Intento prestarle atención a Grace y su extremo cuidado al limpiar mi herida, pero no puedo evitar pensar en cómo se han dado las cosas desde mi llegada a esta casa. Christopher me ha hecho romper mis propias barreras, mis sentimientos me obligaron a confesarle todo, ser tan sincera, que no dude en hacerle saber el papel importante que está adquiriendo en mi vida.
Cierro los ojos una vez más y el recuerdo de sus labios carnosos tomando los míos me hace estremecer de placer.
—Todo está muy bien. —La voz de Grace me saca de mis pensamientos lascivos. —Eso no quita que no debas tener cuidado. Al contrario, es una herida sin cicatrizar y el menor acto imprudente podría infectarse, o, en el peor de los casos, abrirse. —La miro dejar todo sobre un recipiente de metal.
Una leve incomodidad se planta en mi cabeza. Un dolor punzante que mengua las sensaciones que me recorrían por los besos de Christopher.
—Gracias por esto. —Me pongo de pie, palpando con cuidado cerca de la herida en mi cabeza.
Acomodo con extremo cuidado mi cabello.
—No es nada, lo hago con mucho cariño. —Sus ojos claros me observan con tanta ternura y una sonrisa reconfortante. De esas que te inspiran tanta confianza. —¿Isis tomó su medicamento? —Retira sin prisa los guantes de sus manos.
Asiento con seguridad.
—Sí. Digamos que no es algo que le agrade, pero lo hizo.
Ríe.
Es una sonrisa tan bonita. Siempre he pensado que Grace, durante su juventud, debió ser una mujer muy hermosa. Sus ojos claros hermosos poseen esa capa de sabiduría propia de su edad, y están enmarcados en un valle de pestañas abundante y en eso me recuerda a Christian y Christopher, quienes, a pesar de no ser familia biológica de ella, tienen muy pocos rasgos similares.
—No lo dudo. Los niños tienen por naturaleza esa reticencia a los medicamentos, inyecciones, o a la simple mención de la palabra doctor. —Sus labios plasman una sonrisa de dientes relucientes. —Ese hecho me recuerda tanto a Christian y Elliot. Ambos se quejaban cada vez que le tocaban sus vacunas. Bueno, Elliot más que Christian.
—Siempre he sabido que mi padre es el cobarde de la familia. —Miro en dirección al vestíbulo por donde entra una muy alegre y sonriente Ava. —Ese mote de macho, fuerte y tenaz, solo se lo cree él y Mónica. —Se carcajea por sus propias palabras.
Sin poderlo controlar, la seguimos, hasta que toma asiento en el sofá de enfrente.
—Ay, cariño. Que tenga una fobia no le resta fuerza y hombría. —El tono divertido de Grace, no hace más que incrementar mi carcajada.
—Vamos, Abuela. Sé que lo amas, pero no hay que ser ciegas. Mi papá resultó ser tan asustadizo. Incluso se desmayó al ver a la tía Ana en Berlín. Es deplorable y dudable su capacidad de control. —¡Por Dios! Esta mujer no guarda respeto ni por su padre.
Su actitud en este momento me recuerda tanto a la de Ted. Toman las debilidades de los demás y la convierten en el chiste de la familia. No hay un domingo familiar que no termine en carcajadas con esos dos y sus burlas hacia Christian, y por qué no, hacia mi hermano.
Disfruto de la compañía de Ava y Grace, hasta que Phoebe y Mel se nos unen para el almuerzo. Es tan fascinante compartir con esta familia. Tienen una forma peculiar de ser, pero su unión los vuelve tan envidiables. Cada uno tiene una personalidad totalmente distinta a la otra, haciendo que sus similitudes se resuman en una sola: el amor sin medidas que se tienen y demuestran el uno con el otro.
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Christopher Grey #5 (Saga sombras, Grey)
FanfictionTercer libro de los hermanos Grey en La Sombra de mi Ángel.