Capítulo 8 || Retroceso.

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Cierro la puerta con suavidad procurando no hacer ruido. Mis pies se sienten pesados, todo mi cuerpo duele y mis ojos escuecen producto de las lágrimas.

¿Por qué a mí?

¿Por qué me odian tanto?

¿Por qué disfrutan hacerme daño?

Cada pregunta se transforma en un vacío. Un hecho sin respuesta, totalmente desconocido.

Duele.

Mi espalda duele.

Con dificultad llego hasta el baño de mi habitación. Un lugar aislado, en el último pasillo donde la puerta que da al sótano queda en frente.

"No eres más que un bastardo"

Las palabras de Ellen resuenan con tanta fuerza en mi mente haciendo que nazca la pregunta más importante de mi vida:

¿Dónde están mis padres?

¿Tan poca importancia tuve para abandonarme?

Mi corazón late frenético. El dolor que se ha instalado en él escuece mis ojos nuevamente, me hace olvidar las heridas físicas que han dejado ella, para darle paso a un dolor mucho más fuerte, en lo más profundo de mí, en ese lugar que te domina, que te provoca unas interminables ganas de llorar en busca de una pizca de liberación.

Y lo hago.

Dejo que las lágrimas salgan. Acostado en el sucio y frío suelo dejo que la presión de mi pecho salga, mis sollozos inunden la habitación y mis ansias de desear morir, terminar con todo este sufrimiento me de ese valor que necesito para hacerlo.

Lloro por ella: por jamás haber recibido una muestra de cariño, cuando he sido abierto a expresarles que me importan, que, a pesar de no llevar su sangre y sus ofensas, hay un bonito sentir hacia ellas.

Lloro por aquella niña: no lo merece. Su cuerpo tan pequeño y sus ojos inundados de lágrima y miedo fueron como una revelación, me debilitaron por completo al punto de impedirme dañarla. No podía, nunca he dañado a nadie que no me haga daño. Nunca lo haría y tampoco lo permitiría.

Lloro por mamá: por ella más que por todos. ¿Cuántas veces he añorado sus abrazos? ¿Cuántas veces he ansiado una tierna caricia? ¿Cuántas noches me he acostado sin comer por sus propias órdenes? ¿Cuándo me verá como su hijo?

Es lo único que quiero. No quiero nada más que ella me quiera.

Lloro por mí: por ser tan tonto para no darme cuenta que nada vale la pena. No vale la pena mi esfuerzo en mis calificaciones, no importan mis modales, no importa existir, cuando para todos soy... nadie. Un bastardo que vive y porta un apellido que no le pertenece, la basura por la cual todos se alejan, la escoria que merece gritos, insultos y golpes. El ser insignificante que no quisieron ni sus propios padres.

No soy nada.

No valgo nada.

Armándome de fuerzas, me pongo de pie. Con dificultad recorro los pocos pasos faltan para llegar al baño. Al entrar, el pequeño espejo me da la bienvenida y siento lástima de mí mismo. De mi aspecto, de mis lágrimas, de mi situación.

Giro mi cuerpo en dirección al espejo y lo que veo en él termina de hundirme por completo en ese pozo de oscuridad del que pendía por un hilo. Decenas de marcas cruzan mi espalda y con ellas hilos de sangre.

Christopher Grey #5 (Saga sombras, Grey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora