Capítulo 7

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— Tú no me dices qué hacer.

Le reclamo, pero ella ya se ha alejado para seguir a Mía hasta el comedor y la veo tomar una de las copas para servirse vino.

— ¡Ana! — Me apresuro hacia ella — Sabes que no debes tomar, maldita sea.

Le arrebato la copa y la entrego a Gail para que se la lleve a la cocina, así la pequeña necia evita las jodidas tentaciones. ¿Tendrá algún problema con la bebida?

Vuelvo a mi puesto en la mesa y mi estúpida hermana se sienta frente a Ana porque obviamente acaba de invitarse a nuestra cena.

— ¿Eres diseñadora? — Pregunta la chiquilla de ojos azules.

— ¿Yo? No, ¿Por qué preguntas, linda? — Mía toma otro trago de su copa.

— Él dijo que estaban en un desfile de modas... Yo creí que tú diseñabas.

— Oh, no linda. El desfile de modas es para que mi hermanito tonto sepa cuáles son las nuevas tendencias y me compre solo lo más reciente. Odiaría encontrarme con alguien que lleve el mismo vestido, o la blusa...

— ¿En qué trabajas? — Pregunta de nuevo y una pequeña sonrisa aparece en mi rostro.

— Su única actividad es poner al límite las tarjetas de crédito que le dieron mis padres — La señalo — Por lo menos hasta que encuentre a su siguiente víctima, es decir, novio.

— ¡Christian, imbécil! — Golpea mi brazo — No es mi culpa que ellos quieran consentirme. Por cierto Ana, ¿Mi hermano ya te dió una tarjeta de crédito?

— No — Dice y me mira — Aunque yo prefiero el efectivo.

¿Lo dice por nuestros acuerdos? No pienso darle más jodido dinero con el que luego pueda huir de mi. No más, aprendí la jodida lección.

— Me encanta cómo piensas, tal vez un día de estos deberíamos ir de compras. Y si necesitas que alguien te asesore sobre tu imagen, no dudes en llamarme.

— Mierda, no. Aléjate de ella — Le ordeno.

Pero mi hermana me ignora para beber el resto de su copa y ponerse de pie. Apenas comió algo de lo que Gail le sirvió cuando se despide de nosotros.

— No puedes decirme a quien puedo y no puedo ver — Se queja Ana cuando Mía se ha ido — ¡Yo no te digo cuáles amigos tener!

— No tienes que hacerlo, no tengo ningún jodido amigo, por si piensas condicionarlos igual que el sexo.

Me mira con el ceño fruncido como si eso fuera a volarme la cabeza en pedazos, pero le devuelvo el gesto hasta que gruñe de irritación.

— ¡Eres imposible! — Chilla levantándose de la silla y caminando a la escalera — ¡Me vas a volver loca!

— Entonces quédate en la maldita habitación y no salgas.

— Eso es lo que quieres, ¿No? ¡Tenerme encerrada como antes! — Grita, y puedo escuchar a Gail y Jason moviéndose en la cocina — ¡Ah, no! Ya lo recordé, ¡ahora quieres solo sexo con rubias!

Antes de desaparecer en la escalera, gira para mirarme y soltar más resentimiento.

— ¡Tenga cuidado, señora Jones!

Mierda.

Bufo con irritación porque la chiquilla tonta está más irritable que de costumbre. No lo entiendo, si tanto le molesta tener qué verme, ¿Qué mierdas hace aquí?

Gail sale de la cocina para recoger los platos de la mesa, pero sin duda las acusaciones de Ana han tensado el ambiente con incomodidad.

— Yo no... No es así como pasaron las cosas — Balbuceo — Juro que cada día es más insoportable.

Me quejo, haciendo reír a Gail cuando apila los platos en la bandeja.

— En normal señor Grey, no solo está hormonal, es probable que también esté asustada. Por lo que he escuchado no tiene más familia.

— ¿Asustada? Dudo mucho que le tenga miedo a algo con esa jodida actitud... Le importa una mierda lo que le digo.

Gail hace una mueca y luego presiona sus labios como si eso contuviera las palabras en su boca. Así es, señora Jones, no necesito más impertinencias.

Voy a mi estudio a tomar algo más fuerte que me relaje antes de subir a la habitación que comparto con la chiquilla. Considerando las opciones, lo mejor que podría hacer es obligarla a terminar la universidad para mantenerla ocupada.

Y supervisada.

— Taylor — Lo llamo cuando salgo de mi estudio — Necesito que consigas un tutor para Ana, es necesario que termine sus estudios pero no voy a enviarla al campus. Tomará sus clases en Grey House, donde yo pueda verla.

— Si, señor.

— Hablaré con el rector de la universidad para que vuelva a admitirla y acredite el último semestre con exámenes.

Nada que el dinero no pueda solucionar.

Dejo el vaso de cristal en la cocina y voy por las escaleras hasta mi habitación. Esperaba encontrar a Ana dormida pero cuando abro la puerta, la cama está vacía.

— ¿Ana? — La llamo. Debe estar aquí o Prescott me lo habría dicho.

Sale del baño con una toalla envuelta en el cuerpo y el cabello aún húmedo pegado a la piel pálida de sus hombros. Me ignora cuando pasa a mi lado para tomar su humectante sobre la cajonera.

— Deberías secar tu cabello — Balbuceo señalando hacia ella.

Vuelve a ignorarme por su jodido berrinche, así que mejor tomo ropa limpia para tomar una ducha rápida. De nuevo espero que ya este dormida cuando salgo pero sigue paseándose por la habitación con la toalla.

El pantalón de chandal y la camiseta gris son suficientes para mantenerme abrigado de la noche fría, me acuesto en mi lado de la cama y cierro los ojos por un segundo. Solo un segundo porque ella comienza a tararear bajito una canción.

— ¿Cuánto tiempo te toma ponerte el jodido camisón? — Le gruño.

Gira solo un poco para dedicarme una mirada de fastidio antes de deslizar lentamente la toalla por su espalda y dejarla caer al piso. Yo tengo que obligarme a cerrar la boca cuando mis ojos se mueven por su cuerpo desnudo.

Con una lentitud exasperante, se coloca unas pequeñas bragas de encaje y luego el camisón, alborota su cabello castaño alrededor de sus hombros una última vez cuando camina hacia la cama.

Pasa las manos por encima de su camisón, a la altura de sus senos y los pequeños pezones se levantan por debajo de la tela.

Mierda.

No puedo.

No puedo hacer esto.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora