Capítulo 6

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— ¿Qué está haciendo?

— No lo sé, señor. Se encerró en la habitación tan pronto como llegamos.

— Bien. Mantenla vigilada y no permitas que salga de la casa.

— Por supuesto, señor Grey.

Termino la llamada con Prescott esperando que de esa forma pueda tranquilizarme y volver a poner mi atención en los negocios. Mientras más lo pienso, más me convence la idea de tener un Director de Operaciones.

— Andrea. — La llamo por la línea fija del intercomunicador — Dile al jefe de Recursos Humanos que suba.

— Si, señor Grey.

Apilo los documentos sobre la bandeja de los pendientes porque obviamente no tengo cabeza para revisarlos y espero a que Reese se presente en mi oficina.

— ¿Jefe? — Golpea la puerta al tiempo que asoma la cabeza — ¿Me llamaste?

— Si, toma asiento.

— Claro.

Saca una libreta de su bolsillo y una pluma cuando se ha sentado, esperando atentamente mis indicaciones. ¿Es mucho pedir que la jodida chiquilla haga lo mismo?

— Necesito un vice presidente, alguien de confianza que ocupe el puesto como Jefe de Operaciones.

— Entiendo, señor.

— Pero no quiero a cualquier persona, necesito a alguien altamente capaz y con apego a la empresa. No quiero el mismo maldito error que con Ros.

— No, señor. ¿Algún requisito en especial?

— Ninguno. Envíame los currículos de las personas que se postulen para el puesto y yo haré la entrevista final.

— Como digas, Jefe.

Reese sale de mi oficina con rapidez, e inevitablemente mi mente vuelve a la chiquilla necia en lugar de atender mis asuntos pendientes. Por fortuna, omitir mis deberes un par de días no me hará más pobre y puedo tomar las cosas con calma.

Después de tomar mi comida en la oficina, reviso algunas de las propuestas de mi jefe de Adquisiciones hasta que el sol comienza a caer sobre los edificios de Seattle. Tal vez mantenerme ocupado en la oficina me permita dejar de pensar en Ana.

Taylor aparece por mi oficina para hacerme saber que es la hora de volver a la casona, así que tomo mis cosas para bajar hasta el vestíbulo y minutos después estamos ingresando en las tranquilas calles de Broadview.

— Bienvenido, señor Grey — Gail nos recibe en la puerta — La cena está lista.

— Gracias.

Se lleva mi maletín al estudio y Taylor se dirige a la cocina para esperarla. Yo voy al comedor pero volteo cuando se escuchan pasos que bajan por la escalera, Ana y Prescott aparecen justo a tiempo para la cena.

— ¿Estás bien? — Le pregunto a la chiquilla de ojos azules.

Pero ella me ignora para ir a sentarse a la silla donde Gail dejó su plato. Y sé que es su plato por la enorme porción de verduras que acompaña el trozo pequeño de filete con aderezo.

Antes de que pueda ir hacia mi sitio, el timbre de la puerta principal suena y me detengo para ver a Gail abrir la puerta a nuestra inesperada visita, ¿Quién podría ser un lunes en la noche?

— ¡Christian! — Su voz chillona lástima mis oídos — ¿En donde estás, grandísimo idiota?

Jodida mierda. Mía pasa por un lado de la señora Jones y se detiene en la sala. El tacón de su zapatilla golpea mi piso con impaciencia.

— No tienes que gritar, maldita sea.

— ¿Ah, no? ¿Y como esperas que te llame después de lo que me hiciste?

— ¿Yo? — Gruño.

— ¡Tú! ¡Me abandonaste para irte con las gemelas tetas infladas! ¡Te odio!

Mía intenta empujarme por el pecho pero la esquivo. No necesito a otra chiquilla provocando pánico y pesadillas en mi muy jodida mente.

— ¡Te fuiste primero! ¡Estabas cogiendo en un baño como una puta!

— ¿Christian?

Mierda.

Ana se detiene a nuestro lado, su mirada pasando de Mía a mi con confusión y algo de enojo pero no la culpo, este es un jodido desastre de malentendidos.

— ¿Quién eres tú? — Chilla mi hermana.

— ¿Quién eres tú? — Gruñe Ana — Soy su novia.

— ¿Qué? — Se ríe Mía — Este idiota no tiene novias, ¿O si?

Ambas me miran esperando que aclare la situación pero no sé ni por dónde empezar. En primer lugar, ¿Quién mierdas dejó pasar a mi hermana?

— Ella es Mía, mi hermana — Señalo primero a la rubia — Y ella es Ana.

— ¿Y es tu novia?

— Si — Dice la chiquilla — O la chica a la que embarazó, como prefieras llamarme.

— ¿Embarazada? — Mía abre demasiado los ojos — ¡Santa mierda!

— ¡Mía! — Le gruño.

— ¡Mamá te va a cortar las pelotas! — Se ríe.

— Claro que no — Mi ceño se frunce — ¿Qué mierdas haces aquí?

— Ah, si — Deja de reír para golpear mi hombro — ¡Me abandonaste en París, grandísimo idiota! ¿Creíste que lo olvidaría?

— Tú me arrastraste primero a ese jodido desfile de modas y luego te fuiste a coger al baño con un fulano — Ella finge sentirse ofendida.

— ¿Y esa es razón para que me dejaras ahí? ¡Regresaste al hotel con dos rubias y luego te largaste de París!

— ¿Dos rubias? — Ana arquea la ceja y cruza los brazos sobre su pecho.

— No pasó nada con ellas — Me apresuro a decir — Y si, tomé el avión de vuelta esa misma noche. ¿El imbécil con el que te acostaste no podía pagar tu boleto de vuelta?

— ¡Su esposa nos encontró, maldito idiota! ¡Mal hermano! — Golpea mi brazo con su pequeña mano de manicura perfecta.

— Eso te enseñará a no coger con el primero que te habla bonito, pequeña tonta — Le gruño.

Pero ella me ignora para ir hacia la mesa del comedor y servirse una copa del vino tinto que Gail dispuso para la cena. Debería ir tras ella, pero Ana aún me mira con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

Mierda, ¿Ahora qué hice?

— ¿Qué?

— ¿Dos rubias? — Frunce más el ceño — ¿Por eso no quieres tener sexo conmigo? ¡¿Extrañas a las jodidas rubias?!

— No — Balbuceo — No grites, maldita sea. No me acosté con ellas, las corrí de mi habitación y tomé el avión de vuelta. Además, ¿Por qué mierdas te importa?

— Vamos a dejar claro este asunto, Christian — Se acerca tanto que tengo que retroceder dos pasos — Si no hay sexo para Ana, no habrá sexo para Christian. ¿Entendido?

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora