Capítulo 31

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Brianna.

Estoy malditamente de acuerdo con Petrov, ellos no fueron invitados a nuestra fiesta. Pasa que cuando no eres invitado pueden suceder cosas, buenas, atroces como las que están a punto de suceder.

Bien, vinieron por pastel y se les dará una buena tajada. Es como si le prohíbes a un niño que no coma chocolates y los escondes por lo mismo, luego cuando lo hacen muchas veces suele darles dolor de estómago. Yo lo hice con Oliver en varias ocasiones.

Alejo todo pensamiento del pasado y reacciono para ayudar justo cuando Petrov empuja la mesa de metal de manera rápida y violenta, está ansioso y a la vez hay una leve preocupación que no oculta de Sergei y de mí, él como los demás queremos saber quién es ese otro bando que nos ataca.

Mis ojos descubren bajo la mesa cuando apartan lo que parece ser un cajón, una especie de cisterna.

Sergei extiende su brazo y levanta por el agarre la pesada tapa de cemento, dejando al descubierto un sinnúmero de armas, tanto blancas como de fuego, granadas y bomba lacrimógenas.

Hago lo mismo que ellos hacen tomando armas.

Lo primero que mi mano toca es una pesada 9mm negra y reluciente, esta parece que nunca la han usado, unos cuantos cargadores vuelan a mi bolsillo con rapidez. Cargo un revólver 38, no soy fanática de ellos, son un poco difíciles de manejar, hay que estar cambiando de balas muy seguido.

Sergei toma en su mano un rifle largo y pesado, reluce y es uno de los últimos que hay, un calibre excelente.

Dmitry es peculiar, cuelga una ametralladora cruzada por su pecho y con elegancia la gran cadena de balas sobre su hombre. Esa arma pesa lo suficiente como para que si no tienes pulso mejor no la uses, es demasiado potente y cada disparo es un gran impacto, debes tener posición y fuerza para manejarla, si falla y sigue disparándose sola, puede matarte en un segundo.

No me quejo, Sophia hizo un buen trabajo con nosotros, conocemos todas las armas posibles. En ese tiempo yo la llamaba mamá.

Niego con mi cabeza y los observó revisar las armas con rapidez.

—Dmitry, quítate esa chaqueta —sugiere Sergei señalando su chaqueta cara de cuero negro.

Lo veo respirar y haciendo unos de esos gestos tan varoniles. Su ceño fruncido nunca cambia y su expresión sobria y serena menos. Coloca ambas manos en su cintura, parece ofendido con tal sugerencia.

— ¿Acaso piensas que dejaré mi elegancia por esas ratas? —señala aún lado —. Soy Dmitry Petrov, por favor Sergei, a ti no tengo que recordártelo.

—Menudo ego se carga —murmuro viendo mis armas como lo más interesante y no la balacera que estamos escuchan.

Agacho mi cabeza cuando una bala traspasa la ventana de mi costado.

Sergei y Dmitry se lanzan al piso conmigo. Corremos detrás de la mesa para voltearla cuando los disparos se intensifican.

—Sé que soy hermoso Millers —se jacta preparando su ametralladora.

Sobo la pistola para dejar la bala en la recamara, en cualquier momento entraran y nos tocará defendernos, no hay tantos hombres nuestros.

—No podemos quedarnos los tres juntos —cambia radicalmente de rema Sergei —. Es un peligro y lo sabemos.

—Estoy de acuerdo —afirmo —. Si muere uno está el otro, ninguno de esos perros pueden quedarse con este territorio, quiero la maldita cabeza de Rossi y a Nikolai con el rabo entre las patas.

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