Capítulo 38

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Andrea y mi abogado están sentados en las sillas frente a mi escritorio para recibir las nuevas modificaciones en mi testamento. No es que tenga muchos herederos, solo quiero dejar en claro la forma en que se dispondrá del dinero cuando yo no esté.

— Como sabe, en algunos meses tendré un hijo — Le digo a mi abogado, señalando con mi cabeza hacia la chiquilla que está sentada en el sofá de la pequeña sala — Mi único heredero.

— Felicidades, Señor Grey.

Asiento levemente con la cabeza, ignorando sus felicitaciones.

— Es por eso que lo llamé para comenzar con los trámites que quiero que haga. En primer lugar deberá crear un fondo de ahorro con 400 mil dólares para la universidad. Puedo cubrir el gasto en cualquier momento, pero prefiero hacer la designación ahora. En cuanto a su fideicomiso, se creará otra cuenta con un millón de dólares — Ana arquea ambas cejas en un gesto de sorpresa — Él podrá acceder al dinero cuando cumpla 18 años y hacer uso de lo que crea conveniente, pero tengo una condición.

Mi abogado jadea con sorpresa porque ni siquiera estamos hablando de la herencia que recibirá. Además, un millón de dólares no es nada para mí.

— Por cada año que pase sin que mi hijo tome un solo centavo de ese dinero usted agregará un millón. Pero en el momento en el que él decida tomar algo, las aportaciones se detendrán.

Las tres personas frente a mi me miran como si estuviera loco, así que explico mis razones.

— Pretendo enseñarle a Raymond a administrar su dinero. Si quiere vivir la buena vida, se dará cuenta que el millón de dólares no es nada. Si decide trabajar por su cuenta, ese dinero será un fondo de ahorro para todo lo que necesite, la decisión está en él.

Mi abogado aún luce una expresión de incredulidad mientras Andrea toma nota de todo lo que digo.

— Todas mis propiedades pasarán a mi hijo, a excepción de la casa de Broadview. Esa casona pasará a ser de Anastasia Steele el día que mi hijo nazca — Señalo la libreta de mi abogado para que tome las jodidas notas — Haga los arreglos necesarios.

— Pero Christian... — La chiquilla inclina la cabeza hacia arriba para mirarme — ¿Me darás la casa?

Asiento en silencio. No voy a discutir mis razones para hacerlo frente a mis empleados.

— También se le asignará a la señorita Steele un ingreso mensual fijo de 10 mil dólares para sus gastos personales, por tiempo indefinido. Cómo ya he dicho, yo cubriré las necesidades de mi hijo por lo cual ella no tendrá que gastar ese dinero en él.

— ¿Y qué se supone que haga con ese dinero? — Pregunta ella.

— Lo que quieras. Gástalo, ahórralo, compra zapatos... Lo que te dé la maldita gana.

— ¿Por qué? — Insiste — ¿Te estás deshaciendo de mi? ¿Vas a dejarme sola en la casona con un recién nacido?

Ana se pone de pie y aprieta sus manos en puños a sus lados con enojo. ¿Por qué mierdas está enojada? ¡Recibirá el puto dinero sin mover un solo dedo!

— Déjennos solos. — Le digo a mi abogado y a Andrea, que salen corriendo de la oficina por la tensión entre Ana y yo.

Me levanto de mi silla para ir a enfrentarla.

— ¿Por qué estás haciendo todo esto? — Pregunta cuando nos quedamos solos — Sabes que no quiero tu dinero.

— Te lo dije, voy a hacer cambios ahora para asegurar al bebé. Pase lo que pase, tendrás la seguridad de que tú y él estarán protegidos.

— ¡Intentas dejarme! ¡Por eso me regalas esa casona!

— No lo hago, necia — Presiono mis labios para no gruñir — Estaré contigo ahí, nada va a cambiar realmente... Por lo menos hasta que muera.

— ¡Pues no lo hagas!

¿Por qué mierdas ella sigue gritando?

— Hablas como si fuera a morir pronto, pequeña necia. ¿O qué? ¿Te sientes tentada a matarme? Tal vez está sea tu oportunidad de quedarte con todo, pequeña estafadora.

Por supuesto, ella sabría que este día llegaría. Dándome un hijo, ella se convierte en su albacea. A menos que yo designe a otra persona.

— ¡No quiero tu estúpido dinero, Christian! Por mi puedes quedártelo todo, no te pedí nada más que tu presencia.

— Es lo que hago — Gruño con un ligero tono de fastidio — ¿No quieres usar el dinero? ¡No lo hagas! Pero igual estará ahí para cuando lo necesites. Andrea te entregará la tarjeta cuando esté lista.

Su ceño se frunce y sé que se está conteniendo de decir más, pero no lo hace. Jamás tuve que convencer a alguien de aceptar mi dinero, solo está frustrante chica que parece tener una jodida opinión de todo.

— ¡Vamos, dilo!

La reto.

— ¡No tomaré un solo centavo! ¿Qué creíste? ¿Que podías comprarme de nuevo? ¿O solo quieres que te muestre las tetas en agradecimiento?

Mierda. No de nuevo. Ha sido una pequeña perra desde ese comentario en la sesión de Flynn hace dos semanas. Creí que lo había dejado atrás, pero el tema sale a la luz en cada oportunidad que tiene.

— Haría falta más que solo verte las tetas para que pudiéramos estar a mano.

— ¡Ah! ¿Y qué quieres? ¿Una mamada también?

— Si te estás ofreciendo... — Encojo los hombros en un gesto desinteresado que la hace enfurecer.

Agita las manos en el aire antes de mirarme como si deseara mi muerte prematura y sale de la oficina azotando la puerta. Está más irritable que de costumbre y lo atribuyo completamente al embarazo.

O por lo menos espero que sea eso.

Regreso a mi escritorio y tomo el teléfono seleccionando la extensión de Andrea, que contesta al instante.

— Señor Grey.

— ¿Ana está por ahí?

— No señor, tomó el ascensor con la señorita Prescott.

— Mierda. Llama a Taylor, que venga a mi oficina.

Ni siquiera sé qué quiero que haga, solo que necesito que mantengan a Ana vigilada por ser su último trimestre de embarazo. No la quiero vagando o expuesta a algún riesgo.

— Señor Grey. — Jason abre la puerta sin avisar.

— ¿A dónde fue Ana? — Pregunto porque él debería saberlo.

— En la cafetería de enfrente con Prescott, señor. ¿Quiere que la traiga de vuelta?

— No, será mejor que permanezca ahí hasta que se calme. Pero mantén tu vigilancia sobre ella, tengo un mal presentimiento.


Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora