Capítulo 47

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— No lo sé madre, no creo que sea buena idea porque ella no se ve bien. — Escucho su voz al otro lado de la línea, aconsejándome. — Ya tiene a una niñera, a Gail y a mi para ayudarle con Ted, pero sigue luciendo fastidiada.

— Tienes que entender, hijo, que ha pasado por muchos cambios en los últimos días. Y no es extraño que ella se sienta un poco triste.

— ¿Triste? Creí que estaría feliz de terminar con el cansancio y las incomodidades del embarazo.

— Por supuesto, pero también viene el estrés de futuro y atender a un pequeño que te necesita para todo. Trata de ser más empático, hijo.

¿Empatía? Como si fuera una mierda fácil de hacer.

— Ella no está sola mamá, me tiene a mi.

— Me alegro que ella lo sepa. Dale tiempo, y avísame cuando sea el momento adecuado para una visita.

— Adiós.

Termino la llamada sin saber qué más decir. Ella sabe que no está sola, ¿Verdad? Aunque supongo que no soy la persona más confiable en este momento.

Guardo el móvil y me siento en la silla frente a ella haciendo ruido para que sepa que sigo aquí, pero no me mira. ¿Qué mierdas se supone que haga?

— ¿Este lugar está bien? Podría llevarte a dónde quieras.

— Está bien, me gusta.

Miro sobre mi hombro a la camarera y le hago una seña para que se acerque a tomar los pedidos.

— Bienvenidos, ¿Qué puedo ofrecerles?

La estúpida chica bate las pestañas y sonríe hacia mi cuando nos entrega los menús. Quiero gruñir de fastidio pero mantengo mi atención en Ana.

— ¿Qué quieres pedir?

— Una rebanada de Red Velvet y un capuchino. — Le regresa el menú sin mirarla.

— Tráeme lo mismo que a mi esposa. — Empujo el menú sobre su pecho para que deje de mirar a Ana con el ceño fruncido. — Es todo.

Permanecemos en silencio un momento hasta que la camarera se aleja y ella decide mirarme con un gesto de confusión.

— ¿Por qué dijiste que soy tu esposa? Creí que no querías casarte conmigo.

Mierda.

— Vivimos juntos y tenemos un hijo. Creo que eso nos califica como una pareja.

— Ser pareja implica sentimientos, ¿Los tienes? ¿Eres capaz de sentir?

— Tengo sentimientos... Por ti. Te he extrañado.

Sus ojos se entrecierran con incredulidad manteniendo sus ojos en mi.

— Extrañas que una mujer caliente tu cama, ¿Qué tiene eso de especial?

— Mierda, ¿Vas a hacer que lo diga? Hay una puta razón por la que no me gustan estas mierdas de los sentimientos.

— Entonces quédate callado y déjame disfrutar de mi postre.

Jodida chiquilla obstinada y necia. ¿Todo tiene que ser a su puto modo?

— Te extraño a ti, te quiero a ti en mi cama. A nadie más. Incluso cuando eres una jodida molestia en la oficina y cuestionas todas mis malditas órdenes.

— Es la declaración de amor más extraña que alguna vez escuché. — Presiona los labios fuerte para no reír. — Avísame cuando quieras hablar en serio.

— Lo estoy haciendo, ¿Hace falta un jodido poema?

— Acabo de parir a tu hijo, tal vez un poema es lo mínimo que merezco.

Es mi turno de presionar mis labios para no reír por lo extraño de la situación. Supongo que también extrañé las peleas y como siempre me desafía.

— Conseguiré un poeta entonces. Pero no me presiones, jamás me escucharás decir mierdas cursis.

— Tienes razón, ¿Cómo me atrevo a creer que podrías ser sensible?

Me recargo en la silla para mirarla cuando la camarera trae nuestros cafés y pasteles. Quiero preguntar si se le permite consumir cafeína cuando amamanta, pero luce tan tranquila que prefiero callarme. Por lo menos ya no me mira con odio.

— Todo esto es un jodido malentendido. — Digo al cabo de un momento. — Jamás quise a nadie en mi vida hasta que tú apareciste, eso debe contar para algo.

— Sé que me quieres en tu vida, solo no entiendo cómo. ¿Como la madre de tu hijo? ¿Como amigos? Por la forma en que la mirabas a ella, también la quieres en tu vida.

— No.

— ¿Seguro? Recuerdo lo emocionado que estabas cuando fuimos a ese lugar hace unos meses, lo cómodo que te sentías ahí. Creo que ese eres tú.

— Lo era. Antes. Y creí que lo quería de nuevo, tal vez aún lo quiero... Mierda. — Me paso las manos por el rostro con frustración. — Lo quiero contigo.

Frunce los labios en una mueca distraída antes de llevar otro trozo de pastel a su boca.

— No sé si estoy dispuesta a intentarlo. Después de todo este tiempo tratando de llamar tu atención, creo que por fin me quedé sin nada. No hay más de mi para darte.

— ¿Eso qué significa?

— Que necesito tiempo.

— ¿Para qué?

— Para pensar. Para decidir lo que quiero en mi futuro.

— Lo tendrás. — Concuerdo.

— Quiero que te mudes. Vuelve a tu departamento, Teddy y yo podemos quedarnos con Prescott y la niñera, aunque extrañaría a Gail.

— Ni lo pienses. — Gruño. — No voy a alejarme de mi hijo, quiero verlo todos los días, la mayor cantidad de tiempo que me sea posible.

— Tu hijo... — Susurra.

— No tienes que decidir algo sobre nosotros aún, te daré el espacio que necesites y hablaremos después. — Ella luce demasiado interesada en su pastel para mirarme. — Tenías razón, esa mujer era problemática.

— Problemática no es la palabra que yo usaría.

— De nuevo tienes razón. Y te alegrará saber que Jefferson Cohen hace un buen trabajo.

— Me alegro por él, su esposa estará feliz porque tendrá la casa de sus sueños y al hombre que la ama.

¿Que mierdas se supone que responda a eso? ¿Quiere que lo diga? No creo que sea físicamente capaz de decirlo.

— Tú me tienes a mi.

Pone los ojos en blanco y toma otro sorbo de su capuchino. Yo miro el mío aún intacto en la taza porque odio las mierdas dulces incluso en mis bebidas. Eres patético, Grey.

— No soy lo que imaginaste, lo entiendo. Pero es en serio cuando digo que quiero protegerte y cuidarte todo el tiempo que tú lo permitas.

Y voy a demostrarlo.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora