Capítulo 29

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— ¿Ana? El baño está listo.

Regreso a la habitación y la encuentro sentada en la cama con mi saco sobre los hombros. Me acerco a ella para arrodillarme y quitarle los zapatos, luego retiro el saco y deslizo los tirantes de su vestido por sus hombros para que caiga al suelo.

— ¿Qué significa el collar? — Pregunta, acariciando la piedra azúl con sus dedos.

— Significa que estás considerando iniciar una relación conmigo, que eres mía por el momento. — Lo desabrocho de su cuello. — Y que nadie debería ponerte un jodido dedo encima.

— ¿Como si fuera tu novia?

— Si, algo así.

La ayudo a salir del vestido para terminar de sacar sus bragas y llevarla a la ducha. No lo pidió, pero supuse que un baño con agua caliente le ayudaría a sentirse mejor.

— No todas llevaban collares como el mío, ¿Ellas eran libres?

— No. La mayoría de los collares son de cuero, algunos más discretos que otros, pero están diseñados para mostrar el estatus del sumiso.

— ¡Oh! Vi a un chico que llevaba uno con todo y su cadena. — Se ríe.

— Eso significa que ya está tomado.

— Es tan extraño. — Tomo la botella de shampoo para lavarle el cabello. — ¿No es mejor ponerle un anillo en el dedo?

Mierda.

Territorio peligroso.

— En nuestro círculo, el equivalente a eso es un collar con un candado cerrado, significa que existe un compromiso profundo y a largo plazo.

— Oh.

La dejo algunos minutos bajo el chorro de agua caliente y luego la envuelvo en una toalla para llevarla de vuelta a la cama. Se sienta en el borde mientras me quito la ropa mojada y tomo una ducha.

— ¿Tienes hambre? — Pregunto cuando salgo del baño con la toalla en la cintura. — ¿Ana?

Su respiración es suave, indicando que se quedó dormida en medio de la cama envuelta en la toalla. Me aseguro que su cabello esté seco antes de intentar moverla.

Aparto la cobija y la levanto, pero la toalla cae revelando su cuerpo suave y desnudo. No intento vestirla, la acuesto en su lado y aparto la tela mojada cuando voy a mi cajón por un boxer.

Cuando camino de vuelta, ella sigue ahí roncando suavemente con su cabello extendido en las sábanas. Mierda, no debería verla desnuda pero no puedo evitarlo. Me siento en el borde de la cama mirando su vientre redondo y me quedo hipnotizado por un momento.

El vientre redondo destaca en su cuerpo delgado y no puedo creer que lleve ahí un bebé. Un bebé que puse ahí sin saberlo. Si Ana no hubiera quedado embarazada, ¿La habría visto de nuevo? Probablemente no.

Me recuesto en la cama junto a ella sin perder de vista su vientre y me quedo dormido. Cuando despierto, mi brazo rodea su cadera y mi cabeza se apoya sobre su pecho, su seno derecho a la altura de mis ojos.

— ¿Estás despierto? — Susurra.

— Si. — Me aclaro la garganta. — Deberíamos bajar a desayunar.

Respondo, pero no me muevo de mi posición ni ella lo hace.

— ¿Christian? No quiero volver a ese lugar.

— Me disculpo de nuevo por ponerte en riesgo, Ana. Y así será, no volveremos a ese club.

— Supongo que tendremos qué mantener la diversión en casa.

Levanto la cabeza para ver la sonrisa divertida en su cara. ¿Ha perdido la cabeza? ¿Quiere volver al cuarto de juegos?

— Nena, no hay más juguetes para ti, por lo menos hasta que ese bebé salga de tu cuerpo.

— Agh, es mucho tiempo. — Se queja. — Estoy casi segura de que podemos mantenerlo ligero.

Mi ceño se frunce. ¿De verdad está considerándolo?

— Le preguntaremos a la doctora Greene la próxima vez que vayamos a consulta, no voy a arriesgarme a qué algo le pase a él... — Señalo su vientre con la cabeza.

— O ella. — Se ríe. — ¿Por qué estás tan seguro de que será un niño?

— Porque sería una mierda si no — Gruño sin pensar. — Me refiero a que no podría manejar a una pequeña niña que luzca como tú y sea tan atrevida. Será mi jodido fin cuando quiera salir a citas y yo tenga que mandar el viejo culo de Taylor detrás de ella. O cuando un pequeño bastardo le rompa el corazón y yo tenga que golpearlo hasta que ella sonría.

Jesús, ¿Desde cuándo te ves a ti mismo como un padre sobreprotector? — Se ríe de mi expresión. — Siendo así, ella jamás tendrá sexo.

— Malditamente correcto. — Me enderezo sobre mis codos para volver a mirarla. — Ella llegará virgen al matrimonio, después de los 30 años.

— ¡Estás loco!

La observo mientras una gran carcajada se le escapa, tan fuerte que de endereza para tomar aire y la sábana resbala de su cuerpo. Es entonces que se da cuenta que está desnuda.

— Te quedaste dormida. — Justifico, pero ella solo arquea una ceja y me mira de forma inquisitiva.

Después del desayuno, Ana se pone un diminuto traje de baño en color verde y se envuelve en la bata de baño lista para ir a la piscina. La última vez que estuve aquí, intentaba atraparla fingiendo interés en conocerla y es un alivio para mí dejar esas mierdas atrás.

— El agua está fresca. — Me dice metiendo un pié. — ¿Quieres entrar?

— Yo no... — Me rascó la cabeza sin saber qué decir. — Tal vez después.

Ana encoge sus hombros, dejando la bata sobre la mesa del jardín y bajando por las escaleras. No debería estar aquí, ella ya no es una prisionera y puede hacer lo que desee en la casa. Pero no puedo apartarme, no puedo dejar de mirarla y a ese vientre que la amarró a mi.

— No hago las mierdas de los novios, ni esperes verme en una rodilla. — Le gruño de la nada. — Pero estamos juntos y tendrás todo lo que necesites.

Se gira para mirarme, tan sorprendida que su mandíbula cae ligeramente. Y como la pequeña obstinada que es, no se queda callada.

— Esa es la declaración más extraña que he escuchado. — Se ríe.

— No es una declaración, ni una petición. Es un maldito hecho. Estaré en mi estudio si me necesitas.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora