⚘『Jardinero de almas』⚘ ✦TaeKook✦

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TaeHyung sostenía un libro de leyendas japonesas entre sus manos pasando con suavidad las hojas usando la punta de sus dedos totalmente ajeno a sus rosas blancas que yacían frente a él siendo ligeramente agitadas por el suave viento que corría.

Estaba completamente envuelto por la magnífica lectura de la que disfrutaba hasta que escuchó unos pasos acercándose a él que fueron acompañados por una risa que lograron devolverle al mundo real.

—¿Qué lees TaeHyung? —Cuestionó YoonGi sentándose sobre el césped a su lado.

—Uh, es un libro compuesto por varias leyendas japonesas, pero justo ahora estoy leyendo una un tanto interesante sobre el hilo rojo del destino —Sonrió colocando el separador en la hoja que leía y luego cerró el grueso libro para mirar a el contrario. —Se supone que en nuestro dedo meñique tenemos un hilo rojo que es irrigado por la misma arteria que da al corazón y esto nos mantiene unidos a la persona con la cual mantenemos un fuerte vínculo y que algún día llegaremos a conocer

—¿Algo así como las rosas rojas? —YoonGi levantó su meñique para mirarlo por unos segundos mientras Tae reía.

—La diferencia es que nosotros no las vamos a matar por una estúpida norma que nos rige —Nuevamente el menor abrió el objeto para continuar cuando notó que su amigo se inclinaba ligeramente.

—Tienes que cuidar más a tus flores TaeHyung, mira, a está le están empezando a crecer espinas —Le mostró el tallo de una rosa blanca de la cual comenzaba a nacer un pequeño bulto puntiagudo.

Llevando su mano a su bolsillo sacó unas tijeras de hermosos detalles dorados con las que cortó con cuidado aquello.

—Si no lo haces la flor se va a corromper hasta volverse amarilla... y no quieres que tus otras rosas mueran a causa de eso... o incluso que te mate a ti ya que viajas con frecuencia al mundo humano, sabes que si esas rosas no se controlan se hacen problemáticas

YoonGi se reincorporó con lentitud siendo seguido por la atenta mirada de el azabache quien clavó sus orbes café en él.

—Sabes que tengo más conocimiento sobre ese mundo que de las rosas de este pero tampoco quiero que todas esas almas sufran por mi culpa... —Su rostro se tiño de carmín a causa de la vergüenza. —¿Puedes explicarme un poco más?...

El mayor rodó los ojos volviendo a tomar asiento a su lado.

—Sólo las rosas amarillas tienen espinas, por lo que si a una de cualquier otro color le empiezan a brotar, va a corromperse hasta volverse de ese color... son como una plaga, si una se vuelve de ese color se esparce a las demás —Los ojos de el chico recorrieron cada una.

—Y... ¿Nosotros la sembramos desde que la persona nace?

El mayor negó varias veces. —No en todos los casos, hay algunas en las que si sucede pero en otras no, algunas por ejemplo florecen cuando la persona entra en la adolescencia, cuando son adultos, niños o ancianos... no hay un tiempo fijo para que la persona florezca y llegue a nuestras manos, pero una vez lo hace tenemos que guiarlo el resto del camino

Los dedos de el más bajo acariciaron el pétalo de una rosa rosada antes de continuar.

—Y es posible que algunas pasen de ser rosas a blancas, amarillas a rosa o blancas a amarillas dependiendo de las acciones que tomen, por eso debes estar al pendiente de cada una... la única que nunca va a cambiar de color sin importar las circunstancias es la roja, pero no te preocupes por eso, casi nunca sucede algo así

Ambos rieron y algo vibró en el bolsillo de TaeHyung quien sacó su móvil con rapidez mirando la hora, abriendo sus ojos como platos.

—Mierda, casi olvido que tengo taller de arte en treinta minutos —Musito mientras Min le miraba con curiosidad.

—¿Qué es eso? —Señaló el iPhone con el dedo índice.

—Ah, esto —Dejó que lo sosteniera entre sus manos. —Es mi celular, con esto entro a redes sociales, hablo con mis amigos, veo vídeos y hago más cosas, incluso puedo tomar fotos pero aquí no tengo señal

Tae abrió la cámara con fascinación al enseñarlo a YoonGi quién simplemente miraba a TaeHyung y luego el aparato.

—Cosas de humanos mortales e inútiles.

—De hecho, de alguna manera nosotros somos humanos ya que físicamente somos iguales a ellos pero vivimos en otro mundo un tanto superior al de ellos... lo mismo pasa con el lugar donde recide Júpiter, Neptuno, Febo...

TaeHyung prefería llamarles mundos diferentes y no dimensiones, pues a todos los conectaba un mismo lazo.

—Si, si, como sea —Se levantó entre risas. —Es mejor que vayas ya a tu taller de arte Kim, cuídate

Se despidió el chico antes de alejarse de su amigo quién sólo río tomando sus cosas del césped para salir corriendo por un camino de hermosas y relucientes piedras bajo sus pies escuchando el cantar de las aves mientras que de su bolsillo sacaba un pequeño medallón de oro a forma de rosa con las siglas "K.TH" en el centro.

Su rápido andar se detuvo cuando se encontró con un gran arco de plata que era sutilmente abrazado por rosales, flores y hojas que le daban vida con un hueco circular sobre el piso donde el chico colocó el objeto de oro esperando unos cuantos segundos antes de que un portal se abriera, sin dudar volvió a tomar en mano el medallón privilegiado que pocos tenían para viajar a través del jardín (su mundo) y el otro humano.

En un segundo TaeHyung se encontraba saliendo de entre unos cuantos arbustos guardando su "tesoro" de nueva cuenta en su bolsillo mientras dibujaba una sonrisa en su rostro caminando al lugar donde le impartian clases mirando al cielo con su mano en su bolsillo.

Aún le era curioso como funcionaba la conección entre ambos mundos y los restantes pues para volver de nueva cuenta al lugar dónde nació tenía que acercarse a cualquier lugar donde abundara la vegetación, frotar suavemente el medallón con la yema de su dedo pulgar y el portal se iba a abrir por unos cuantos segundos cerrándose después automáticamente.

Y todo lo resultaba bien, nadie sospechaba de él, tenía un trabajo de medio tiempo como repartidor tres veces a la semana, era estudiante y hacía lo que le gustaba.

Una vida completamente normal para alguien... que no cumplía del todo con aquella palabra.

Pero que disfrutaba de formar parte aunque sea un poco de la misma.

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