Capítulo 27

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Aburrido...

Gruñe de nuevo Ana y tengo que esforzarme para ignorar sus incesantes quejas. Creí que mantener a Amber lejos de mi la tranquilizaría lo suficiente para querer quedarse en casa, pero me equivoqué.

— ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? Lo que sea, estoy aburrida.

— No, no hay nada.

Vuelvo a la lectura de los documentos de los últimos informes de Amber sobre los proyectos de tecnología y las nuevas adquisiciones. No estoy interesado en comprar más empresas por el momento, pero me gustaría invertir en bienes raíces.

Para variar, me gustaría una casa en algún lugar cálido frente al mar a donde podamos ir a descansar. O de vacaciones, ¿Cuándo fue la última vez que tomé vacaciones? Verdaderas vacaciones, no esa mierda de viaje con Mía a París.

— ¿Hay algún lugar que te gustaría conocer? — Pregunto sin mirarla.

— ¿Ah? No lo había pensado porque  nunca tuve las posibilidades para viajar, pero me gustaría Nueva York. ¿Es tan genial como todo mundo dice?

— Si.

— ¡O París! Roma, incluso alguna isla griega... Supongo que cualquier destino que me saque del país estaría bien.

— Voy a pensarlo. — Levanto la vista para mirarla y sonrío. — Mi jet nos llevará a cualquier lugar que queramos ir.

— ¡Eso es genial!

Y ya que hablamos de lugares geniales, hay uno que me gustaría volver a visitar sabiendo que Ana está interesada en la cultura del BDSM, el viejo club al que yo solía ir.

— Quiero mostrarte algo.

— ¿Qué?

— Te lo digo después.

Le pido a Andrea que llame a Taylor y Prescott, luego subimos a la suv para volver a la casa, pero hay algo que necesito que Ana lleve.

— Llévanos al bar de José Rodríguez. — Le ordeno.

Necesito recuperar su collar de consideración porque no hay una maldita forma en que la lleve al club sin mi protección.

— ¡Jose! — Chilla ella. — ¡Hace mucho que no lo veo!

— No es una visita social, solo entra ahí y trae la caja que dejaste. — Digo con seriedad. — Dale nuestra dirección y dile que después puede ir a visitarte.

— Está bien.

Sé que quiere hablar con su amigo, pero le causa curiosidad saber a dónde vamos y por eso hará la visita rápida. Cuando estacionamos, Prescott la ayuda a bajar y va detrás de ella hasta el bar.

No lo había pensado porque está conmigo todo el tiempo, pero recuperar su móvil le ayudará a mantenerse en contacto con su amigo. Un par de minutos después, sube de nuevo al auto con la caja en sus manos y ahora sí podemos continuar el camino hasta Broadview.

Está comenzando a oscurecer cuando Ana baja las escaleras con un ajustado vestido negro con un profundo escote, su cabello se balancea con cada paso de sus zapatillas.

— Estoy lista.

— Yo también. — Me señalo a mi mismo y mi traje negro con camisa del mismo color.

— ¿A dónde dices que vamos?

— A mi lugar favorito. Espera a que lo veas, pero antes de eso date la vuelta.

Le hago el gesto con mi dedo y recojo su cabello a un lado para exponer su cuello. El collar de consideración hecho especialmente para ella luce fantástico con sus ojos azules.

— No te lo quites. — Beso su cuello antes de reacomodar el cabello. — Es hora de irnos.

Jason y Prescott nos llevan en la suv hasta el sitio en los límites de la ciudad donde el club se ubica. La fachada discreta del edificio contrasta con el resto de las casas, pero es la seguridad la que llama la atención.

Si supieran la cantidad de políticos y hombres de dinero que frecuentan este lugar, la prensa tendría una oficina fija justo en frente.

Y no olvido aquella vez que estuve aquí y Leila tomó fotografías comprometedoras. Maldita perra.

— No te separes de mi, ¿Entendiste? Y nada de beber alcohol.

Bajamos de la suv justo frente a la puerta y apoyo mi mano en la cadera de Ana para guiarla por el vestíbulo. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero el maldito lugar sigue exactamente igual.

— ¿Qué es esto? — Ana sonríe cuando atravesamos el lujoso vestíbulo. — ¿Una cena con el presidente?

— No.

Sigo empujándola hasta las puertas dobles de madera del gran salón, la antesala de la verdadera diversión porque aquí todo mundo bebe costosa champaña y fraterniza con otros dominantes y sumisos.

En esta zona los encuentros aún son discretos, conversaciones tranquilas en los sofás que rodean la sala. Cuando quería una sumisa, me sentaba en las sillas frente al bar para mirar a las chicas. Si alguna me gustaba lo suficiente, la seguía hasta la siguiente habitación.

— Hay algo extraño aquí. — Susurra en mi oído. — Todo mundo nos mira sin disimular.

— No les prestes atención, solamente están apreciando tu belleza.

Camino con Ana hasta el bar y le pido al chico un trago de whisky y una copa con agua. Incluso aquí puedes reconocerlos como sumisos porque llevan un grueso collar de cuero debajo de sus uniformes de trabajo.

— Aquí hay demasiados sillones, ¿Se supone que busquemos un espacio libre?

— No, porque quiero mostrarte algo más. Lo verdaderamente interesante está detrás de aquellas puertas.

Señalo las puertas al fondo de la sala, donde el ambiente cambia por uno más erotico con luces tenues para facilitar los encuentros entre dominantes y sumisos. Aquí es donde hacen muestra de sus habilidades para agradar al otro, y si resulta placentero para ambos, comenzarán una relación.

— ¡Por Dios! — Jadea sorprendida cuando pasamos las puertas. — Esto se parece mucho a la habitación de tu ático.

Ana señala los accesorios de cuero que adornan las paredes, por si alguien quiere entrar en el papel justo aquí. Incluso las paredes rojas y los sofás largos de piel en color rojo hacen parecer a mi cuarto de juegos una extensión de esta sala.

— ¿Te gusta lo que ves? — Le pregunto. — Este es el mejor ejemplo de que algo de dolor y sumisión traen mucho placer, para ambos.

El asombro se refleja en su cara cuando pasan frente a nosotros un par de chicas en trajes con correas de cuero. La sala está llena de hombres y mujeres jóvenes buscando un amo o ama, así como también muchos dominantes dispuestos a ponerles una correa.

Nena, bienvenida a mi mundo...

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora