Capítulo 55

2.6K 224 10
                                    

— ¿Por qué no puedo llevarlo?

— ¡Porque es pequeño!

— ¿Y eso qué? Puedo llevarlo en mis brazos o en su carriola, ¿Ya sabes cuáles? Esas cosas que inventaron para llevar al bebé de forma segura de un lado al otro.

Resoplo antes de poner los ojos en blanco. Pierdo mi jodido tiempo discutiendo con ella.

— ¿Y vas a amamantar en el puto restaurante?

— Si es necesario, si. — Apoya las manos en la cadera. — El único pervertido que me mira con morbo eres tú.

Jodida chiquilla necia.

— ¡Bien! Llévalo. Haz que Prescott lleve las cosas a la suv.

Bajo hasta mi estudio a tomar solo un sorbo de whisky para calmar mis nervios. Tengo el puto anillo en el bolsillo, la reservación hecha solo para nosotros y ahora mi hijo será el único testigo de mi mejor intento de propuesta.

Taylor golpea en la puerta abierta para llamar mi atención, seguramente listo para despedirse.

— ¿Prefiere que los acompañe? — Pregunta en su usual tono frío.

— No, ve al cumpleaños de tu hija, estaremos bien. — Me detengo a su lado y palmeo su hombro. — Deséame suerte.

— Necesita más que suerte, señor.

El jodido idiota sonríe divertido como si fuéramos mejores amigos, aunque siendo honesto, tal vez lo somos. Regreso a la sala cuando escucho la voz de Ana.

— Estamos listos. — Sostiene a Teddy contra su pecho.

— Dámelo. — Extiendo mis brazos para sostenerlo. — Ya vamos tarde, camina.

La dejo ir por delante para apreciar el corto vestido negro de encaje y su cabello liso y suelto sobre su espalda. Algo en ella es diferente pero no estoy seguro de qué y no me atrevo a preguntar.

Coloco a Ted en la sillita del auto antes de moverme al puesto del conductor con Ana a mi lado, Prescott en el asiento de atrás con él y conduzco hasta The Pink Door donde reservé la terraza.

Me detengo algunos metros detrás en un espacio libre y bajo del auto para que Prescott lo lleve al estacionamiento mientras tomo el bolso y Ana a Teddy.

— ¿Quieres que lo lleve? — Pregunto cuando lo cubre con la cobijita.

— No, yo puedo.

Camina a mi lado por la acera, pero el sonido de mi móvil me distrae necesitando saber quién llama pero me arrepiento cuando veo el nombre de la rubia idiota en la pantalla.

— ¿Qué quieres? — Le gruño.

— No me grites, idiota. ¿Es que no puedo llamarte?

— ¿Cuánto?

— ¿Cuánto, que?

— ¿Cuánto dinero, Mía?

— ¡Cómo te atreves! No soy una interesada, maldito idiota...

Despego el teléfono de mi oreja ignorando a mi hermana cuando me doy cuenta que Ana no camina a mi lado. Estoy frente a la puerta del restaurante y tengo que girar para observarla varios metros detrás de mí, mirando una vitrina o la fachada de algún local.

— ¿Ana? — La llamo pero no voltea.

— ¡¿Christian?! — Chilla Mía desde el otro lado de la línea antes de que cuelgue.

Porque algo está mal, jodidamente mal. Vuelvo sobre mis pasos hasta Ana, que sigue plantada en medio de la acera.

— ¿Ana?

Gira para mirarme con el rostro pálido, preocupándome hasta que veo al hombre detrás de ella. Al principio no lo reconozco por la escasa luz del negocio detrás de él, luego da un paso más cerca y veo las cicatrices de quemaduras en el lado izquierdo de su cara.

¿Luke Sawyer?

— Toma al bebé. — Me dice ella llamando mi atención. — Christian, toma a Teddy.

— ¿Qué mierdas significa esto? — Gruño mirándolos a ambos. — ¿Estás con él?

— Christian...

— ¡Responde, maldita sea!

— Es suficiente. — Habla el imbécil con la mayor tranquilidad posible. — No tenemos tiempo para esto.

La cara de Ana refleja pánico seguramente por la ira que se filtra por mis poros.

— ¡Toma al bebé! — Me grita de nuevo.

Y lo hago. Sujeto a mi hijo en mis brazos notando por el rabillo del ojo a Prescott saliendo del estacionamiento con la mirada puesta en nosotros.

Sawyer toma el brazo de Ana y la empuja hacia el viejo auto negro estacionado a nuestro lado, ansioso por largarse.

— ¿Por qué? — Le pregunto a ella, pero es Sawyer quien responde.

— ¿No es obvio? Eres un maldito bastardo enfermo, ¿Crees que puedes hacer lo que te plazca y salirte con la tuya? — Ana no se opone cuando la sube al asiento del copiloto. — No eres intocable, Grey. Y en definitiva sé mucho más de ti de lo que quisieras.

Rodea el auto y sube al lugar del conductor, su vista deteniéndose cada pocos segundos en Ana.

— ¿Qué hay de Ted? — Pregunto, aunque no estoy seguro de si la maldita chiquilla puede escucharme.

El auto se pone en marcha y desaparece en la calle antes de que pueda notar incluso la matrícula o el modelo.

Se fue.

Me dejó.

Nos dejó.

— ¿Señor Grey? — Prescott se detiene a mi lado con el teléfono en la oreja. — ¿Quiere que los siga?

— No.

— Pero señor...

— Ana acaba de largarse con su amante, sin importarle su hijo o yo. Es su puta desición. Trae el auto y llévanos de vuelta a Broadview.

Ted se remueve en mis brazos aún dormido y por un momento me pierdo mirándolo. Es tan pequeño. ¿Qué se supone que haga? ¿Quién podría cuidarlo como su madre?

El móvil vibra de nuevo en mi bolsillo, debería dejarlo sonar hasta que la idiota de Mía deje de joder, pero igual lo tomo mientras Prescott trae la suv.

— Señor Grey. — Hay un poco de ansiedad en el tono de Taylor. — Estaré ahí en un par de minutos, llamé a la niñera para que vaya a la casa mientras Welch y yo...

— No.

— ¿Señor?

— Ana ha estado planeando esto con ese bastardo desde quién sabe cuándo ¿y Welch no lo vio venir? ¿Es así como trata a los jodidos cabos sueltos? ¡Porque recuerdo claramente haberle dicho que se deshiciera de él!

— Señor Grey, no creo que Ana...

— ¡Me importa una mierda! ¡Consigue a la niñera y al maldito pediatra ahora! Ella no está para cuidar a su hijo y necesito hacerme cargo.

Mientras Prescott nos lleva de vuelta, cierro los ojos tratando de concentrarme en las prioridades.

Mi hijo.

Sin Ana cerca para amamantarlo, tendrá que ser alimentado con fórmula o conseguir alguna alternativa, para eso necesito al jodido pediatra.

Cuando Prescott estaciona en la entrada para facilitar el acceso con el bebé, lo libero de su silla y lo cargo contra mi pecho. La ligera presión me recuerda la caja de terciopelo que guardé en el bolsillo del saco esperando entregarlo a Ana.

Pongo a Ted sobre mi cama con cuidado de no despertarlo y saco la joya de mi bolsillo.

— Supongo que ya no lo necesito.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora