Brianna.
Donovan Laurence; fue el chico más cercano a mí en la secundaria y universidad, después de aquella tragedia que sucedió conmigo me aislé de todo el mundo, él intento por todos los medios estar cerca de mí, pero no se lo permití.
Pronto llegaron los rumores sobre mí a todo mundo, en Manhattan no hubo un rincón en donde no se hablara de mí, él dejó de insistir, algo comprensible en su situación, no soy alguien de fiar.
Para nadie fue secreto que me habían violado y que yo no volví a ser la misma, incluso alejaba a todos evitándolos, alguna palabra aterradora o una amenazada.
Algunos compañeros pusieron denuncias en mi contra, asistí a la estación de policías, determinaron en cada caso que yo solo era una chica trastornada, imposibilitada para hacer de las cosas que me acusaban.
Vaya error, no solo estaba en todas mis facultades para hacerlo, sino que estaba y estoy más que preparada para lo mismo.
—Es toda una sorpresa encontrarte aquí —musita Donovan separándose de mí. El abrazo duró más de lo permitido, me siento asfixiada.
Él gustaba de mí en el pasado, compartimos algunos besos, no llegamos más allá de las cosas y ciertamente preferí en un momento que hubiera pasado, así no me hubiera sentido tan destrozada cuando me ultrajaron.
—Lo mismo digo. En todos los lugares del mundo no te imaginé aquí.
Me aparto cuando alguien trata de pasar. Estamos bloqueando el paso al estar medio a la entrada. Nos hacemos a un lado, sostengo las cosas contra mi pecho.
—El mundo es un pañuelo —revira con su típica suavidad y elegancia.
Me permito observarlo de manera discreta, aunque él no trata de ocultar que me está mirando a cada momento.
Es alto como lo recordaba. Casi o tanto como Dmitry. Tengo que comparar a todo mundo con él. Mentalmente pongo los ojos en blanco y me centro en la persona que me evalúa, es mutuo; ya no usa su cabello rubio largo como antes, ahora lo lleva en un corte neutro, peinado hacia atrás, sus ojos azules brillan con los rayos de sol que caen en su perfilada cara, sus facciones maduras, su mandíbula un poco cuadrada, nariz recta, labios llenos, cuerpo atlético adherido a cada parte del traje gris plata que porta.
Donovan Laurence es lo suficientemente guapo como para quedarte horas mirándote. Aún así con todas sus cualidades, no puede compararse con Dmitry Petrov.
Chasquea los dedos frente a mis ojos para que reaccione. Ahí su natural dulzura hasta en la forma que sonríe.
Siempre ha sido así.
—Disculpa —curvo la comisura, me siento un poco avergonzada.
—Te fuiste a la galaxia, no escuchaste nada de lo que te dije —Afirma invitándome con un ademán a ingresar al orfanato —. Dentro no nos quemaremos con el sol.
Agradezco bajo cuando abre la puerta para mí.
—Tan caballero conos siempre —adulo.
Su risa ronca se escucha tras mi espalda ante mi comentario, al parecer le ha gustado.
—Es bueno que lo recuerde, me alaga. Pensé al verte que no me reconocerías —se acerca a un escritorio —. Buen día —saluda con su educación pulcra. Firma una hoja y luego poncha su entrada.
Oh.
Ahora tengo todo claro, trabaja aquí.
—Buen día señorita, ¿Se le ofrece algo? —dejo de mirarlo cuando la chica tras el mostrador se dirige a mí.
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ALÉJATE © [Corrigiendo]
General FictionÉl es destrucción, Tóxico. Y ella es su única salvación. +21 NO COPIAR. ES DE MI AUTORÍA.