Capítulo 51

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— No me hagas enojar... No me hagas enojar... No me hagas enojar... — Me paso las manos por el cabello sintiéndome ansioso. Mierda.

Esto tiene que salir bien. Jamás salí en una puta cita y parezco un jodido adolescente a punto de mearse en los pantalones. El sonido de los tacones en la escalera me hace girar para mirarla.

— Estoy lista. — Sonríe con un vestido negro ceñido y un collar de perlas destaca en su cuello por el peinado recogido.

— Te ves preciosa. — Balbuceo.

— ¿Para haber tenido un bebé hace tres semanas? Gracias.

Sacudo la cabeza para despabilarme cuando se detiene frente a mi.

— Lo siento. Debí preguntar si estabas en condiciones para salir está noche. ¿Estás bien? ¿Estás cansada?

— Christian. — Su pequeña mano se apoya en mi pecho. — Estoy bien, creo que este asunto de la cita es buena idea.

— Bien.

Antes de que pueda decir alguna estupidez, la guío hasta el auto y abro la puerta para ella como un perfecto caballero haría. Tal vez uno con mejores intenciones que las mías.

Enciendo el auto y tomo su mano de su regazo para ponerla sobre mi pierna, necesitando su toque.

— ¿Qué haces? — Arquea la ceja como si yo fuera alguna clase de pervertido sexual.

— Solo trato de ser atento. — Mi ceño se frunce por su desconfianza. —No intento hacer que toques mi pene antes de la cena.

— Oh, vaya. — Se ríe. — ¿Crees que tendrás suerte esta noche?

— Un hombre puede soñar. — Le muestro mi media sonrisa que las mujeres aman.

— Solo conduce, Grey. Espero que la cena sea deliciosa. — Gira hacia la ventanilla pero veo sus mejillas sonrojadas.

Me detengo frente al Columbia Tower y dos chicos del Valet Parking se acercan para abrir la puerta de Ana mientras el otro se ubica detrás del volante, Taylor estacionando detrás en la suv.

— ¿Vamos a cenar aquí? — Pregunta cuando atravesamos el vestíbulo hacia el ascensor. — Creí que querrías algo más tranquilo.

— Así es.

La luz tenue nos recibe cuando las puertas metálicas se abren en el piso y tengo que empujar su cadera para que camine conmigo.

— Dios. — Susurra impresionada.

El restaurante fue cerrado al público solo para que Ana y yo tuviéramos nuestra cena tranquilamente. Incluso las mesas fueron dispuestas alrededor con velas para lograr el ambiente íntimo.

Nada de malditas flores, pero las velas parecen tener una especie de encanto en el lugar.

— ¿Solo nosotros? — Acomodo la silla para que se siente.

— Así es. Espero que no te moleste, pero incluso el menú de esta noche es especial para la ocasión.

— Estoy asombrada, no creí que serías capaz de algo como ésto. ¿Quién está muriendo? ¿Tú? ¿Yo?

— Muy graciosa. — Asiento al mesero para que traiga las copas y el vino. — Quiero demostrar que puedo darte lo mejor, lo que siempre deseaste.

Encoge los hombros con un gesto de indiferencia.

— No me importaría comer un burrito si eso significa que estoy contigo.

Una chica se acerca rápidamente para dejar los primeros platillos en nuestra mesa.

— Lamento decepcionarte, pero elegí ternera de res marinada con verduras. — Señalo los platos humeantes. — Podemos dejar los burritos para otra cita.

Mierda. Aún no acaba esta cena y ya estoy proponiendo otra jodida cita. ¿Qué sigue? ¿Proponerme en París?

Nos tomamos un momento para degustar la cena con comentarios ocasionales sobre lo deliciosa que es la cena y el vino seleccionado por el chef del restaurante. La siguiente elección de comida es una pasta italiana con salsa de tomate y queso.

— ¡Me encanta! — Clava el tenedor en la pasta. — ¿Crees que podría cocinar macarrones con queso?

— Estoy seguro que si, incluso podría darte unas clases de cocina.

Me mira fijamente como si eso hiciera explotar mi cabeza antes de fruncir el ceño.

— Dejemos dos cosas en claro... Tal vez tres. La primera es que no puedo cocinar aunque mi vida dependa de ello. — Eleva uno de sus dedos para contar. — La segunda es que tú y yo estamos destinados a pelear hasta el fin de los tiempos.

Una risa se me escapa, pero ella me hace callar para continuar.

— ¿Y la tercera?

— Ah, si. La tercera es que no me importa pelear si al final logramos llegar a un acuerdo. Siempre. Por Teddy.

— Por Teddy. — Repito.

Me tomo un momento para reorganizar mis pensamientos, dispuesto a poner las cartas sobre la mesa.

— Sabes que soy un bastardo complicado...

— Un poco. — Me interrumpe.

— Pero eso no quiere decir que quiera estar solo o que no te quiera conmigo. Tú y Ted son parte de mi vida y haré lo que sea necesario para mantenerlo de esa forma.

Su expresión cae, confundiéndome. ¿No estoy siendo claro? ¿Quiere los puntos sobre las jodidas íes?

— Juntos, Ana. No sé hacer la mierda convencional, pero lo haré. Cásate conmigo.

Levanta la cabeza con rapidez y me mira con los ojos muy abiertos y las cejas arqueadas. Luego se ríe.

— No.

— ¿Por qué mierdas no? — Me quejo como un puto niño.

— Porque quieres casarte conmigo para retenerme. — Cruza los brazos sobre su pecho. — ¿Por qué quieres casarte conmigo?

Maldita necia y obstinada chiquilla orgullosa.

— Para que estemos juntos.

— Tú lo dijiste, ya estamos juntos. No veo la diferencia.

— Me preocupo por ti y quiero cuidarte, y que seas mi esposa facilitará las cosas.

— Sigo diciendo que no.

— Mierda.

Sirvo más vino en mi copa, llenándola hasta el borde y bebiendo la mitad de un sorbo.

— Pídelo de nuevo cuando tus razones sean las correctas.

Antes de que pueda seguir discutiendo con su obstinada boca, el postre se sirve en la mesa en forma de pastel de chocolate y fresas.

Terminada la cena, salimos del restaurante y volvemos a Broadview en absoluto silencio. Después de unos minutos estaciono frente a la puerta dejando las llaves puestas para que Taylor pueda llevar ambos autos al garaje.

Ana se dirige a las escaleras pero la detengo del brazo y obligándola a girar hacia mi. Algunos mechones de su cabello castaño se salen del peinado cuando apoyo la mano en su nuca y la empujo a mis labios para besarla.

Se resiste un poco pero corresponde mi beso pasando los brazos por mi cuello, su cuerpo pegándose al mío con un escalón de diferencia manteniéndonos a la altura perfecta.

— Esta noche dijiste que no. — Gruño cuando me aparto. — Pero sigues siendo mi mujer. No lo olvides.

Libero su brazo para que pueda subir las escaleras mientras voy a mi estudio por un maldito trago de whisky.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora