Capítulo 65

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— Dios, si. — Arquea la espalda contra el colchón, buscando mi toque.

— Baja la voz, no quiero despertar a Ted.

— No puedo... — Vuelve a jadear. — Deberíamos enviarlo a su propia habitación.

Tengo que besarla para que deje de hablar y pueda concentrarme en mi propia liberación, no es el momento para una jodida charla sobre el futuro.

— ¡Christian! — Clava las uñas en mis hombros cuando se estremece.

Embisto más rápido porque estoy muy cerca y no hay nada de sexo vainilla en esta reconciliación. Me inclino mas sobre ella y muerdo la piel de su cuello para dejarle una marca como la que acaba de dejar en mi piel, luego me dejo caer a su lado.

— Te perdono... Lo que sea que hayas hecho... Te perdono. — Dice aún agitada.

— Soy yo quien debería perdonarte. — Frunzo el ceño. —  Yo no oculté información.

— Pero mantuviste a la zorra de Amber cerca de ti cuando claramente te lo advertí.

— Mierda, ¿Alguna vez vas a dejarlo ir?

Se acomoda de lado, apoyando la cabeza contra mi pecho y su brazo sobre mi cintura.

— Tienes razón. Acepto tus disculpas, podemos dejar el pasado atrás y empezar de nuevo.

— Yo no estaba disculpándome, pequeña manipuladora. — Intento sonar molesto, pero ella sigue mirándome como si fuera un jodido helado. — ¿Qué?

— Te amo.

Mierda, no de nuevo. Me quedo inmóvil con mis pensamientos yendo de un lado a otro. ¿Qué espera que diga? ¿Que le doy mi oscuro corazón con un puto lazo?

— ¡Deberías ver tu cara! — Se ríe cubriendo sus pechos. — No tengo suficiente de tu expresión de pánico.

— ¿Haces esto para burlarte de mi? — Gruño.

— No. Si te amo, y quería decirlo. — Se sienta en la cama para poder mirarme. — Sabía que no tomarías bien mis palabras, pero quería decirlo. Por mi.

— Yo... Mierda, ni siquiera puedo pensar en una buena excusa.

— Olvídala, no la necesito. Pero estoy muy cansada, ¿Te quedas a dormir conmigo?

— Si.

Ni siquiera tiene que pedirlo, no pensaba dejar mi cama o a mi mujer ahora que la recuperé. Cierro los ojos sintiendo su brazo rozar con el mío y me quedo dormido en minutos.

El primer sonido del que soy conciente es el llanto de Ted, tan bajo como un ligero sollozo que me hace levantar la cabeza. Ana no está en la cama y el reloj indica que son las 7 de la mañana.

— ¿Ana? — La llamo, en caso de que esté en el baño.

Pero no responde. Me incorporo para detenerme frente a la cuna de mi hijo y lo levanto en mis brazos, deja de llorar al instante.

— Eso es Ted, ¿Estabas cansado de estar ahí acostado? ¿Nada divertido qué ver?

Lo llevo conmigo a la cama y lo acurruco contra mi pecho. Sus ojos azules mirándome con curiosidad y fascinación.

— ¡Ana!

— ¿Si? — Se asoma por la puerta de la habitación.

— ¿En dónde estabas? — Gruño con los jodidos nervios de punta.

— Fui a tomar un vaso de agua. — Su ceño se frunce cuando se acerca. — ¿Creíste que escaparía mientras duermes? ¡No me voy a ir, idiota desconfiando!

Se sienta de su lado de la cama y acuna a Ted en sus brazos para calmarlo, meciéndolo suavemente.

— Acabo de cambiar su pañal, creí que volvería a dormir cuando lo acostara en su cuna. — Me mira con los ojos entrecerrados. — ¿Ahora debo permanecer todo el tiempo a la vista? ¿O quieres que me pegue a tu cadera como siameses?

— Sé otra forma en que puedo pegarte a mi cadera.

Sus ojos se abren con advertencia antes de mirar a mi hijo, luego sonríe.

— El sexo no va a arreglar esto, ¿Estás loco?

— Si. También podría embarazarte otra vez, así querrías estar cerca de mi todo el jodido tiempo.

— ¿Intencionalmente? Eso es un gran avance en nuestra relación. — Se burla. — Creo que empezar a hacer cosas con plena conciencia es el camino correcto... ¿Algo que quieras decir?

Su perfecta ceja se arquea mientras me mira con insistencia.

— No este día. — Advierto. Su nariz se arruga en ese gesto obstinado que me irrita.

— Mañana puedo volver a intentarlo, soy muy persistente, señor Grey.

— Necia es la palabra que buscas.

Me dirijo al baño para tomar una ducha, es temprano y estoy en tiempo para ir a la oficina después de todo este jodido drama. Cuando salgo, Teddy ya está vestido y Ana busca ropa en el closet.

— ¿Qué crees que haces?

— Me estoy preparando para la oficina, aún soy tu secretaria. — Toma una falda negra y una blusa blanca. — ¿Cuáles son las prestaciones para las empleadas que son madres?

— Ninguna.

— ¿No tenemos una guardería? ¡Pero Christian! ¿Por qué?

— ¡Porque es una jodida oficina, no un centro infantil!

— ¿Y qué hay de Teddy?

— Eres su madre, quédate a cuidarlo. Sabes que no necesitas trabajar y sé que conservas la tarjeta que te dió Andrea.

— ¡Pero quiero trabajar!

— No lo necesitas.

Me visto rápidamente y tomo a mi hijo en mis brazos para dejarlo con la niñera. Ana tendrá que entrar en razón y quedarse porque...

— ¡No te atrevas a decirme qué hacer, Christian Grey!

Me lanza una zapatilla que por poco golpea mi espalda, Gail y Eileen nos observan desde la sala, compartiendo miradas confundidas.

— Tome. — Le entrego a Ted a la niñera para enfrentar a la obstinada chiquilla — ¡Tu trabajo es ser madre!

— ¡Soy perfectamente capaz de cuidar a mi hijo y hacerme cargo de tu agenda! — Apoya las manos en las caderas balanceándose por la diferencia de altura llevando un solo zapato.

— No vas a llevar a Ted a GEH, no es seguro.

Por el rabillo del ojo veo a Gail haciéndole señas a Eileen para que la siga a la cocina, ninguna parece preocupada por nuestra discusión.

— Tiene una niñera, ¡y una guardaespaldas! Es el niño más seguro en todo Seattle, Christian.

— ¡No voy a convertir mi jodido edificio en una guardería!

Me mira con los ojos entrecerrados apretando los labios hasta formar una línea.

Mierda.

Conozco esa expresión.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora