Por eso no me meto en peleas

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Un año antes

Dilan ajustó los audífonos de cascos mirando por la ventana del metro. La música estaba alta, tanto que podía darle dolor de cabeza a cualquiera pero para él era la única forma de desconectarse del mundo donde vivía. Pues a pesar de vivir en una casa grande, que su padre tuviera dinero, él no era para nada feliz. Ocultaba su verdadera naturaleza bajo la fachada de un alfa.

Sonaba algo ilógico más no para él que era su único método de salida. Desde que tenía uso de razón y a pesar de que todos a su alrededor decían que sería un alfa poderoso heredero del grupo de hoteles de su padre, su interior dictaba que él no tenía ese aspecto de dominación. Al contrario, pensaba que era mucho mejor resguardarse dentro de los brazos de un cuerpo grande y poderoso que lo mirara, lo quisiera y lo marcara. Porque si, él sabía que en el futuro sería un omega.

¿Omega? Esa era una palabra prohibida en su familia desde que su tatarabuelo, un omega sumiso, había huido y suicidado. Por lo que las relaciones se establecían, después de eso con betas, no importara lo difícil que fuera embarazarlas. Su madre había sido también una beta, la cual nunca había visto. Su padre la había enviado a algún país de América en cuanto había nacido él.

Su padre, ese no se quedaba atrás. Era el actual líder del grupo hotelero Roling, con reconocimiento mundial. Un alfa imponente que mandaba incluso por encima de otros alfas menos poderosos. Dinero no les faltaba, ni tampoco poder y todo eso sería de él más adelante.

Debido a eso desde que era un cachorro con poco más de tres años lo habían educado en diferentes materias, música, pintura, estudios especializados, economía, matemática, idiomas, incluso desde los 5 años había empezado clases de defensa personal y de otras artes marciales. Por lo que para sus 21 años se podía decir que era un especialista en varias áreas. Por el momento cursaba el cuarto año en una escuela de alfas en la especialidad de administración de empresas. Algo que no era de su agrado, pero sí de su padre.

¿Y cómo había podido ocultar su naturaleza omega? Eso había sido lo peor de toda su vida. Cuando por fin había cumplido los 18 años tuvo que pedirle ayuda a su primo, un reconocido doctor del hospital central. Sin sus hilos no hubiera podido salir ileso de aquello. No le importaba perder el dinero o la comodidad que tenía, pero si su padre se enteraba que era un omega definitivamente lo mataría. Era un padre que le tenía su futuro planificado y cualquiera que le rompiera los planes debería desaparecer de este mundo.

Dado que ahora tenía un secreto sumamente grande, guardaba en un compartimiento escondido en su cama una cantidad de pastillas impresionantes, tanto supresores, inhibidores y un spray especial que todos los días debía rociarse basado en hormonas de alfas y que penetraba a través de sus piel. Los resultados en su cuerpo eran catastróficos sobre todo en su celo, pero era el único camino que había podido tomar. Agradecía cada día a su primo el cual había logrado encontrar todos aquellos medicamentos que eran hasta ilegales administrarse. Después de todo un omega fingiendo ser un alfa, podía ser penado altamente por la ley.

Dilan suspiró agotado y bajó en su parada acomodándose la gruesa ropa a medida que ayudaba a disimular el cuerpo algo femenino que se venía desarrollando desde sus primeros síntomas de celo. No importaba cuanto ejercicio hiciera, los músculos se negaban a aparecer aunque al menos la fuerza se acumulaba en sus brazos.

Caminó tranquilamente con su mente en blanco cuando casi fue empujado cuando una persona chocó con él. Respiraba agitado y sus ojos miraban sobre su espalda de forma frenética. No tenía olor por lo que debía ser un beta, uno muy asustado. Sin ni siquiera pedir disculpas se volvió a levantar y siguió corriendo.

Dilan miró como el beta joven y asustado seguía su camino. Se giró para volver a su camino pero tuvo que apartarse pues un grupo de al menos cuatro personas casi lo tiran al piso. Pudo ver como llevaban tubos y cuchillos en las manos e iban por el mismo camino que aquel chico había tomado y de ellos un fuerte olor a drogas y alcohol salía.

