Entro por la puerta de la cocina que da al jardín sumido en la más amarga ira que haya sentido alguna vez.
Miento.
He sentido una mayor, aquellas noches en las que me tocaba dormir sin comer por alguna mala jugada de Aimé o Ellen y Elena me castigaba enviándome a dormir al sótano. Ese lugar húmedo, oscuro, lleno de ratas, polvo, suciedad. Un lugar tan deplorable que hacía nacer mi pánico por la oscuridad, y era ese mismo temor el que menguaba mi ira. La reducía a nada en fracciones de segundos.
Estoy jodido.
Llevo más de diez años comprendiendo que estoy jodido de todas las maneras habidas en el mundo. Sé en el tipo de monstruo que me convertí y no tengo intención de cambiarlo. Esto es lo que soy, este es quien el destino decidió fuera y lo acepto. Sé que cada parte de mí tiene una marca imborrable y no me refiero a las físicas, sino a las que conserva mi alma, que acepto sin reparo.
Muchos dicen que todo tiene solución en la vida, con excepción de la muerte, pero no es cierto. Quien me conociera sabría que formo parte de esa excepción. Ellen lo sabe, me lo ha restregado muchas veces y no temor a que el mundo lo sepa, temo por mi familia. Las expectativas que tiene sobre mí son muy altas. Están convencidos que soy un hombre de bien, sin saber que el mayor placer en mi vida lo encuentro golpeando a mujeres, causándole un dolor que jamás me gustaría emplearan en mis hermanas.
Esto es lo hipócrita de mi mundo. Disfruto joder a mujer, pero odiaría ver a las mías en la misma situación. Solo imaginarlo me crea un vacío atroz, que, a pesar de ese temor, no cambia mis gustos.
Me detengo en medio del salón recordando cómo llegué a esto. Ese momento en que comprendí que mis miedos, los ataques de pánico, mi ira, cada uno de mis sentidos podían ser canalizados. Encontré en este mundo de dolor y placer la manera perfecta de doblegar mi subconsciente. Centrarme en el placer a pesar de mis miedos, del dolor que todavía puedo sentir en mi cuerpo, de las sensaciones tan desagradables que por momentos me cubren y me hacen comprender cuán sucio estoy, una mancha que no quiero plasmar en la blanca investidura de mi familia.
Inhalo y exhalo con rapidez observando el inmenso cuadro decorativo de la sala.
Una familia.
Mi familia.
Mi corazón late a una velocidad irreal cuando miles de imágenes pasan por mi cabeza sobre el concepto de familia que tuve toda mi vida, hasta que llegó nuevamente a ese maldito día...
Su rostro.
Aquella sonrisa que destila maldad. Sus ojos inyectados de promesas y cada una más fuerte que la otra. Sus pasos acercándose cada segundo a mí.
Duele.
Mi piel duele por el miedo. Una sensación tan sorprendente e intrigante. Como tu piel hormiguea de manera desagradable, como el corazón se acelera de manera descomunal una vez tu mente envía miles de alertas. Pensar lo peor del momento anula cada uno de tus sentidos. Te vuelve preso del momento, un total sumiso que busca satisfacer su deseo y en mi mente es huir, correr, alejarme de mis recuerdos, de aquel hecho tan deplorable que ha quedado tatuado en mi memoria, con marcas en mi cuerpo, grabado a fuego vivo en mi propia alma y por más que consigo dejar en el pasado jamás he podido ni podré.
Nunca podré olvidarlo.
—Christopher —levanto la mirada para ver un par de ojos azules mirarme fijamente, con cautela—. ¿Pasa algo?
Ese azul últimamente se ha convertido en mi mayor calvario. La llegada de aquella castaña ha desestabilizado mi vida y con ello se ha ido el control que había mantenido.
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Christopher Grey #5 (Saga sombras, Grey)
FanfictionTercer libro de los hermanos Grey en La Sombra de mi Ángel.