Dmitry
La escena ante mis ojos parece una obra de arte de color carmesí y los órganos humanos. Me gusta la naturaleza, por eso estudié ciencias naturales y cada vez más tengo el placer de ver la naturaleza interna de las personas, justo como el cerebro entre mis manos.
Estoy bañado de sangre y no me molesta el olor ni sentirla en mi cuerpo, ya he perdido la cuenta de cuánta sangre he derramado, me ha salpicado y hasta bañado desde las puntas de mis cabellos hasta las puntas de mis zapatos.
Salgo del cuarto de tortura con el cerebro en mis manos, la viscosidad se siente como una esponja en mi mano, solo que esto es más suave, los sesos son de la contextura de una gelatina y he tomado la decisión de matar más seguido de este modo.
Escucho el jadeo, como uno que otro se aleja de mí cuando salgo y ven mi vestimenta manchada con la sangre de esos bastardos, solo queda uno vivo y no es por mucho tiempo.
Les dedico una mirada que los hace volver a su lugar y a su trabajo, que no me hagan perder la paciencia.
—Sergei —lo llamo y se acerca.
Observo en sus ojos el miedo que siente al verme de aquella manera, el cerebro en mi mano, sin embargo, el único que correría con suerte aquí si decido matar a alguien o a todos es él, solo si no me traiciona, ni siquiera confío ciegamente en Sergei, yo no me fío de nadie.
—Dime —traga saliva.
Echo un vistazo a cada lado y sonrío al distinguir unas bolsas negras. Maravillosa idea.
—Manda a que traigan al cuarto de enfermería los cuerpos que hay en la habitación de tortura y lleva bolsas negras. Que no se demoren.
Dejo a Sergei con la palabra en la boca cuando camino a la enfermería especial de aquí. Realmente este lugar es mi matadero personal.
Le daré una maldita sorpresa a ese perro.
No espero mucho cuando los muchachos vienen con los cuerpos casi desmembrados de los que osaron pasarse de listo conmigo. El perro pensó que podía comer de la mana del león. Que irónico.
Les hago una seña para salgan y me dejen solo, no necesito que me ayuden yo mismo soy suficiente para llevar a cabo lo que tengo en mente hacer.
Miro a mi alrededor y la vitrina de cristal me muestras todo con lo que puedo matar a una persona, así como también salvarla. Miro y miro, hay desde fármacos con veneno dentro, hasta uno en especial, ácido del diablo. Bonito nombre dado la capacidad que tiene para quemar como las llamas y el infierno está lleno de llamas. Buen punto Dmitry.
Excelente. Busco unos guantes, no soy un maldito idiota como para ponerme a joder con esta arma letal, sabiendo que, aunque yo soy el dueño, puede joderme la piel. Antes la jodo yo.
Alcanzo la caja de guantes y no dudo en ponerme unos para posteriormente tomar el frasco de cristal. Lo observo unos segundos, es impresionante que algo que parece tan inofensivo sea tan letal como lo es este delicado, negro líquido y lo que es capaz de hacer en solo milésimas de segundos.
Analizo los cuerpos sobre la mesa y no siento nada, ni lastima, tampoco náuseas por el estado deplorable en el que están, mucho menos remordimiento, parece que no tengo consciencia.
—No me importa.
Respondo a mis pensamientos mientras me encojo de hombros y procedo a hacer lo que tengo en mente. El tiempo corre y hay que llevarle su regalo al gusano, volver a mi dulce y solitario hogar, para mañana dar mis respectivas clases de aula en aula y tal vez así indagar en lo profundo de la oscuridad azul que hay en los ojos de la señorita Miller.
ESTÁS LEYENDO
ALÉJATE © [Corrigiendo]
Fiction généraleÉl es destrucción, Tóxico. Y ella es su única salvación. +21 NO COPIAR. ES DE MI AUTORÍA.