Él no era de buscarse problemas. Mantener el perfil lo más bajo posible le había ahorrado hasta el momento buena cantidad de problemas. Chasqueó los dientes, tampoco era tan animal de dejar a alguien que corriera peligro de esa manera y él solo quedarse mirando.

Salió corriendo detrás del grupo y los divisó debajo del puente. Se habían movido rápido y habían rodeado al chico y ya lo habían golpeado en la cabeza provocándole una buena contusión. Dilan se retiró los cascos y los colgó en el cuello.

-Oye, no creen que son muchos para tratar con un simple beta- se paró detrás de ellos con una posición despreocupada con las manos en los bolsillos.

Aquellos tipos se giraron. Entre ellos había uno que olía a alfa, ese debía ser el líder, un hombre de gran tamaño pero con aspecto desaliñado y consumido por la droga. Su olor era tan nauseabundo que Dilan arrugó la nariz.

-¿Qué tenemos aquí?- el alfa se apartó de su anterior víctima y se acercó al recién llegado -¿Un alfa?- se detuvo un momento incrédulo.

Dilan sabía que reaccionaría así. Su estatura al menos era aceptable con 1.74cm, pero aunque la ropa ayudaba aún se veía delgado y su rostro no era precisamente muy varonil a pesar de estar por algunos años consumiendo hormonas alfas.

-Sí, algún problema- se rascó el oído tranquilamente.

Una carcajada salió del hombre.

-Alfa y una mierda, te haré acompañar al imbécil de allá- y sin decir más se abalanzó contra Dilan con el puño levantado.

El chico solo esperó hasta que el ataque fuera preciso y lo esquivó agachándose un poco y enterrando su propio puño en el abdomen del alfa. Este soltó una bocanada de sangre y calló al piso sin moverse. Dilan se incorporó y miró a sus compañeros que se habían quedado incrédulos con lo que había pasado en solo unos segundos.

-¿Quién es el próximo?- les dijo pero ellos en vez de defender a su jefe solo salieron corriendo.

Un minuto después uno de ellos volvió y cargando torpemente al alfa en el suelo se lo llevó. Dilan solo dejó caer los hombros. Si eran tan cobardes no deberían intimidar a los demás. Se tocó la mano con que lo había golpeado analizando la superficie de tela. A pesar de ser fuerte y ágil su piel seguía siendo la de un omega por lo que se rompía con mucha facilidad por lo que había tenido que buscar otros métodos. Uno de ellos era utilizar unos guantes que había adaptado con piezas de metal en los nudillos internos. No muy elegante pero si muy práctico. Lo único que le molestaba que incluso en calor los tenía que llevar no fuera a ser retado por algún alfa.

Se acercó al chico que estaba en el suelo y encontró que se había desmayado ¿Y ahora que hacía? Palpó cerca de la zona de la herida, no era profundo pero si grande. Después tocó su cuello y todavía tenía pulso. Debía llamar a una ambulancia para que se encargara de él. No podía hacer más nada.

Se disponía a sacar su teléfono cuando oyó que al menos diez personas se acercaban corriendo y en menos de un minuto estaba rodeado. Esta vez no había solo un alfa. Había diez. Dilan tragó en seco. Era bueno en pelear pero era realista, que podía hacer contra ese número. Ni siquiera si hubiera sido un alfa real pudiera contra ellos y cuando se percató que miraban el chico inconsciente a su lado sus ceños se fruncieron y gruñeron en advertencia.

Sino fuera porque había logrado controlar esa parte de su cuerpo sus rodillas hubieran cedido ante el miedo a una raza superior. Levantó las manos dejando el celular en su bolsillo y haciendo lo más lógico en una situación así.

-Yo no he hecho nada- dijo de la forma más calmada posible.

-Eso se lo dices al jefe- dijo uno de los alfas de cabello cobrizo- No creo que Ryo esté muy contento-

Sucumbiendo al instinto (Omegaverse/Bl/Erótica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora