Capítulo 54

7.2K 591 136
                                    

Dmitry.

Quiero reírme aunque sé que no puedo hacerlo, algo me detiene a divertirme, es voraz y atroz.

No me pertenezco o quizás sí, el Dmitry jugando a la casa feliz se quedó ahí, al rato y creo que por largo tiempo estaré así, no hasta hacer pagar a todos.

Me mantengo lo más derecho que pueda así estoy sintiendo como las malditas bala quieren doblegarme.

Debo seguir como hasta hoy lo he hecho, solo son tres balas y nada más.

Debo resistir sea como sea.

—Dmitry...—balbucea, contrae cada extremidad de su asqueroso cuerpo —. Déjame ir y juro que no sabrás de mí nunca más.

Giro la pistola en mi dedo índice, finjo pensarlo.

El temor en sus ojos es reconfortante, cada giro en mi dedo significa un peligro para su vida y quién esté detrás de mí, puede dispararse sin necesidad de mucha fuerza, no sabes en donde dará.

—¿Hiciste tu lo mismo conmigo u otros niños, Ruslan? —escupo su nombre como la cosa más asquerosa que he comido.

Advierto justo el momento en el que moja sus pantalones.

Que maldito cobarde. Un hombre de verdad no se hace ni aún en las peores de la torturas.

—¡Basta! ¡Déjame ir! —lloriquea.

Doy dos pasos tranquilos, estoy perdiendo sangre demás, Brianna es mi prioridad, salir de este lugar antes de destrozarlo y que ni los escombros queden, hay bombas en cada rincón de esta fortaleza.

Mi hijo me espera.

—Está bien —se relaja. Siento la oscuridad dentro de mí cada vez más nítida —. Tienes hasta que yo dé cinco pasos y quite seguro al alma en tres segundos.

Estoy jugando al gato y el ratón.

No saldrá libre, sólo me divierto con su miedo. Quiero verlo iluso y perdido a la vez, luego lo tendré bajo la suela de mi zapato.

—Es muy poco...—tiembla perdiendo el tiempo.

—Estás perdiendo el tiempo, ahora sin cuatro y estoy herido.

La mano sangrante lo tiene quejumbroso. Puedo apreciar los huesos, los tendones, la agarra con su vida, pero va a despegarse como sea, yo me encargaré de eso.

Pestañea saliendo de sus cálculos estúpidos y sin base, se echa a correr. Yo estoy dando los pasos cada cierto tiempo.

Los voy contando, dilato el momento, el pasillo es largo, amplio y sin salida.

—Y cuatro —grito.

Cambio el seguro justo tres segundos cuento, la puerta está delante de él, toma el pomo con ilusión, la que arrebato al disparar en ambas rodillas detrás de sus rodillas, cae con ellas inservibles.

—¡Dijiste que me dejabas! —me reclama.

Trata de aliviar el dolor tocándose las heridas. Estúpido, ya no es tan valiente. Le quitó la diversión al juego.

—Tu hermano era más valiente que tú. Cobarde.

La cacha de mi arma golpea cerca de cien, queda inconsciente.

Uno de mis hombres aparece justo a tiempo.

—Señor, hay indicios de calabozos aquí y montones de mujeres.

Cerdos asquerosos, sabrá qué demonios les han hecho.

—¿Y Nikolai?

Mis fosas nasales se dilatan.

ALÉJATE © [Corrigiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora