Capítulo 39

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Brianna.

Siento como el fuego quema mis venas, la ira, la rabia que siento es pura llama en mi cuerpo, me arde cada célula, los poros estoy segura que expulsan transpiración caliente, los ojos me arde, la quijada amenaza con desencajarse debido a la fuerza que estoy ejerciendo a mis dientes.

Clavo las cortas unas de mis manos en la palma, traspasando la delgada piel de las mismas.

El cuerpo me tiembla, las piernas las tengo tan rígidas que me he quedado de pie durante un tiempo no calculado en aquella sala de espera donde las personas noto como se alejan de mí.

Huelen el peligro que represento.

Soy empujada por una gran fuerza, una superior a la que tenía conocimiento que yo misma puedo ejercer.

La enfermera que me insultó, la misma que me dijo que me largara y la misma que me ha dicho que mi bebé no está, es golpeada contra la pared por la fuerza con la que la empujo.

Mi antebrazo rodea su cuello, mi mano restante dobla el brazo contra su espalda, el perfil de su cara es quien tiene la desgracia de chocar contra la pared, si no se ha partido la cabeza, le quedará un gran moretón y un gran dolor.

— ¡Ayuda! ¡Suéltame loca! —lloriquea. Aprieto su brazo, lo puedo romper si se me da la gana.

—Dime donde está —exijo con un tono neutro, pero sé que no lo es, he erizado la piel y los bellos de su cuerpo.

Escucho pasos tras de me, unos se quedan en shock, otro jadean en asombros, el primer contacto que siento lo mando de una patada trasera al piso pulcro del hospital.

—Dime —apretujo si cara contra la pared fría, una lágrima moja la tela de mi suéter, está temblando ante mi presencia, ante mi poder. Mi llave maestra se aprieta aún más.

Solloza de miedo. Está temblando.

Vuelven a tocarme y pateo de nuevo, a diestra y siniestra. No será por mucho tiempo, están pidiendo refuerzos sobre mi persona.

—Juro que no sé —llora como si me importara —. Solo se lo llevaron y ya. Servicio social no da esos detalles.

Pierdo la maldita paciencia.

— ¡Trabajas aquí maldita sea! ¡No me mientas o te juro que lo lamentarás!

Mi rugido suena en toda la sala, sé que altero a todos los pacientes, pero ellos no tienen ni la más puta idea de qué demonios soy capaz de hacer, me vale que se alteren.

—Juro que no lo sé. Déjame por fav...—el grito que brota de entre sus labios cuando jalo su brazo es enorme.

Antes de que lo rompa soy apartada por cuatro hombres de seguridad.

Trato de golpearlos pero me tienen atadas de brazos y manos.

Me arrastran fuera del hospital pero yo no diga nada, gravo cada rostro en mi memoria, no olvido ni una mierda, no por nada fui la mejor de mi clase, mi ego es alto en ocasiones.

—Largo de aquí maldita loca, no queremos volver a verte por aquí. Puedes ser denunciada —señala un grandullón.

Inspecciono cada marca, cada rasgo, se quedan evaluándome cuando mito hasta los zapatos que usan.

—Volverán a ver mi cara, espero tengan la maldita memoria buena para recordarme, porque yo sí que no olvido.

Los señalo con un ademán de que los veo.

Camino de espaldas hasta que una columna me cubre, es entonces que me permito girar y marcharme inmediatamente en búsqueda de un taxi.

No me conviene una denuncia, tampoco una demanda, afectará un tanto que adopte al niño.

ALÉJATE © [Corrigiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora