Capítulo 36 || Renuencia.

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Observo una de las tantas luces que alumbran la habitación. El tono blanco funciona como un balance perfecto a la oscuridad que ha cubierto mi vida en este momento. Me mantengo ahí, parpadeando pocas veces, ignorando las voces que hay en la sala de hospital, buscando dejar en blanco mi mente, pero es imposible. Una y otra vez recuerdo sus palabras, sus manos, su mirada cargada de odio.

"Él me pertenece"

Esa frase llega y con ella incrementa la tensión de mi cuerpo, vuelvo a sentir la ira correr por mis venas opacando todo el miedo que pude sentir y siempre me ha identificado.

¿Cómo pasó?

Busco respuestas en mi interior encontrado solo mis propios sentimientos y me aterra pensar que él tenga tanto peso en mi vida, que mis sentimientos se vean envueltos por ese halo de posesión que dicta la obsesión, que mis emociones despierten un nivel de celos difícil de controlar como lo pude vislumbrar en ella y me fue transmitido con la misma fuerza.

"Eres insignificante, sosa, simple y plana. No eres más que una aventura momentánea y volverá a mí cuando se aburra de tu nula compañía"

Mi mente me lleva al más tierno momento que hemos vivido juntos: nuestro voto de sinceridad en mi apartamento en Londres. Había temor a perderme en sus hermosos ojos. Podía verlo sin reparo cuando me permitió ver cuán sinceras eran sus palabras, sus emociones, su sentir totalmente nuevo.

No mintió y eso creó algo difícil de explicar, pero de la misma manera es firme, algo que ninguno de los dos puede borrar por más intentos que busquemos. No puede ser eliminado algo que nos define, pone en balance nuestro destino, le otorga un sentido a la vida misma, un motivo para aferrarse a esta caótica situación.

¿Quién era la mujer que le devolvió cada golpe?

Aquellos ojos verdes inyectados de ira vienen a mi mente, su cercanía, su voz cargada de amargura siendo más ronca de lo usual, sus palabras que buscaron reducir a nada mi autoestima, la confianza que he depositado en mí misma; su malicia y las ganas de desaparecerme llegan haciéndome estremecer.

—Princesa. —Desvío la mirada con rapidez hacia mi hermano.

Mi corazón vuelve a acelerarse al recordar cómo me rebajé a su nivel, le seguí el juego y acepté corresponderle cada golpe sin pensar en que todo terminaría mal.

Arruga el entrecejo repentinamente. Miro a las tres personas que están detrás de él. Elliot, Ted y Christian. Este último es quien logra obtener por completo mi atención, y es por el increíble parecido que tiene con su hijo menor.

Sus ojos son idénticos, igual de fríos e intimidantes, pero cuando esa máscara de impavidez se esfuma, frente a mí quedan dos pozos grises capaz de entregarte la mirada más cálida y tierna que pueda existir, capaz de hacerte sentir realmente cohibida, y su trato la iguala, he notado como aquel hombre me trata diferente a mi hermana, como si fuese un fino cristal que busca resguardar, y aunque al principio me incomodaba, ahora no lo hace, he llegado a percibir su cariño como el de un padre sumamente protector, absolutamente idéntico a papá.

—¿Qué ha pasado, Liss? —pregunta Ted dando un paso hacia adelante.

Trago el exceso de saliva que segrega mi boca, mientras vuelvo a intentar controlar las reacciones nerviosas de mi cuerpo, el dolor que aqueja mi cabeza y costillas.

Christian se mantiene inmóvil junto a su hermano. Me sostiene la mirada y por un segundo podría afirmar que lo hizo, entró en mi mente y conoce cada pensamiento y acción pasada.

—Pequeña —vuelvo la mirada a mi mellizo que me observa con tristeza y preocupación—. ¿Qué sucedió? Necesito que hables.

Vuelvo la mirada al punto inicial: las luces del techo.

Christopher Grey #5 (Saga sombras, Grey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora