Capítulo 19

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— ¿Eso era malditamente necesario?

Gruño cuando bajamos del auto en la entrada de la casona, Taylor y Prescott quedándose sabiamente rezagados.

— Si. — Suelta otra risita.

— ¡Ya te lo dije! ¡No estábamos juntos! — Corrección — No estamos juntos.

— Me alegra que lo aclares. — Su semblante se torna serio. — Porque estamos en igualdad de condiciones y yo también soy libre de coger con quién quiera.

— No. — Uso mi tono de advertencia.

— ¿Crees que Blake esté disponible a esta hora? — Estiro la mano para detenerla en el umbral de la puerta.

— Ana...

— No soy tu esclava, ni tu maldita prisionera.

— Déjame plantearlo de forma diferente. — Ella cruza los brazos bajo su pecho. — Todo fue un malentendido pero no me acosté con ella, ¿Está bien?

— No me suena a disculpa.

Mierda, ¿Tengo que decirlo? ¿Cómo hago que esta mierda se acabe?

— Me disculpo. — Gruño apretando los dientes. — No vuelvo a traer a una mujer que no seas tú a la casa de mis padres.

— No suenas sincero. — Pone los ojos en blanco. — Dímelo de nuevo cuando seas sincero.

Mierda.

La sigo por la sala y las escaleras hasta la habitación que compartimos, tan exhausto que lo único que hago es ponerme la pijama antes de deslizarme en la cama.

— Deberías dormir en el sofá. — Me dice mientras se limpia el maquillaje.

— Es mi maldita casa, puedo dormir donde yo quiera.

— Bien, quédate... Bajo tu propio riesgo.

Me dedica una sonrisa que me causa escalofrío antes de encerrarse en el baño, el sonido del agua de la ducha suena extrañamente relajante así que cierro los ojos.

— ¡Christian!

Escucho el grito de Ana llamándome y abro los ojos un poco aturdido. Dormí apenas 10 minutos.

— ¡Christian! — Grita de nuevo.

— ¿Qué? — Me levanto para ir con ella. — Ni pienses que de esa forma vas a convencerme de...

Las palabras se detienen en mi boca cuando abro la puerta y la miro envuelta en una toalla blanca, sus ojos azules temerosos y su piel más pálida. Un líquido rojo deslizándose por sus piernas.

— Mierda, ¿Qué paso?

— No lo sé.

— Espera.

Tomo la bata de baño que dejó colgada detrás de la puerta para ponérsela, y la cargo en mis brazos para salir de la habitación.

— ¡Taylor! ¡Prescott! — Grito cuando bajo por la escalera.

— ¿Señor? — Jason está en la cocina bebiendo café.

Apenas me ve, deja la taza sobre la encimera y pega el teléfono a su oreja. Prescott viene detrás de mí y corre a abrir la puerta trasera de la suv para que suba a Ana.

Ni siquiera tengo qué decirle a dónde vamos porque él ya se encargó de llamar a la doctora Greene y a la clínica para avisarles que vamos en camino.

Sostengo a Ana con fuerza entre mis brazos mientras ella solloza, ligeros temblores sacuden su cuerpo cuando acaricio sus hombros tratando de calmarla.

— Estamos llegando. — Avisa Prescott.

Salta del auto antes de que se detenga por completo para abrir la puerta de mi lado y hace una seña a los camilleros en la entrada para que salgan a ayudarnos.

Con cuidado pongo a Ana sobre la camilla y la llevan por el pasillo hasta las puertas dobles. En algún momento después, la doctora Greene atravesó las mismas puertas dándole indicaciones a una enfermera.

Miro de nuevo mi reloj esperando que la doctora o la enfermera me de noticias de Ana, apenas 40 minutos desde que la ingresaron que se me hacen eternos.

— Señor Grey. — Taylor me entrega un vaso de café.

— Gracias.

Miro alrededor de la sala para ubicar a Prescott sentada en la silla del fondo con los ojos cerrados, cansada igual que todos nosotros.

— Vaya noche. — Le digo a Jason. — Desde que Ana apareció, no tengo ni un momento aburrido.

— Eso parece. — Contiene su risa.

— ¿Crees que lo pierda? — Digo en voz alta mi temor. — No entiendo por qué estoy tan asustado.

— Ana es joven, señor. Seguro que todo estará bien para el bebé y para ustedes.

— Ella va a oírme, lo juro. Su enojo o el jodido berrinche debieron alterarla lo suficiente para ocasionar ésto y no pienso quitarle los ojos de encima.

— ¿Señor Grey? — La doctora Greene se acerca. — Tengo noticias sobre su esposa.

— No es mi... — Niego con la cabeza. — ¿Está bien?

— Acabo de revisar los exámenes de laboratorio y todo parece indicar que se trata de una infección. Vamos a suministrar antibiótico pero tendrá que quedarse dos días en observación.

— ¿Y el bebé?

— Su bebé está bien, señor Grey. En un momento más van a pasar a Ana a una habitación y entonces podrá verla.

— Gracias, doctora Greene.

La doctora vuelve con la enfermera para firmar algunas hojas de lo que supongo son las indicaciones, así que volteo para hablar con Taylor.

— Me voy a quedar con ella. Ve a la casa y mañana me traes un cambio de ropa, mi Macbook y lo que sea necesario para Ana, incluidas sus vitaminas.

— Si, señor.

La enfermera de hace un momento me hace una seña para que la siga por el pasillo hacia la habitación de Ana mientras escribo un mensaje rápido para Andrea reprogramando mis actividades.

Me detengo en el pasillo un momento porque me siento muy confundido. Hemos estado diciendo que el embarazo de Ana solo traerá problemas para ambos, de como no estamos listos para ser padres y otras cosas más.

Pero tan pronto como ella supo que algo no estaba bien, se estremeció de preocupación en mis brazos y yo con ella. A pesar de todo, no estoy listo para renunciar al bebé y a Ana.

Esto va más allá de la responsabilidad que siento, más que solo ser un proveedor para ella y mi hijo. El temor a perderlos me llena de un pánico más grande que el de mis pesadillas.

— Estás jodido, Grey. — Apoyo la cabeza contra la pared. — Realmente jodido.

Reanudo mi camino hasta su habitación, donde ella se abraza a si misma para reconfortarse y finalmente me golpea: No seré capaz de sacarlos de mi vida cuando llegue el momento.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora