Dmitry.
Llevo el tiempo suficiente en mi despacho, estoy trabajando como loco, ya he sacado el inventario de mes de cada uno de mis negocios en los que son fachadas para lavar mi dinero. Ahora solo organizo por orden alfabético.
La botella de brandy está acabada y la otra está casi por la mitad, no puedo sentir el efecto del alcohol, suele suceder cuando estás acostumbrado, cuando estás centrado en algo como yo.
Al rato necesito esto, mucho trabajo, mucha bebida.
Busco en mi maletín la pila de exámenes de esta semana, mi pequeño y organizado cuadernillo de notas, bolígrafo rojo.
Mi cerebro está tan despierto, tan expectante. No tengo nada más que hacer por ahora. Solo espero el momento indicado, aunque pensándolo bien, hay dos rehenes bajo tierra en mi casa con los que podría divertirme.
Ya es tarde de la noche, son casi las nueve y mi trasero no lo siento de estar sentado en esta silla.
Espero expectante noticias de parte de Vladimir.
Tengo ansiedad por primera vez distinta a la de matar, a esa que me da cuando algo me exaspera, cuando grito yo mismo, cuando recuerdo, la que controlo con un fármaco, solo que no quiero tener que tomarlo, no quiero tranquilizarme, necesito esta maldita adrenalina junto a la puta ansiedad que me está generando cada cosa en mi cabeza.
Brianna, su partida, el bebé, mis sospechas, cada conjetura es como si soy un ordenador procesando datos a gran velocidad.
Dejo de teclear cuando mi móvil vibra, espero milésimas de segundos para que lo vuelva a hacer, la habitación se sume un profundo silencio.
Vladimir, dice la pantalla.
Lo tomo y descuelgo con un cosquilleo en los dedos al tocar la pantalla.
Lo llevo a mi oreja y lo pego para escuchar en primer lugar la respiración de mi fiel hombre.
—Señor, la hemos encontrado —por instinto suelto un suave suspiro —. No ha parado de manejar desde que salió.
Tamborileo la madera con el bolígrafo en mi mano.
—Lo supuse —digo pellizcando el puente de mi nariz, me meso sobre la silla y bebo un trago de mi brandy caro y elegante —. Le han de quedar pocas horas para llegar a su destino, que no la pierdan.
Puedo jurar que está asintiendo.
—No lo haremos señor, seremos discretos.
Una vaga sonrisa de lado surca mis labios, eso no es posible cuando se trata de ella. Conduce siempre mirando por los espejos retrovisores, siempre alerta y eso es algo que me gusta, me excita.
—Tarde o temprano se dará cuenta de cada cosa, Vladimir.
—Señor —ese tono de voz me da una alerta —. Hay algo más.
Tenso los dedos aprender del vaso de cristal, pienso lo primero que mi cabeza le ha estado dando vueltas desde la madrugada; un hombre.
—Dímelo —pido neutro. Bebo el resto de mi copa. Dejo los exámenes de lado y la pantalla fija de mi computador es que recibe mi pesada mirada.
—No solo nosotros la seguimos —mierda y más mierda, sospeché esto —. Hay un carro a una distancia prudente según nuestro contacto, él va más atrás señor, solo que se dispersa con otros carros.
El frágil plástico del bolígrafo cede doblándose ante la presión de mis dedos.
Ese bebé, ese pequeño es el detonante de todo esto, lo puedo jurar maldita sea.
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ALÉJATE © [Corrigiendo]
Ficción GeneralÉl es destrucción, Tóxico. Y ella es su única salvación. +21 NO COPIAR. ES DE MI AUTORÍA.