Capítulo 28

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— Esto es... Interesante.

Sus ojos azules curiosos vagan por la habitación y puedo ver por qué le resulta llamativo. Un hombre en pantalones de cuero ata fuertemente a una chica con correas negras, la excitación brillando en su rostro. La luz es tan tenue en las orillas que incluso hay parejas teniendo sexo.

Esto no es precisamente un club voyeurista, pero la libertad que se siente permite que cada persona disfrute su sexualidad como mejor le parezca.

— ¿Y ella está de acuerdo? — Ana señala a la chica que está siento atada. — No se ve muy cómoda.

La chica hace un gesto de dolor mientras la cuerda se tensa alrededor de sus senos, pero eso no detiene al hombre de atarla y ponerle una mordaza.

— Créeme, antes de que lleguen a este punto, hay toda una conversación acerca de lo que están dispuestos o no a hacer.

— ¿Y si yo no estuviera de acuerdo con esto? — Gira un poco para mirarme.

— Sería lamentable, pero lo entendería.

Intento mantener un tono ligero en la conversación, pero puedo ver la duda en su expresión.

— ¿Este es el tipo de sexo que te gusta? ¿Qué pasa si no soy capaz de hacerlo?

— Nena, hemos tenido sexo y esa barriga es la prueba de ello. Sé que sabes que lo disfruto, así como sé que tú lo haces. Solo que a veces me gusta ser un poco más rudo y poner a prueba tus límites.

Ella suspira y una sonrisa burlona se estira en su rostro.

— Déjame atarte y golpearte con esa cosa así descubres también tus límites. — Sus manos suben por mi cuello para acariciar mi cabello. — Tal vez un cambio de roles podría gustarte.

— Mierda, no. Ya tuve una Ama antes y no pienso repetir.

— ¿Qué? — Se ríe. — ¿Alguien te lo hizo a ti?

Mierda, no quiero hablar de Elena y de todo mi jodido pasado. Lo último que necesito ahora es revolver más mi mierda.

— Vámonos. Has visto suficiente por ahora y necesitas descansar.

Apoyo de nuevo la mano en su cintura para guiarla de vuelta a las puertas y salir antes de que...

— Señor Grey, qué sorpresa verte por aquí.

Me detengo para saludar al anfitrión, con su traje negro de etiqueta y antifaz cubriendo la parte superior de su rostro.

— Señor Keller. — Estrecho su mano por cortesía. — Ha pasado un tiempo.

— ¡Si! Elena me dijo que te habías retirado de nosotros, llevándote a su hermosa sobrina. — El bastardo sonríe mirando descaradamente a Ana. — ¿Nueva sumisa?

— Ya nos vamos. — Intento despedirlo, pero él apoya su mano en el codo de ella para que no se mueva.

— Eres muy bella, y qué ojos. — Le sonríe, revisándola de arriba a abajo. — ¡Oh! Creo que te equivocaste de club, cariño. Aquí no nos gustan las embarazadas, ya sabes, por aquello de la condición física.

— No estoy interesada. — Ana se aparta con brusquedad.

— Una peleadora, me gustas. — Sonríe incluso más. — Yo estaría encantado de hacer una excepción contigo querida, ¿Qué dices, Grey?

— Ella no... — Me interrumpe.

— ¿Qué podría hacerle? ¿Preñarla de nuevo? — Se ríe de su chiste.

— No es una sumisa. — Le gruño.

— Lleva un collar, Señor Grey, en un club de Bondage. Cualquiera aquí es amo o sumisa.

Inclina la cabeza hacia alguien detrás de mí, y lo próximo que sé es que un hombre de traje y una mujer con diminuta ropa de cuero se atraviesan entre nosotros, incluso una camarera con pinzas en los pezones es empujada cuando giro.

— ¿Ana? — Ella suelta mi mano de un tirón. — ¡Ana!

Por encima del hombro de la mujer distingo a Keller alejándose con Ana, tirando de su brazo mientras ella rodea su vientre con su otro brazo. ¡Ese bastardo!

— ¡Muévete! — Le gruño al hombre que no se aparta, así que lo golpeo en la mandíbula con mi puño.

Ni siquiera espero para verlo caer, corro en dirección a Keller que vuelve al vestíbulo y tira de ella hacia un pasillo. Mientras corro, le envío un texto a Taylor para que entre.

— ¡Keller, hijo de puta!

— ¡Christian! — Ana grita. — ¡Suélteme, viejo imbécil!

Ella se resiste con todas sus fuerzas, dándome oportunidad de alcanzarlos y lanzarme encima del hombre con los puños en alto. Por la velocidad llevo, lo hago caer y caigo encima para golpearlo en la cara lo más fuerte que puedo.

— ¡Jodido bastardo! ¡Jamás vuelvas a tocarla! — Escucho sus huesos crujir debajo de mis puños. — ¿Entendiste? ¡Pedazo de mierda!

— ¡Christian! — Chilla Ana. — ¡Deténlos!

Vuelve a gritar, pero no me dice a mi sino a Jason, que me inmoviliza y me hace retroceder, mi respiración tan agitada como si hubiera corrido un jodido maratón.

— ¡Jamás vuelvas a poner tus manos en mi mujer o te mato! — Taylor me hace retroceder más. — Maldito hijo de puta, debería arrancarte la maldita cabeza.

Me remuevo para que Taylor me suelte y pueda ver a Ana, revisar que esté bien. No llora, pero tiembla de miedo y se lanza a mis brazos, aferrándose a las solapas de mi saco.

— Lo siento, nena. Lo siento tanto, jamás debí traerte aquí.

La cargo en mis brazos y camino hacia la salida, dejando a mi guardaespaldas con el cuerpo inmóvil del viejo Keller. Prescott abre la puerta del auto cuando me ve y me deslizo en el interior con Ana en mis brazos.

— Lo siento, Ana. No sé en qué estaba pensando cuando te traje aquí. — La escucho sollozar bajito. — Nena, jamás dejaría que alguien te lastimara.

Susurro, sabiendo que no es cierto. Creí que estaba a salvo cuando Camille entró a la casona y le disparó. Hoy que quise compartir un poco de mi, la expuse a un jodido bastardo loco. La ironía me hace gracia.

— Estoy bien. — Dice bajito. — Solo tuve miedo porque quiso alejarme de ti. No permitas que me alejen de ti, Christian.

— Jamás, nena. Soy el único bastardo loco en tu vida.

Minutos después, Taylor sube al puesto del conductor y no me pasa desapercibida las manchas rojas en sus nudillos o la mirada acusadora que me dedica a través del espejo retrovisor.

— Vamos a casa, nena.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora