Capítulo 22 || Contigo.

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Ese par de ojos grises cristalinos se posan en mí. La observo fijamente sintiendo lo mismo que siento cada vez que un ataque como ese la cubre: ira. Disimulo mi sentir a través de una sonrisa, un gesto suave y dulce que la ayude a borrar esas imágenes de su cabeza.

Pánico, eso refleja esos hermosos ojos que la mayor parte del día disfruto verlos rebosantes de alegría, de esa chispa de felicidad por la vida que personas con un pasado tormentoso como el nuestro, pocas veces nos permitimos disfrutar.

Evalúo su cuerpo, específicamente sus manos. El agarre firme del mismo va disminuyendo a medida que la melodía va haciendo su trabajo.

Suena tonto, irreal, totalmente estúpido, pero la realidad es una. Por siglos se ha dicho que la música tiene un efecto relajante, tranquilizante y es cierto. Yo mismo he sido testigo de cómo el suave sonido del piano que toca papá me calma. Usualmente utiliza una melodía que Ted llama deprimente, pero es buena, mucho, y te transporta a lugares agradables, te llena de una sensación diferente a la común. Te hace olvidar por completo el tiempo, espacio, la vida misma. Te sumerge en un mundo de recuerdos o te lleva a imaginar un mundo paralelo donde tus sueños y posibilidades son ejecutados, te alienta de una manera sin igual.

Isis me mira fijamente, hipeando por los minutos u horas de llanto, por ese ataque de pánico en que la sumergen las pesadillas y desestabiliza su mundo, no logra diferenciar la realidad de las imágenes que le envía su subconsciente.

No puedo evitar sentirme, en medio de mi ira, triste. ¿Quién disfruta ver a alguien que quiere en este estado? Es sumamente doloroso ver sus lágrimas, percibir su miedo, reconocerlo y más aterrante ver que una pequeña que no tiene conocimiento de los mismos, alguien tan débil y frágil, deba lidiar con ellos, con recuerdos que pasaron hace años y todos creyeron que no le afectarían, pero la realidad es que si, su subconsciente le muestra la misma pesadilla una y otra vez, la altera tantas veces como puede.

—Estoy aquí, princesa —pequeñas perlas de lágrimas recorren su enrojecida mejilla. Su piel pálida se encuentra rojiza por el pasar de sus manos con fuerza por su rostro y manos.

Ladea levemente la cabeza analizando mi voz. Una acción que me recuerda mucho a los animales, específicamente los perros. Es el mismo gesto que hacen cuando te observan fijamente al hablarles y ellos sin comprender mueven levemente la cabeza. Una comparativa algo brusca, pero es igual.

—El... —Intenta hablar, pero se detiene cerrando sus ojitos con fuerza, para luego abrirlos.

—Háblame, princesa. —Desvía la mirada hacia la puerta, donde seguramente alguien se encuentra, o posiblemente todos. Los he ignorado por prestarle toda mi atención a la crisis de mi pequeña. Es lo único que me importa en este momento. Vuelve la mirada hacia mí nerviosa, asustada—. ¿Te sientes...?

No me deja seguir. Empleo la agilidad, para recibirla cuando se pone de pie con una velocidad sorprendente y se escabulle en el hueco que hacen mis piernas cruzadas. Ahogo un gemido de dolor por el impacto de su cuerpo con el mío, específicamente en la herida ya cicatrizada de mi abdomen.

No me había molestado hasta ahora. Han pasado semanas en las que he intentado volver al gimnasio sin poder, ya que, a pesar de la cicatrización, algo dentro de la herida duele cuando ejerzo más fuerza de la normal.

—Estoy contigo, princesa, no debes tener miedo. —Enredo mis manos en su pequeño cuerpecito, escuchando los murmullos de las personas a mi espalda. Esa presión en el pecho vuelve al sentirla, estrecharla en mis brazos, absorber su dulce aroma y comprender que está así, adherida a mi como un ratoncito asustado, por traumas de su pasado.

Christopher Grey #5 (Saga sombras, Grey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora