Capítulo 48

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Una jodida mentira.

¿Cómo mierdas se supone que lo demuestre?

— Ya tiene a Prescott para protegerla, a Gail para alimentarla y a la niñera para ayudarla. ¿Más dinero?

Mierda. Soy pésimo con los regalos y esa es la razón por la cual Andrea se encarga de ello. Mi idea de un obsequio es algo práctico y útil que pueda usar más de una vez.

— ¿Comprarle un auto? No, podría usarlo para dejarme.

Teddy hace un suave puchero en mis brazos cuando intento cambiar la página del jodido libro "¿Qué quieren las mujeres?".

— Bien, cubrí la parte de la seguridad material. — Salto entre las hojas buscando ideas concretas. — El libro lo escribió un hombre, ¿No pudo incluir un puto resumen? O una lista quizá.

Me rindo. Mi mente sigue yendo sobre la idea de comprar un auto pero no estoy convencido. Dejo el libro sobre mi escritorio en el estudio ¿A quién mierdas debería preguntar? Busco entre los contactos de mi móvil a mi tonta hermana.

— ¿Christian? — Contesta el teléfono con un tonillo de confusión.

— Tú eres una chica.

— ¡Duh! ¿Para eso me llamaste? ¿Estás ebrio a esta hora?

— No estoy ebrio, idiota. Necesito tu ayuda.

— Okay, eso suena interesante. Soy toda oídos.

Sé que en el momento en el que le cuente la historia comenzará con preguntas curiosas así que mantengo la información limitada.

— Ana ha estado algo triste y me gustaría ayudarla a sentir mejor, ¿Tienes alguna sugerencia?

La línea permanece en silencio por unos segundos.

— Chocolates.

— No voy a regalarle chocolates, es lo más trivial que podrías imaginar.

— No es trivial si tú mismo llevas tu presuntuoso trasero a la chocolatería y eliges algo personalizado. ¡Incluso podrías pedir chocolates a Suiza!

— No estoy seguro, ¿Qué más?

— Flores.

— Mierda, ¿Qué tienen las mujeres con mirar plantas que se marchitan?

— No plantas, idiota. ¡Flores! — Chilla como si esa fuera la solución. — ¿Cuáles son las flores favoritas de Ana?

Miro a mi hijo como si él pudiera darme la respuesta de eso y lo único que veo en él es mi gran deseo de complacer a su madre.

— No lo sé, pero quiero algo que diga: "Me estoy esforzando".

— Dios. — Puedo imaginarla poniendo los ojos en blanco. — ¿Qué hiciste?

— ¿Qué?

— ¿Qué hiciste? ¿Por qué te estás disculpando?

— ¿Por qué crees que es mi culpa? — Mi ceño se frunce aunque no puede verlo.

— Eres hombre, Christian. Siempre es tu culpa, incluso cuando no lo es.

¿Qué mierda? ¿Es un puto acertijo?

— ¡Cómprale una joya! Algo grande y brillante.

— No creo que eso le impresione a Ana.

— Tienes razón. — Suspira. — Esa chica es tan rara como tú. ¡Hey! ¿Qué te gusta a ti?

— Coger. — Digo alzando los hombros. Mierda, mi vista baja inmediatamente a mi hijo en mis brazos.

— Eww, no quiero imaginarte. Además, ella acaba de tener un bebé, no creo que el sexo esté en su lista de próximas actividades por hacer.

— Cristo. — Susurro. — Gracias por nada Mía.

— Llama a mamá, estoy segura que papá ha metido la pata muchas veces en más de 30 años de matrimonio. Seguro te aconseja mejor.

En eso tiene la jodida razón. No recuerdo haberlos visto pelear antes, tal vez solo eran discretos. ¿Eso hacen los buenos padres? ¿Pelear sin que los hijos lo sepan? De nuevo miro a Ted en mis brazos y sonrío de forma forzada. ¿Es capaz de sentir la tensión?

— Tratemos de alegrar a mami, Ted.

Busco ahora el número de mi madre y espero en la línea hasta que contesta.

— ¿Christian? — Ella también luce sorprendida. — ¿Estás bien? ¿El bebé está bien? ¿Y Ana?

— Mamá, necesito tu consejo.

Más silencio en la línea. No sé si ella está comprobando el número para asegurarse que soy yo o la incredulidad la dejó muda.

— Es sobre Ana, quiero saber cómo apoyarla.

— Oh, Cierto. Bueno, los días posteriores al nacimiento requieren adaptación y nuevos hábitos. Todos nos centramos en el bebé y no en la madre, ¿Se ve estresada?

— Un poco.

— Bueno, tienes que consentirla. Seguro tienes mucha ayuda para Teddy pero ¿Quién cuida a Ana? ¿Qué le gustaría a ella?

— Supongo que podría descansar más si Ted no necesitara ser amamantado cada dos horas.

La fiesta de su graduación viene a mi mente por lo emocionada que estaba ella de recibir visita. Incluso mencionó que mi familia era como su familia o algo así, tal vez pueda comenzar ahí.

— ¿Les gustaría venir esta tarde? Creo que a Ana y a Ted les gustaría verlos.

— ¡Christian! ¡Claro que quiero! Dios mío, llamaré a tu padre y compraré un obsequio para él, y algo para Ana, claro. ¡Te veré más tarde, mi amor!

Está tan malditamente emocionada que no le importa colgar la llamada con sus acostumbradas cortesías. Mierda, esto debe contar como algo enorme. Yo, invitando voluntariamente a mis padres para visitarme.

— Vamos Ted, avisemos a tu madre y a Gail para que se preparen.

Salgo del estudio con mi hijo para encontrar primero a Gail en la cocina con Taylor.

— Mis padres vienen de visita. — Suelto la bomba. — Los invité.

Ambos giran para mirarme con una expresión que no reconozco. Seguramente se preguntan si estoy muriendo o alguna mierda dramática que justifique mi conducta.

— ¿Puedes hacerte cargo de la comida para todos?

— Si, señor Grey. ¿Algo en especial que desee? — Por lo menos Gail sonríe.

— Lo que elijas está bien para mí.

Voy ahora con Ana a la habitación que ha tomado como propia y la encuentro recostada en la cama con un libro en las manos.

— ¿Nena? — Sus ojos azules suben para mirarme.

— ¿Ya tiene hambre?

Observo a Ted que está mirándome con su pequeño puño en la boca. Me sorprende que sea tan tranquilo, creí que los bebés lloraban por todo y por nada.

— No lo creo, estamos aquí para avisarte que mis padres vienen de visita. ¿Estás de humor para recibirlos?

— ¿Tus padres? — Sus cejas se arquean. — ¡Pero Christian! ¡No estoy lista! ¿Cómo me veo? ¡Carajo!

Lanza el libro y corre al baño para tomar una ducha rápida. Ted y yo nos acomodamos en la cama para descansar un rato mientras ella se alista.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora