Capítulo 40

2.4K 222 14
                                    

Apenas puedo creer su jodida actitud infantil. ¿Qué espera? ¿Que alguien intente abusar de ella para que comprenda el riesgo al que se expone?

Tomo el ascensor hacia el vestíbulo y salgo de mi edificio lo más rápido que puedo. No voy a permitir que Ana haga una maldita escena frente a mis empleados o cualquier jodido paparazzi en busca de un espectáculo.

— Trae el puto auto y súbela a la fuerza, me importa una mierda cómo lo hagas. — Le gruño a Taylor cuando me detengo a su lado en la acera.

Mi vista se fija en la cafetería de enfrente y en la mujer de seguridad que acompaña a la jodida chiquilla al exterior del local. Ana lanza un beso con su mano a alguien en el interior antes de acercarse.

— ¿Qué mierda crees que haces? Te dije que debías mantenerte lejos de cualquier fulano mientras llevaras a mi hijo en el vientre.

— ¿Por qué tengo que hacerlo? Tu y yo no somos nada... Y esta es mi oportunidad de conseguirle otro papi a mi bebé.

— ¿Oportunidad? Perdiste cualquier maldita oportunidad cuando quedaste preñada. — Gruño con los dientes apretados, intentando controlar mi furia.

— ¿Y de quien fue la culpa, eh? — Dice mientras Taylor la empuja hacia el auto. — ¡Tuya, por supuesto! ¡Esto lo sabrá tu loquero!

Mierda.

Apresuro a Taylor y Prescott para que saquen a la jodida chiquilla de mi vista, pero no me pasan desapercibidas las miradas curiosas de los peatones.

Doy la vuelta para regresar a mi edificio pero me detengo en la entrada por la extraña sensación de ser observado. ¿Pero quién? ¿La puta prensa?

Tomo el ascensor hasta mi piso solo deteniéndome para pedirle a Andrea que nadie me moleste. No estoy de jodido humor para lidiar con ninguno de mis empleados. Reanudo la lectura del informe pendiente por la próxima hora, hasta que chillidos agudos suenan afuera de mi oficina.

— ¡Christian! ¡Christian!

— Mierda, ¿Ahora qué? — Gruño todo el camino hasta mi puerta y abro. — ¿Qué mierdas quieres?

— Lo siento mucho, Señor Grey. — Andrea me mira avergonzada.

— ¿Esa es la forma de tratar a tu hermana, pedazo de idiota? — Chilla la rubia. — ¿Qué haces que no puedes atenderme? ¿Cogiendo con tu novia?

Le hago una seña a mi estúpida hermana para que entre en la oficina y deje el jodido escándalo. Andrea vuelve a disculparse con la vista puesta en el piso.

— Recuérdame conseguirte una pistola con tranquilizantes.

Mi asistente sonríe antes de volver a su escritorio y yo cierro la puerta para seguir a Mía.

— ¿Cuánto?

— ¿Qué? ¿Crees que esa es la única razón para que venga a visitar a mi hermano?

— Si. Ni siquiera voy a preguntar para qué quieres el dinero, solo dime cuánto y lárgate de una jodida vez.

Exhala con frustración pero no corrige el error, solo intenta lucir avergonzada como una maldita forma de no parecer interesada.

— No es mucho, solo 8 mil dólares para la inscripción.

— ¿Qué tipo de inscripción?

— Para un curso de diseño de interiores. Mamá dijo que no me dará dinero hasta que termine una carrera como lo hizo Ana, así que...

Solo la observo mientras se remueve incomoda en la silla. Estudió para ser chef en París hasta que descubrió que eso no era lo suyo. Luego intentó ser asesora de modas sin éxito porque incluso para eso debe tener los estudios correctos.

— Te daré el dinero, lo sabes. Pero tendrás que rendirme cuentas de tus calificaciones si quieres volver a ver un jodido centavo de mi dinero. ¿Necesitas dinero para libros o algo así?

— No. Los 8 mil son suficientes para la inscripción y una laptop nueva.

Busco la chequera en el cajón del escritorio y escribo la cantidad exacta para mi hermana, esperando que esta sea la oportunidad correcta para redirigir su vida.

— ¿Tienes un plan B? — Pregunto cuando extiendo el cheque.

— Los padres de mi amiga Lily se divorciaron y su papá es guapo... — Encoge los hombros en un gesto de indiferencia.

— Y es rico. — Concluyo y ella asiente. — Si obtienes el diploma seré tu primer cliente, Ana podría querer redecorar nuestra casa.

— ¡Lo haré! Dios, claro que me encantaría trabajar para tu novia. ¡Gracias hermanito!

Agita el cheque en mi cara y sale sonriente de mi oficina. Maldita loca. ¿Qué mierdas les pasa a las mujeres estos días?

Permanezco en la oficina toda la tarde para supervisar los informes y avances que Amber ha presentado en las últimas semanas. Admito que hace un gran trabajo pero aún hay algo en ella que no me genera confianza desde que supe lo de su relación con Keller.

Guardo la Macbook pro antes de salir de la oficina y permitirle a Andrea que se retire una hora antes. Seguramente Taylor sabe de mi salida y me espera junto al auto pero soy detenido cuando cruzo el vestíbulo.

— ¡Señor Grey! ¡Señor Grey! — Amber corre en tacones hacia mi.

— ¿Qué necesita? — Me detengo solo por cortesía.

— El proveedor de Taiwan está retrasando el envío de los materiales, creí que sería mejor si usted se dirige personalmente a sus oficinas.

— ¿Hasta Taiwan? — Gruño molesto. — No puedo viajar, la señorita Steele me necesita. ¿Por qué no vas tú?

— ¿Yo? — Sus ojos se amplían por la sorpresa. — Como usted ordene, señor Grey. Puede confiar en mí.

Entrelaza sus manos y baja la vista a sus zapatos en ese gesto sumiso que ahora reconozco a la perfección. ¿Estará fingiendo? ¿Será su actitud habitual? O mejor aún, ¿Su personalidad sumisa?

Sonrío ante la maldita sorpresa de alguien siguiendo mis jodidas órdenes.

— Confío en ti, Amber. De hecho me sentiría mejor si te aseguras personalmente de que los envíos se hagan a tiempo. ¿Puedes hacerlo?

Doy un paso hacia ella y sus ojos se alzan para mirarme, sus labios ligeramente entreabiertos.

— Haré lo que sea que usted me pida.

Vuelvo a sonreír mirando por primera vez la reacción de su cuerpo a mi presencia.

— Volarás en mi jet. — Ordeno en voz baja y noto sus pezones marcados sobre la tela de su sostén y blusa. — Volverás a mi con un informe completo.

Ella traga con dificultad antes de asentir. Una maldita sumisa por naturaleza con rubor en sus mejillas.

— Puedes irte ahora. Dulces sueños.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora