Capítulo 5 || Aimé Lincoln.

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—¿Por qué te siento tenso, mi niño? —Observo a los niños correr en su partido de baseball. —No es normal verte un domingo aquí, siempre has regresado a casa por tu trabajo.

No despego la mirada de los chicos, pero mi atención no está en ellos, está en el porqué de haber desviado mi ruta de regreso de Alemania a Portland. Aquí he permanecido desde el viernes, siendo comunicado por teléfono con mi familia. Inclusive, rechace la videollamada de Damon el día de ayer. No estoy para hablar con nadie, menos con él, sus ojos son idénticos a los de su hermana.

—No me he sentido bien últimamente —musito observando a Paul, un niño de ocho años que corre a la tercera base.

—¿Por qué? —pregunta en ese tono maternal que siempre ha utilizado conmigo.

Suspiro profundamente.

—No lo sé. En las últimas semanas he tenido que lidiar con nuevas emociones, desconocerlas me tienen... nervioso. —Me giro a verla. Sus ojos marrones me observan con preocupación, pero también con cariño. —No estoy acostumbrado a sentirme así.

—¿Tiene algo que ver con la pelea de la cual hablan los noticieros? —Mi cuerpo vuelve a tensarse—, o con la chica de los chats. Es la misma, la cuñada de tu hermano. ¿Es por ella?

Asiento.

—Sí. Siempre me he mantenido al margen de personas, he evitado el contacto con terceros por mis miedos... —asiente comprendiendo, ella más que nadie conoce mi fobia al contacto afectivo, afecto que no tuve de niño e intensifica su trastorno el jodido trauma físico al que esa familia me sometió—, ella me toca, mamá. Ella lo ha hecho dos veces, sin mi consentimiento y no siento ese pánico que nace con personas ajenas a mi familia, ni mucho menos cuando me dominan mis sombras. Ella... logra debilitar las peores sensaciones que me cubran en el momento y me desconcierta, me aterra que pase.

Me sincero con ella. Mamá Aurora siempre ha sido mi remanso de paz, esa persona que me inspira confianza, energía, una estabilidad tan equilibrada, que me llevó durante años a ver en ella una autentica madre. A pesar de tener ahora a mi verdadera madre, ella no deja de ser mi confidente, esa persona sabía capaz de escucharme sin juzgarme, o no sé si desconocer a la causante de mi inquietud, hace más fácil contarle mi aterradora experiencia.

Dulcifica su mirada.

—¿Te gusta? —pregunta con cautela.

—Eso es lo desconcertante, no me gusta. No encuentro en ella nada que aporte a que me interese. —Ladea levemente la cabeza.

—¿Es lo que te has hecho creer todos estos días o lo que realmente sientes? —Niego con la cabeza, volviendo la mirada al juego, al momento justo en que Isis y Lea, otra niña, salen corriendo en una dirección sin sentido.

—Es lo que siento.

—Entonces solo ves la vida de manera superficial, mi niño. Nada en la vida tiene un sentido de por qué importa, simplemente lo hace y ya. En la mayoría de casos se necesita un estímulo, algo casi imperceptible para que las personas o las cosas cobren un valor importante. Pregúntate que ha hecho ella para que la pienses, para que esas sensaciones que te inquietan nazcan. ¿Qué ha hecho? —Mi piel se eriza cuando la realidad me golpea tan fuerte, mi corazón late con tanta fuerza, que desconozco a mi propio cuerpo.

La miro directo a los ojos.

—Nada. Existir, estar ahí, verla más seguido. Esto es... estúpido. Sé lo que todos dirían de mi sentir y no es amor, ni siquiera se acerca el cariño. Liss no me genera algo superior, es...

Christopher Grey #5 (Saga sombras, Grey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora