Capítulo 42 || ¿Mía?

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Observo como masajea sus manos a la altura de las muñecas, donde hasta hace unos minutos estaba atada mi corbata. Su mirada está centrada en ese mismo lugar, parece tan conmocionada y lo está, la forma tan fría y demandante en que pidió soltarla me dejó claro que la cagué a lo grande, me dejé llevar por la ira a sus palabras haciendo que el dominante que habita en mí la poseyera, tomara su cuerpo y le infringiera un tipo de castigo, cuando me dije a mi mismo que Liss jamás sería tratada como las mujeres de ese mundo.

Mi mundo.

—Di algo —le pido, sin apartar los ojos de ella. Mi voz, aunque suene normal, sin emoción, no es más que una máscara para la incertidumbre que hay en mi interior.

Maldita sea.

¡Jodí todo a lo grande!

Posa sus hermosos ojos en mí y en ellos no vislumbro la ternura que siempre los acompaña.

—¿Qué quieres que diga? —Su voz es grave y su tono rudo, dejando claro que está enojada—. Acabas.... —se detiene abruptamente, desvía la mirada a sus muñecas, para luego suspirar profundo, como si buscara algo en esa notoria acción—, ¡acabas de practicar tu mierda sádica conmigo! —El gruñido bajo que emite tensa cada parte de mi cuerpo, incluso más de lo que estaba, ya que percibo cuanto se está conteniendo para no estallar como lo hizo en Londres.

—No soy un sádico —le aclaro, pero su mirada fulminante me hace retroceder.

—¡Me vale mierda lo que seas! —Se pone de pie exaltada. La observo sorprendido por su arranque, por el increíble parecido que ha tenido en este momento con su mellizo. Por un momento sentí que tenía a mi hermano frente a mí. —Te advierto, algo, Grey. Jamás —me señala furiosa. Su rostro se ha tornado de ese tono carmesí que tanto me fascina por la forma en que realza su belleza e irradia esa ternura que me enloquece, pero ahora no hay ternura, parece un demonio el cual desconozco como calmar—, nunca en tu vida vuelvas a tratarme de esta manera. No se te ocurra practicar tus mierdas conmigo, porque antes que lo intentes terminaré pateando tus malditas bolas. —Quiero tomar su amenaza enserio, quiero mantenerme sereno, pero toda su jodida frase ha sido tan chistosa, empezando por nombrarme Grey estando consciente de como la hace sentir utilizar mi verdadero apellido.

Intenta salir en ese maldito estado que voy conociendo, y aunque suene masoquista, me fascina. Enojada es tan diferente, me excita verla como una maldita fiera que busca asesinarme.

Siendo veloz llego a ella antes que toque la puerta.

—¡Suéltame! —Gruñe a media voz, pero el dulce sonido de su voz queda silenciado cuando mis labios toman los suyos una vez la recargo en la cama.

Se remueve furiosa, intenta evadir mis labios, luego morderme sin conseguirlo. Inmovilizo sus manos con las mías, intenta golpearme con sus piernas, pero el movimiento solo logra que encaje en el valle de las mismas, haciendo que nuestros sexos se rocen.

—No voy a soltarte hasta que hablemos —susurro, jadeante, buscando sus ojos, los cuales me observan como dos dagas que desearían perforarme.

—Eres un imbécil —espeta furiosa.

La miro fijamente.

¿Debería sorprenderme?

No.

Es lo mínimo que me merezco y lo reconozco.

—Bien, insúltame todo lo que quieras, pero no saldrás de aquí hasta que me expliques que fue todo lo que le dijiste a mi hermana. —Me envía la misma mirada, hasta que en medio del silencio observo como sus ojos se cristalizan.

Christopher Grey #5 (Saga sombras, Grey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora