Herrante

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_Nunca lo olvides, nosotros te querremos, seas como seas _

Naél despertó, dejando ver el particular color negro de sus intensas pupilas.
Los últimos silbidos de la voz de su madre, aún resonaban en su cabeza hasta desvanecerse desde sus sueños.

Miró a su alrededor, el lugar no le resultó muy familiar, porqué no acostumbraba a dormir dos días en el mismo cobijo.

Esta vez le tocó un hospital psiquiatrico abandonado, con las paredes pintadas en grafitis, y grandes telarañas sobre el techo de las paredes.

Su oído, pudo escuchar varias ratas corriendo en otras estancias vacías del lugar. A una distancia considerable, tanto como para que un oído normal no pudiera ni siquiera presentirlas. Pero él sí. Él era capaz de oír más hallá de lo que él quería oír.

Naél no podía controlar aquel sobrenatural instinto que le hacía alejarse de ser un humano normal.   Por eso, no dormía en los mismos sitios, y su estancia en una misma ciudad se acortaba a un breve espacio de tiempo.
Cuando uno de esos ataques incontrolables llegaban a él, toda su apariencia cambiaba hasta hacerle parecer totalmente una bestia.
La última vez que le pasó estuvieron muy cerca de alcanzarle.

Dos meses atrás

La oscuridad de la noche es el mejor cobijo para las bestias. El salvajismo de su instinto le llamaba a caminar por los oscuros callejones, ocultando su apariencia entre las sombras de la noche.

Casi hipnotizado, sentía sus carnes endurecerse. Volvía a él, ese intenso ardor de fuego que recorría el interior de su cuerpo. Sus sentidos se agudizaban con cada paso que daba.

En esos momentos pudo controlarlo, aquella bestia que yacía en su interior se sentía tranquila, en calma.

A varios pasos de distancia, pudo escuchar a unos hombres ebrios hablar y reír entre ellos.
El olor a alcohol que emanaban le desgradó desde la lejanía.

Quiso pasar por delante de ellos, ignorando sus presencias y esa voz interior que le pedía divertirse con presas fáciles. Pero pudo controlarse, más bien pudo controlar aquel animal salvaje que vivía en él. Sabía que las presas fáciles no eran sus favoritas, el juego de su depredador era aquél que le dificultaba su maligna obra.

Creyó haber pasado sin obstáculo, hasta que la voz de uno de ellos se dirigió hacia él.

_Oye, porque no te unes a nosotros _Totalmente ebrio, el hombre casi no podía sostenerse.

_Lo siento, solo camino _ Afirmó su ronca voz, sin ni siquiera girarse a mirarles.

_Venga hombre,¿ te va a retar tu mamá? _ Bruló un segundo hombre , mientras el resto reía a carcajadas.

El puño de Naél se apretó con fuerza, luchaba internamente por no liberar aquello que le dominaba. Pero no pudo, aquél hombre tocó el clavo ardiendo, nombró a aquella persona que no sólo le había amado a él, sino que también aceptó y cuidó a aquello que vivía en su interior.
Nombró a quien había sido capaz de amar a la bestia..

Su corazón comenzó a latir con fuerza, sintió como su piel se endurecía y ese fuego intenso se convirtió en la lava del infierno ardiendo en sus venas.

Perdió el control, ya no era él...

En décimas de segundo, se encontraba frente al hombre de la burla, sosteniendo su cuello contra la pared. Sus pies ya no tocaban suelo, y el gesto de su rostro y su mirada era la auténtica imagen del horror. Sabía lo que aquél hombre estaba viendo, y no era nada humano.  Era el rostro de la bestia.
Sabía que sus ojos ya no eran de su negro color natural, sino eran teñidos de un rojo sangre, tan real como la que derramaba en sus victimas.
Sabía que las venas de su cuello eran negras y marcadas.
Y el color de su piel se empalideció haciendo juego con el negro de sus venas.

Los acompañantes también ebrios, de aquél hombre, huyeron despavoridos al ver el verdadero ser de la bestia. Bueno no del todo, solo lo que le dejaba reflejarse su cuerpo humano.

No se preocupó de ellos.
Sólo se deleitó quebrando el cuello de aquél hombre con aquella sobrehumana fuerza.

La noticia corrió cómo la pólvora, y ahí estaban otra vez... Sus mayores enemigos, aquellos individuos de las fuerzas de seguridad, que luchaban por atraparlo, para convertirlo en una rata de laboratorio....

Presente.

Recogió las pocas pertenencias que llevaba en una mochila negra, y se fue del psiquiatrico saltando por la ventana, desde un quinto piso.

Cayó semidoblado, con la habilidad de un animal.

Y así es como vivía, de un lugar a otro, huyendo como un fugitivo, desde  que cumplió los quince años de edad, cuando por desgracia falleció la única mujer que le había amado. Su mamá.

_No dejes que te encuentren_. Fueron unas de sus últimas palabras antes de despedirse para siempre.

3:00 Am.

La noche intensa brillaba en su oscuro esplendor. Y como animal nocturno, Naél se cobijaba entre las sombras...

Continuará...

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