirige hacia a mí.

—No todas las personas son iguales, Dmitry.

Suele hablarme por mi nombre de pila, es el único que lo hace y sale ileso, Sergei es el único que tiene tanta libertad y atribuciones para con mi persona, pero cuando sus ojos cafés se suspenden fijamente sobre los míos, hablándome de aquel modo, el asunto es más serio de lo que se puede llegar a pensar.

—Espero que te estés escuchando —me vuelvo a mirarlo con la misma expresión de siempre. Nada me afecta.

—Lo estoy haciendo —la seguridad es clara en su mirada y en su voz.

Río amargamente.

—Haré de cuenta que no escuché lo que dijiste.

Chasquea la lengua y niega con la cabeza.

—No puedes borrar las cosas, Dmitry. Las cosas son como son y listo, no hay nada ni nadie que las pueda cambiar.

Sospeso lo que me dice. Es cierta su filosofía y aun así me vale mierda, yo soy Dmitry Petrov, el pakhan de la mafia rusa y si es mi deseo cambio lo que se me venga en gana.

—Últimamente estás muy concienzudo, Sergei, ¿Qué mierda te está pasando? ¿Tengo que recordarte toda la mierda que ha sido mi vida y la tuya?

He dado en el clavo, justo en lo que más le puede a Sergei, pero si es necesario lo haré.

—Aun así —sisea.

No lo puedo creer que siga en esto.

—Esto parece una conversación absurda.

Retomo mi camino a la bodega, son las once de la mañana y debo irme a la universidad a dar mis clases.

Escucho sus pasos tras de mí y su voz habla a los pocos segundos.

—No es absurdo, Dmitry, solo estoy diciéndote la realidad, entiende ruso estúpido.

Es suficiente.

Me detengo y lo enfrento. Sé que no debería tocar ese tema, pero maldita sea que, si al parecer es necesario hacerlo, está malditamente terco.

—¿Acaso no fuiste tú el que dijo hace años que no debía tener piedad con nadie, que tú tampoco la tendrías?

Ambos nos quedamos en silencio. He tocado unas de las partes más dolorosas de nuestras vidas.

Sergei y yo hemos sido compañeros desde los diez años, mil cosas juntas, las peores batallas y las mejores victorias. Recordar es sinónimo de leyenda y también sinónimo de tristeza para ambos, es solo que nosotros eliminamos cuando queremos toda esa mierda.

ALÉJATE © [Corrigiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora