Capítulo 1

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— ¿Te sorprende verme?

Encoge los hombros y ese sencillo gesto que recuerda que sigo como imbécil sosteniendo la puerta. Paso saliva con dificultad, haciéndome a un lado para que ella entre a la casa.

— La verdad es que si.

— Pues ya lo ves, nunca digas nunca.

Se detiene a pocos pasos de mi para mirar a Jason y Gail sentados en el comedor. Supongo que tampoco es una escena que ella esperaba ver, por lo que se remueve incómoda en la sala.

— ¿Podemos hablar en privado?

Asiento hacia Ana pero no tengo que decirlo, Taylor toma el brazo de la señora Jones para llevarla hacia la cocina con sus platos del desayuno.

— Puedes hablar ahora. — Meto las manos en los bolsillos de mi pantalón.

La veo sentarse en el sofá, pero cuando nota que yo no me siento, se levanta de nuevo y comienza a pasearse en la sala como si fuera a hacer una jodida zanja.

— Imagina esto. Después de que me diste el dinero pude pagar mis deudas y el préstamo escolar que tenía. Incluso le pagué a José por las veces en que me dió dinero para la renta del departamento. — Hace un gesto con la mano para restarle importancia. — Ya había faltado a la universidad por dos semanas, así que lo tomé como una oportunidad y me dí de baja. — Sonríe divertida ante lo que supongo es la mejor idea del mundo. — Por primera vez en mi vida era libre de hacer lo que quisiera, así que busqué la primera playa en el mapa y me trasladé para allá.

Debí suponerlo. Salió de Seattle con tanta prisa que creí que huía de mí cuando en realidad escapaba de todo su pasado. Yo incluido.

— Llegué a una hermosa playa, me instalé en un hotel decente y pasé los siguientes días tomando el sol y nadando en el mar.

— Suena a unas buenas vacaciones.

— Oh, claro que lo eran. — Dice y sigue caminando de un lado a otro. — Hasta que dije: Ana, disfruta antes de que llegue tu periodo o atraerás tiburones.

Una sonrisa burlona se estira en sus labios y yo quiero gruñir por la jodida mención de su periodo como si fuera la cosa más graciosa. ¿Por qué lo menciona?

— ¿Y qué crees que pasó? — Arquea la ceja.

— Obviamente no fuiste comida de tiburón.

— Así es, qué observador. El asunto es que mi maldito periodo no llego...

Mierda.

¿Esta tratando de decir lo que creo? Su tono de voz es cauteloso, aunque podría jurar que esconde algo de enojo en esas palabras.

— Creí que era estrés, ya sabes. Ser comprada, desvirgada y luego secuestrada por un maldito loco no suena tan mal como ser amenazada con un arma y terminar en el hospital.

— Lo siento por eso.

— Decidí esperar una semana más antes de entrar en pánico, luego tomé una prueba casera de la farmacia y... Estoy embarazada.

Jodida mierda.

Presiono mis labios con fuerza por la confirmación de mi mayor temor. Aunque tengo que admitir que era una posibilidad desde aquel momento en que Gail notó el asunto de los condones.

De cierta forma, tuve tiempo para pensar en las posibilidades y en las alternativas de las estúpidas acciones de Camille.

— ¿Me escuchaste? ¡Estoy embarazada! — Chilla furiosa. — Por primera vez en la vida puedo hacer lo que desee ¡y termino embarazada!

— Deja de gritar, déjame explicarte...

— ¿Explicar, qué? ¡Lo dejaste claro hace tiempo! No quieres ser padre y yo no estoy lista para ser madre, ¡Apenas puedo ser responsable de mi misma!

— Ana, cálmate.

Saco las manos de los bolsillos para sujetar sus brazos y tranquilizarla. Sin que pueda evitarlo, mis ojos recorren su abdomen cubierto por la sudadera gris sin encontrar señales visibles de un vientre abultado.

— ¿Que me calme? ¡¿Cómo pudo pasarme esto a mi?!

¿Debería confesarlo? Decir que Camille tiene la culpa de lo que ocurrió no resuelve en nada esta situación.

— En realidad hay una explicación para esto. — Ella se libera de mi agarre y me mira furiosa. — La mujer que te disparó tenía la intención de embarazarse para chantajearme, así que saboteó mis preservativos.

— ¿Quién? — Balbucea sorprendida. — ¿La maldita loca? ¿Ella hizo esto?

— Me temo que sí.

— ¡Tú lo sabías! ¡Y no dijiste nada! — Me gruñe.

— Lo supe después que te disparó, luego intenté buscarte pero habías huído, ¡No es mi maldita culpa que huyeras!

Se aleja de mi para ir a sentarse en el sillón, cubriendo su rostro con las manos.

— Yo te busqué. — Continuo. — Durante tres semanas intenté dar con tu paradero hasta que entendí que no querías ser encontrada.

— Créeme, si hubiera querido que me encontraras habría dejado un camino de migajas.

— No soy una jodida paloma. — Gruño por la referencia. — Me refiero a que supuse que no querías saber de mí y por eso te dejé ir.

— ¡Quería ser libre! — Se cubre de nuevo el rostro.

— ¿Y qué piensas hacer? Dímelo, lo que sea necesario lo haremos.

Después de todo, también es mi maldita culpa por no haber hecho que se pusiera la inyección. No tengo dudas sobre que lo que crece en su vientre es mío.

— Lo estuve pensando. — Se abraza a si misma. — No estoy lista para ser madre y definitivamente no quieres ser padre, pero soy incapaz de deshacerme de él. No quiero que sufra lo que yo sufrí, sin tener familia o personas que se preocupen por ti. Mi alternativa por ahora es esperar a qué nazca y darlo en adopción.

¿Qué?

— No puedes estar hablando en serio.

— Claro que sí, ¿Quieres tenerlo tú y ser padre soltero? Yo no quiero arruinarle la vida a este bebé. — Se acaricia el vientre sobre la ropa.

Maldición. Yo también estoy jodido de muchas formas y no debería servir se ejemplo para nadie, pero los Grey no me dejaran en paz sabiendo que tengo un hijo y que lo dí en adopción.

— Podríamos encontrar la forma de criarlo.

— ¿Cómo? — Se pone de pie y se planta frente a mi. — Míranos bien, Christian. Ni tú ni yo deberíamos tener semejante responsabilidad porque no somos aptos para la tarea. Estás loco y yo apenas puedo cuidarme a mi misma.

— Por eso volviste.

— ¡Claro que volví! Yo no tengo familia o alguien que me ayude y la única persona responsable de él además de mi, eres tú. Tendremos que tomar las desiciones juntos.

— Supongo que podemos hacerlo.

Por el momento.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora