Le están poniendo los cuernos

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Ryo oyó el celular al lado de su cabeza y le puso con fuerza la almohada por encima en un intento de opacar el ruidoso sonido del timbre. Gruñó cuando este no se opacó ni siquiera después de cinco minutos.

-Qué mierda quieren partida de ineptos- gritó contra el auricular de su celular antes de lanzarlo, aunque lo pensó y si lo rompía otra vez su padre le cancelaría la línea si se enteraba que tenía que darle la lista de contactos nuevamente, porque ese era como el tercer celular en el mes.

-Jefe, jefe, no se estrese- escuchó la voz de uno de los betas de su pandilla.

¿Qué demonios hacían ellos llamándolo a las 10 de la mañana cuando apenas hacia una hora que se había dejado vencer por el sueño. Había tenido que pasar por tres duchas de agua fría y más de una ayuda manual para que su cuerpo se tranquilizara. No sabía si había sido por el delicioso aroma que salía del pañuelo que estaba descansando a solo unos centímetros de su cabeza pero todavía podía recordar la sensación de los labios del chico contra los suyos.

Maldijo, se estaba volviendo a excitar y eso que estaba agotado.

-Habla rápido, qué quieres- le dijo en pésima forma, estaba de mal humor y una parte de su anatomía necesitaba atención.

-Bueno jefe, el problema es que…- la demora impacientó a Ryo que gruñó nuevamente- Lo diré, lo diré, no se ponga así- tomó aire- SU ESPOSA LE ESTÁ PONIENDO LOS CUERNOS-

Ryo se quedó cerca de un minuto sin hablar y pestañeando, pensando que todavía estaba dormido por lo que de seguro eso no era lo que estaba escuchando.

-¿Jefe, sigue ahí?- el beta le habló por teléfono dudoso al no recibir la respuesta que se esperaba.

-¿Qué fue lo que dijiste?-

-Jefe no me haga repetirlo, me va a castrar, que yo lo conozco-

-habla de una maldita vez o te corto también el cuello- Ryo ya se había levantado de la cama totalmente desnudo y se dirigía al armario agarrando lo primero que encontró. La excitación se había esfumado de golpe.

-Bueno, estábamos en la cafetería, y vimos al nuevo, a Dilan, a su esposa, con alguien, iba agarrado de su brazo y sonreía, parecía verdaderamente feliz, incluso le dio un beso-

Ryo ya estaba cerrando la puerta de su apartamento en dirección a la bestia.

-¿Dónde están ahora?-

-Los estamos siguiendo, cerca de la avenida principal, al costado de la tienda de telas, ellos están de compras-

El alfa colgó sin responderles y se subió a su moto y sus manos se detuvieron. La llamada lo había tomado tan de sorpresa que había dejado el pañuelo todavía en la cama. Chasqueó la lengua, eso no era importante ahora pero ¿Por qué estaba haciendo eso? ¿Qué objetivo tenía en mente en ir a donde estaba el joven alfa cuando él estaba saliendo con alguien? Bueno era su líder no, él salía con quien le dijera, mejor en ese caso, con nadie, además y si la persona con quien estaba saliendo quería acercarse a la pandilla, eso los podía comprometer en una situación complicada. La seguridad de la manada siempre era primero.

Ryo se sacudió el cabello en un intento de ponerlo en su lugar. Podía ser demasiado posesivo cuando lo quería, quizás demasiado. Él iría, estudiaría la situación y a la supuesta pareja del alfa y con la misma volvería, necesitaba descansar por si en la noche había problemas. Encendió la moto y se dirigió hacia el lugar.

Horas antes…

Dilan se sentó en la cama restregándose los ojos. Había sido la peor noche de toda su vida, bueno, una de tantas. No pegó ojo, había miles de cosas en su cabeza, empezando por el casi sexo que tuvo en un lugar pública, nada más y nada menos que con un alfa, siendo él el que supuestamente recibía y lo más importante la discusión con su primo.

Sucumbiendo al instinto (Omegaverse/Bl/Erótica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora