Capítulo 40 || Sugerencias.

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Espero impaciente, muy impaciente, a que las voces en el exterior dejen de estar. La jodida erección ha bajado, pero no por ella dejo de sentirme frustrado. Es una sensación tan desagradable que queda en tu cuerpo y trastorna tu humor.

Miro el maldito reloj, para ver que voy una hora tarde.

Joder.

Esto me pasa por calenturiento.

Suspiro profundamente estresado. Cuando siento que ya no resisto más este maldito encierro, la puerta es abierta por la castaña

—Lo siento. Tu madre quería... —No la dejo que continúe. La atraigo a mis brazos y me apodero de sus labios.

Suave, sin dejar de ser firme, me muevo sobre sus labios. La sensación que me embarga, al disfrutar su sabor, de su calor, es indescriptible. Es como si todo tomara sentido. Junto a ella nada es igual, todo se desvanece, hasta mi maldita frustración.

Nos separamos cuando el aire empieza a hacerse escaso.

—Debo irme, pequeña —susurro casi sin aire sobre sus labios—. Pero tú y yo tenemos algo pendiente. —Miro su hermoso rostro y sus ojos hacen cerrados producto de este magnífico beso. Los abre lentamente saboreando sus labios. Esa simple acción logra encenderme nuevamente.

—¿Qué? —balbucea, aún turbada por mi beso.

Sonrío al ver cuánto le afecto.

—Me encantaría recordártelo, pero voy tarde. Espero verte aquí cuando regrese. —Sonríe y me deja descolocado.

He admirado muchas veces su rostro. He disfrutado su interacción en las reuniones familiares. He visto su risa muchas veces, pero la que plasma en este momento es nueva, única y demoledora por la forma en que realza su belleza.

Es mucho más hermosa recién duchada, con el cabello húmedo y sus rasgos naturales libre de maquillaje,

—No puedo ir a ningún lado. Tu padre me sugirió —niega con la cabeza y deja escapar el sonido de su risa, que me arrastra a sonreír de la misma manera—, más bien me ordenó, quedarme aquí mientras dure todo el proceso de mi hermana. —Está en lo cierto, papá jamás te brinda una sugerencia. Con él todo son órdenes que el mundo debe acatar por ser el gran Christian Grey.

—Entonces debo agradecerle tenerte tan cerca. —La atraigo más a mi cuerpo. Acaricio con suavidad su mejilla y ella me recompensa yendo al contacto de mi mano, buscando mi calor. —Quiero pasar tiempo contigo, conocerte. Ahora también con Isis, quien de paso parece más unida a ti que a mí.

Se carcajea.

—¿Celoso de una niña, Grey? —Es la segunda vez que hace alusión a un apellido que todavía no porto.

—Para nada. Al contrario, me alegra mucho que se relaciones con otras personas, sobre todo contigo. —Sus ojos adquieren un brillo sin igual. —Por cierto, no soy Grey. Todavía llevo el apellido de mi madre adoptiva.

—Eso no quita que lo seas por nacimiento. —Enreda sus manos en mi cuello. —Además, me gusta llamarte así —murmura coqueta, rozando nuestros labios—. Se escucha tan... sensual. —Se pega más a mi cuerpo, haciendo que sus pechos se rocen con el mío. —Vamos, Grey. Bésame y vete. Vas tarde.

Jodida mujer.

¿De verdad pretende mandarme a la empresa con una erección?

No lo hago, en lugar de tocar su deliciosa boca, dejo un casto beso en su frente que la deja descolocada.

Christopher Grey #5 (Saga sombras, Grey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora