Capítulo 43

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Mierda.

Ana está aquí.

Sus ojos destellan ira cuando gira para irse, pero se detiene. Sus hombros suben y bajan con la respiración agitada, es entonces que vuelve en sus talones con paso firme.

Tira del brazo de Amber con tanta fuerza que la lanza al piso, sus zapatillas de tacón de aguja incapaces de mantener el equilibrio. Es entonces que reacciono y me levanto de la silla.

— ¡Ana! — Corro a su lado pero me evita.

— ¡Zorra estúpida! ¿Crees que no reconozco a las de tu clase? — La toma por el cabello y comienza a arrastrarla hasta la puerta.

— ¡Señor Grey! ¡Señor Grey! — Amber chilla intentando liberarse.

Pero yo estoy tan sorprendido de la fuerza de Ana que no me atrevo a intervenir, hasta que recuerdo su delicada condición y me obligo a seguirla.

— Ana, ¡Basta! ¡Te harás daño!

— ¡No me toques, imbécil! — Me grita y de nuevo me evita.

Amber se remueve sujetando los mechones de su cabello que la chiquilla usa para arrastrarla un par de metros, sus pasos interrumpidos por las figuras de Taylor y Andrea en la puerta.

— ¡Sacala de aquí o la mato! — Señala a Amber. — Lo juro, si vuelvo a verla por aquí la lanzaré por las jodidas escaleras!

— ¡¿Cómo te atreves?! ¡El señor Grey no necesita una mujer como tú!

Mierda.

Ana se inclina sobre ella, que aún está en el piso de mi oficina y le asesta una cachetada tan fuerte que la mejilla de Amber se torna roja al instante.

— Mierda, ¡Sácala de mi vista! — Vuelve a señarla. — ¡Jason!

Taylor asiente. Por un momento creo que buscará mi aprobación para hacerlo, pero solo me dedica una mirada dura de desaprobación. Toma el brazo de Cassidy y la obliga a ponerse de pie para llevarla al ascensor.

Andrea patea el abrigo de Cassidy todo el camino hasta el ascensor, detrás de ellos.

— ¿Ana? — Intento acercarme de nuevo.

— ¡Que no me toques! — Gruñe hacia mi. — ¡Eres un imbécil! ¡Un maldito hijo de puta!

Ana sigue gritando su enojo sobre mi, y lo único en lo que puedo pensar es en lo mucho que esto puede afectar a mi hijo.

— Nena, siéntate y déjame explicarlo...

— No me llames nena. — Se gira dándome la espalda. — ¡Te lo dije! Yo tenía la maldita razón sobre ella y no quisiste escucharme.

— Lo siento. — Trato de aplacar su ira.

— ¿Lo sientes? ¡Bastardo egoísta! — Voltea, apoya sus pequeñas manos en mi pecho y me empuja. — ¿Cómo pudiste? ¡Te odio!

Camina de un lado a otro sosteniendo su vientre, maldiciendo en voz baja pero puedo escucharla.

— ¡¿Cómo pude ser tan tonta?! ¡Confíe en ti! ¡Voy a parir a tu hijo y tú te revuelcas con esa puta!

— Yo no... — Antes de que pueda terminar la frase, ella golpea mi mejilla una vez.

El enojo sigue irradiando de su cuerpo, apartándose solo para acariciar su vientre. Vuelve sobre sus pasos y me golpea en la otra mejilla con todas sus fuerzas.

— ¡Me defraudaste! ¡No quiero volver a verte en mi vida!

Ahora yo empiezo a molestarme.

— No puedes alejarme de mi hijo solo porque estás enojada conmigo, no voy a permitirlo.

— Justo ahora me importa una mierda lo que quieras, Christian. — Gruñe con los dientes apretados. — Mierda.

Acaricia de nuevo su vientre y un jadeo doloroso se le escapa, preocupándome.

— ¡Déjame explicar, maldita sea! No es lo que parece...

— ¿Ah, no? Porque parecía que estabas a punto de coger con ella si yo no hubiera aparecido.

— Iba a detenerla. — Gruño bajito.

— ¡Mientes! ¡Dejaste que ella te sedujera!

— Me tomó por sorpresa, es todo. Y puedes jurarlo que voy a deshacerme de ella ahora.

Sus ojos azules se llenan de lágrimas, haciendo que sus hombros suban y bajen con cada sollozo.

— Nena, no llores.

Intento acariciar su brazo pero me empuja y camina hacia la salida, apoyando las manos en su vientre.

— ¡Aléjate de mi, maldito traidor! ¡Mierda!

Grita, su enojo ni remotamente controlado. O por lo menos creo que es eso hasta que se inclina y levanta un poco su vestido.

— ¿Ana? ¿Qué...?

— El bebé. — Susurra con la voz temblorosa. — Acabo de romper la fuente.

— Mierda.

Salgo corriendo de la oficina y presiono el botón del ascensor repetidas veces mientras Ana camina lentamente hacia mi. Por fortuna, Andrea aparece desde la sala de juntas.

— ¡Llama a Taylor! ¡Tenemos que ir al hospital ahora!

La puerta metálica se abre y mi asistente las sostiene para que no se cierren, voy de vuelta y levanto a la chiquilla en mis brazos sin avisarle.

— ¡Bájame! ¡Maldito idiota!

— Nena, puedes seguir odiándome todo lo que quieras, pero necesito llevarte a la clínica de la doctora Greene. — Deja de forcejear cuando entramos, luego me dirijo a Andrea. — Llama a la doctora Greene y avísale que vamos para allá.

Andrea asiente con una expresión abatida, corre de vuelta a su escritorio. Puedo ver la respiración de Ana agitarse y gruñe adolorida.

Es mi culpa.

Acabo de provocarle tanto estrés que está teniendo a mi hijo antes de tiempo. Mi bebé. Sus gruñidos de dolor es todo lo que se escucha mientras bajamos en el ascensor.

— Resiste por favor, estarás bien.

— Vete a la mierda, Christian. — Su cuerpo se relaja contra el mío, pero no por comodidad. — Lo arruinaste.

Salgo del ascensor y atravieso el vestíbulo con ella en mis brazos hasta la suv, donde Taylor tiene la puerta abierta. Quiero preguntarle qué hizo con Cassidy, pero decido no hacerlo frente a Ana.

De cualquier forma ella decide ignorarme de camino a la clínica, ni pelea cuando vuelvo a cargarla en mis brazos para bajarla hasta la camilla que las enfermeras ya tienen lista.

— La llevaremos a la sala de revisión primero, ¿Quiere venir? — Pregunta la doctora Greene.

— ¡No! — Grita la chiquilla. — No quiero verte.

La doctora mira con confusión entre ella y yo, y tengo que asentir para que la lleve por fin a atención. No debe perder más tiempo y voy a apartarme por el momento.

Mientras observo a Ana alejarse con las enfermeras y la doctora, un enorme peso se instala en mi pecho dificultando mi respiración. Lo jodí.

Oscuro (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora