Capítulo 24

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Termino de trenzar su cabello castaño y le hago una seña para que permanezca de pie frente a la puerta. Normalmente le pediría que se arrodille y espere por mi, pero dudo mucho que Ana pueda hacerlo en su condición.

— ¿A dónde vas? — Pregunta cuando me alejo.

— Voy a cambiarme. No voy a maltratar mi costoso traje con nuestros juegos.

Me pongo los jeans desgastados, pensando en qué quiero hacer con ella ahora que la tengo aquí, y luce tan emocionada como yo por experimentar. Y lo mejor de todo, no necesito los jodidos condones.

— ¿Y luego qué? ¿Me quedo aquí parada hasta que tú lo digas?

— Si, ésta es la cuestión: En esta habitación, tú haces lo que yo te ordeno, no hablas hasta que yo lo autorizo, ¿Entendido?

— ¿Y si no quiero hacer algo de eso? — Su dedo se agita en el aire sin señalar algún objeto en particular.

— Usarás las palabras de seguridad: Amarillo, si te estás acercando a tu límite y Rojo si quieres que pare inmediatamente.

— Puedo hacerlo.

Se gira para mirarme, completamente desnuda y dándome un vistazo a su pequeño vientre redondo. Mierda. Jamás imaginé que tendría una sumisa embarazada.

— ¿Qué? — Gruñe porque la miro fijamente.

— No hables, ven aquí para que pueda inmovilizarte.

Me gustaría colgarla del enrejado, pero no creo que eso sea seguro. ¿Azotarla con el cinturón de cuero? descartado. Tal vez resista las pinzas sobre sus pezones sensibles.

La guío hacia el enrejado frente a la cama, pero tengo la impresión de que su vientre redondo me sigue de forma acusadora. ¿Cómo se supone que consiga una erección con tal consecuencia frente a mis ojos?

— Date la vuelta, solo voy a esposar tus brazos porque no quiero incomodarte o a... Tu...

— Nuestro hijo. — Susurra. — ¿Puedo preguntarte algo?

— Este no es momento para preguntas. — Gruño asegurando las esposas. — ¿Qué quieres saber?

Camino hasta mis juguetes favoritos y elijo la fusta de cuero marrón pequeña para comenzar con algo suave, no quiero asustarla tan pronto.

— ¿Aquí traías a la chica loca? La que me disparó.

Camille.

— Si.

— ¿Ella estaba de acuerdo con todo lo que le hacías?

— Si, teníamos un contrato muy elaborado sobre las cosas que permitía y las que no.

— Me gustaría saber más sobre esto. — Dice en un susurro muy bajo. — Saber mucho más de ti.

Me quedo inmóvil sin saber qué decir, ¿Eso es algo bueno? Porque no estoy seguro de sus razones para hacerlo. Todo lo que sé hasta ahora es que parece querer agradarme.

Y eso es jodidamente perfecto, porque hará todo lo que pido.

— Hay un lugar al que te llevaré, si ésta experiencia resulta positiva para ti.

Antes de que pueda responder, golpeo con la punta de la fusta en su trasero y se sobresalta por la sorpresa. Otro pequeño golpe en su cadera ya no la toma desprevenida.

— Momento de cerrar la boca, Ana.

Golpeo suavemente su hombro y vuelvo a bajar la fusta por su columna, viendo su piel erizarse por el contacto. Lo siguiente es un golpe un poco más fuerte en sus nalgas.

— ¿Te gusta? — La golpeo de nuevo y sonrío viendo su piel rojiza. — ¿Lo quieres más fuerte?

Otro golpe, aumentando un poco la fuerza sobre su piel sensible y me sorprende escuchar que jadea. Mierda, es mejor de lo que imaginé.

— Nena, quiero golpearte más fuerte, ¿Puedo?

Muevo la fusta hacia su pecho, sus senos que lucen un poco más llenos con el paso de los días y me pregunto si morderlos le excitará tanto como el golpe de la vara de cuero.

Perdiendo el hilo de mis pensamientos, suelto mi juguete para sujetar su trasero con ambas manos y golpeándo sus nalgas al mismo tiempo, las marcas rojizas de mis manos resaltando sobre su piel pálida.

— Mierda, nena, terminé de jugar. Ven acá.

Libero los broches de sus muñecas y sujeto su trenza con mi mano para arrastrarla hasta el poste cercano de la cama. La cuerda roja me sirve para atar sus manos juntas e inmovilizarla, inclinada con el culo al aire.

Sin esperar, empujo mi erección completamente dentro de su cuerpo, haciéndola jadear. No puedo esperar, necesito moverme porque excitación no me deja pensar en nada más que venirme.

Enredo su trenza de nuevo en mi mano y tiro de ella nuevamente para que arquee la espalda, mi cuerpo golpeando el suyo. Mi otra mano baja hasta su necesitado botón sensible para ayudarla a seguirme.

— No voy a resistir mucho, nena...

Gruño sintiendo la tensión de mis músculos, listos para liberarse en cualquier momento. Ana presiona mi mano con fuerza para seguir estimulando su cuerpo.

Lo próximo que sé es que sus gemidos  se escuchan tan fuerte que terminan por hacerme perder el control, empujando un poco más y logrando mi liberación. Sus piernas pierden fuerza y cae de rodillas en el piso.

— Ana... — Jadeo sin aliento. — ¿Estás bien?

— Desátame, no puedo moverme.

Tiro de la cuerda de fibra natural y le ayudo a subir a la cama para que se recupere mientras observo las marcas aún rojizas de mi fusta en ella. Sus mejillas también están sonrojadas y sus ojos azules brillantes de excitación.

— ¿Aún quieres saber más de mi? — Siento la gran sonrisa crecer en rostro. — Tengo grandes planes para nosotros, nena.

Mi entusiasmo se ve interrumpido por los toques en la puerta, seguidos de la voz de Jason.

— ¿Señor Grey? Andrea llamó para recordarle su cita con el doctor Flynn esta tarde. ¿Desea que se reprograme?

Mierda.

— No. Estaremos listos pronto.

Espero hasta escuchar sus pasos alejándose y tomo la bata que traje para Ana de la habitación de sumisas para cubrirla. Aún no se recupera, por lo que tengo que llevarla en mis brazos hasta nuestra habitación.

— ¡No quiero ir! — Chilla cuando la bajo en la ducha.

— Es una orden, vas a ir hasta que Flynn considere que estás mejor.

— Pero no es necesario, ya no he tenido esos ataques de ansiedad.

— No me importa.

— ¿Y tú? ¡Él dijo que tú también necesitas ayuda! — Se cruza de brazos bajo el agua de la regadera. — Lo pondré en tu agenda, señor Grey.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora