Capítulo 42

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— ¿Ya estás listo para dar el siguiente paso?

Levanto la vista hacia Ana mientras tomo otro trago de mi vino tinto. ¿Aún cree que haré esa estupidez?

— No esperes de pié, nena.

Toma otro bocado de su platillo de verduras al vapor para esconder la sonrisa de burla. Ha estado extrañamente tranquila desde que Amber viajó a Taiwan la semana pasada, supongo que de verdad la aborrece.

— ¿Eres uno de esos hombres? ¿Que piensa que es imposible coger con una sola mujer por el resto de sus vidas?

— No. Simplemente creo que el matrimonio no es para mí. De todas formas, ¿Cuál es la diferencia? Estoy contigo. — Me mira con los ojos entrecerrados.

— Quiero darle a mi hijo la familia que nunca tuve y creí que pensabas lo mismo, aunque te rehusas a hacerlo formal.

— Para eso no necesitamos estar casados, no entiendo tu insistencia.

Pone los ojos en blanco y me dedica un gesto de fastidio.

— Olvídalo, vas a pedirlo de rodillas algún día y con gusto te recordaré este momento.

¿Desde cuándo se volvió Todo o Nada? Si no la conociera, diría que está esperando clavar sus garras en mi dinero a pesar de haberle asegurado una pensión mensual. Me apresuro a cambiar el tema incómodo.

— ¿Estás lista? — Señalo su plato. Habiamos salido de GEH hace dos horas para comer antes de que vuelva a mis pendientes.

— Si. Pero necesito más vitaminas prenatales, ¿Crees que Prescott podría surtirlas por mi?

— Lo hará, ¿Algo más que necesites hacer esta tarde?

— Hablar con tu hermana sobre la pintura no tóxica con la que quiere decorar la habitación de Ted, tiene a este grupo de chicos listos para dibujar aviones y dinosaurios en las paredes solo esperando por mi visto bueno.

— Entonces hazlo, lo que sea que necesites.

El parto programado de Ana se realizará en dos semanas, por lo cual el tiempo que tiene para terminar la habitación de Ted es limitado y creo que es la única razón por la que aceptó la ayuda de Mía.

— ¿Qué hay de los muebles? — Pregunto para involucrarme antes de que haga un jodido lío.

— Los encargó a Pottery Barn Kids y serán entregados el fin de semana, eso debería ser lo último en la lista.

— Bien.

Le hago una seña para que me siga después de dejar el dinero en la mesa con una generosa propina. Abro la puerta del auto para que suba y volvamos a mi edificio.

— Te ves cansada. — Señalo las marcas oscuras debajo de sus ojos.

— No he dormido bien porque Teddy es muy inquieto por las noches. — Me mira con los ojos entrecerrados. — Me alegra saber que tienes la ligereza de sueño de un oso en invierno.

Sonrío porque eso es extraño. Desde que Ana comenzó a dormir en mi cama es más sencillo para mí conciliar el sueño. Debe ser alguna mierda psicológica que le preguntaré a Flynn después.

— Déjame en la oficina y que Taylor te lleve a la casa. Prescott puede conseguir tus vitaminas y venir por mi más tarde.

— Claro. Supongo que si. — Se pasa la mano por la frente con cansancio.

Taylor se asegura de estacionar frente al edificio y se asegura que entro por el vestíbulo antes de reincorporarse al tráfico. Subo solo en el ascensor hasta el último piso.

Andrea me ve pasar y asiente antes de seguir imprimiendo documentos, luego entra con un borrador de las modificaciones en mi testamento y me confirma que Ana tiene en sus manos la tarjeta de su nueva cuenta del banco.

— ¿Algo más que necesite, señor Grey?

— Si. Imprime la relación de costos y ganancias del último trimestre de las embarcaciones y tráeme un café negro sin azúcar.

Andrea asiente como la secretaria eficiente que es y sale de mi oficina para traer los documentos que le pido. Algunos minutos después trae las impresiones y me avisa que irá a la cafetería de enfrente por mi café.

— Claro. — Miro mi reloj de pulsera. — Es tarde, dudo que alguien llame a éstas horas para molestarme.

Son las 5:51 de la tarde. Los únicos empleados en el edificio son aquellos que están adelantando trabajo como yo, o los que están rezagados. De cualquier maldita forma, nadie trabaja horas extras de forma obligatoria.

Cierro los ojos un momento por el cansancio y considero seriamente pedirle a Prescott que volvamos a la casona cuando la puerta se abre. Me tallo los ojos mientras escucho a Andrea acercarse con mi café.

— ¿Se descompuso la cafetera? Compra otra en línea y que la manden mañana mismo. — Le pido, pero no contesta.

Mierda.

Cuando retiro mis manos, no es Andrea quien está frente a mi escritorio con una gran sonrisa y un abrigo negro muy largo.

— Amber, ¿Cuándo volviste?

— Hace unas horas, Señor Grey. Pensé venir a traer algo para usted.

La miro con atención esperando ver el puto informe en sus manos, pero no carga nada. Empuja la puerta para cerrarla antes de comenzar a desabotonar el abrigo.

— ¿Qué haces? — Pregunto pero no puedo dejar de mirarla.

Cuando desliza el abrigo por sus hombros puedo ver qué lo único que lleva debajo es un sostén negro de encaje con un intrincado diseño de listones cruzados sobre su pecho, simulando correas.

Incluso las bragas a juego tiene listones que se cruzan sobre su cadera y ombligo, y puedo ver el indicio de medias de red en sus largas piernas. El abrigo cae al piso con un ligero ruido mientras ella rodea mi escritorio.

— ¿Hay algo que necesite de mi, Señor Grey? O debería decir Amo.

Mierda.

La miro perplejo por su actitud y lo arriesgado de su posición. Este no es el puto momento ni el lugar para semejante exhibición, pero no soy capaz de encontrar mi voz.

— ¿Qué dijiste? — Susurro cuando se detiene frente a mi y tengo que girar en la silla para mirarla.

— ¿El Amo desea que haga algo?

De pronto me siento incómodo por ser sorprendido en mi jodida oficina, pero Amber parece ignorar mi expresión. Antes de que ella pueda arrodillarse frente a mi silla, la puerta vuelve a abrirse.

— ¡Tú, maldita zorra! ¡Lo sabía! — Ana se lanza hecha una furia sobre Amber. — ¡Sabía que eras tú en ese taxi!

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora