Mierda.
Permanezco inmóvil sobre ella sin saber cómo reaccionar a su confesión. Sabía que solo tener sexo era demasiado bueno para ser verdad...
— ¿Christian? ¿Te dió un derrame cerebral?
— ¿Qué?
Su estúpida broma me obliga a mirarla a los ojos, azules y brillantes con tanta ternura que me causa un escalofrío por todo el cuerpo. Me obligo a fruncir el ceño antes de contestar.
— Estoy bien.
— Es que te quedaste mudo y me preocupé.
— ¿Qué esperas que responda?
— La verdad, creo que la merezco después de exponer mi corazón. ¿En qué piensas?
— Es la conversación más extraña que he tenido mientras estoy entre las piernas de una mujer. No es que haya tenido muchas.
Contrario a parecer molesta, sus cejas se arquean con sorpresa y el ambiente se siente menos tenso.
— ¿Has tenido muchas conversaciones... De ese estilo?
— Solo contigo. De alguna manera te las arreglas para sacarme de quicio hasta en momentos como estos.
Me aparto un poco para enfatizar la situación, ella en su camisón de satén gris y yo en boxers. No hay cuarto rojo ni juguetes sexuales, solo nosotros en una de nuestras extrañas interacciones.
Decido apartarme y darle espacio para que se siente a mi lado porque al parecer vamos a tener una jodida conversación en este momento.
— ¿Podrías dejar de actuar como si fuera el fin del mundo? — Se ríe. RIE. — Estás asustándome.
— Intento encontrar las palabras correctas para... — Me interrumpe.
— ¿Rechazarme?
— No.
— ¿Entonces?
— Chiquilla impaciente, ¿Puedes darme un jodido segundo?
Pasa dos dedos sobre sus labios como si estuviera cerrando un ziper y vuelve a mirarme con sus ojos curiosos, la misma expresión que mi hijo.
— Te extrañamos, ambos. — Arquea una ceja en clara insinuación. — Ted y yo, pasamos un mal momento sin saber dónde estabas, o si estabas bien.
— Christian, yo nunca te abandonaría... — Levanto la mano para que deje de interrumpir.
— Me he acostumbrado a ti y tu molesta compañía todos estos meses y fue extraño encontrar tanto silencio. Me pones a prueba, me retas, me irrita tu boca lista y descarada, y no tienes miedo de mi, así que si. Te extrañé.
— ¿Pero?
— Cierra la boca, aún no termino. — Pone los ojos en blanco. — Sé lo que quieres escuchar, pero es difícil para mí expresarlo cuando toda mi vida he creído que el amor es una debilidad. Y puedo ser un bastardo insensible, pero trato de ser honesto contigo, ¿Esta bien?
— ¿Eso significa que jamás me dirás lo que sientes?
— Dame tiempo. Tal vez encuentre que no soy tan insensible como piensas y podría encontrar una forma de demostrarlo. Mierda, incluso considerar hablar de ello ya me pone los jodidos nervios de punta.
Hace un gesto que le arruga la nariz y empuja mi hombro con su mano, confundiéndome porque estaba seguro que mi falta de respuesta la molestaría.
— ¿Por qué me miras así? — Vuelve a arrugar la nariz. — ¿No me veo bien?
— Me preguntaba si intentabas cambiarme. — Me mira fijamente por unos segundos antes de negar con la cabeza.
— Me gusta quien eres, enojón, arrogante, irracional, controlador. No te importa agradar a los demás, eres fiel a ti mismo. — Una sonrisa poco genuina se estira levemente en sus labios. — Ojalá me dejaras entrar por completo.
— Nena, nadie ha estado más cerca que tú. Pero hay algo que quiero aclarar.
Me siento en el borde de la cama y tiro de su mano para que se siente de la misma forma, ambos mirando hacia el balcón y el reflejo de la luna sobre el estrecho de Puget.
— Esto parece una jodida mierda romántica. — Señalo el ventanal.
— Dios. — Pone los ojos en blanco como de costumbre. — Solo tú podrías usar la palabra mierda y romántico en la misma oración. Pero, ¿Qué era eso que ibas a decir?
— Voy a hacer la prueba de paternidad a Ted. Sé que es mi hijo y lleva mi apellido, pero el examen dará certeza a mi testamento y a todos los documentos.
— No estoy de acuerdo, pero si tienes que hacerlo. — Encoge los hombros. — Eres el padre de mi bebé, Christian. Si esa prueba elimina tus dudas, adelante. Hazla.
Echo un vistazo a nuestras manos entrelazadas en mi regazo, confundido por la acción que parece ser forzada por mi. ¿Cuándo mierdas pasó esto?
— Cásate conmigo.
— No. — Ladea la cabeza y me mira. — No puedo casarme con un hombre que no sabe si me ama.
— Pequeña necia testaruda.
Ana sonríe y se recarga en mi hombro para hablarme con su tono seductor.
— ¿Podemos volver a la parte en la que íbamos a tener sexo?
— Por supuesto que sí.
Se arrastra hasta el centro de la cama y se saca el camisón por encima de la cabeza sin quitar si vista de mi. Suspiro mirando su cuerpo porque parece una eternidad desde la última vez que lo hicimos.
— Date prisa. — Me apura. — Teddy podría despertar en media hora.
— Puedo administrar el tiempo. — Me inclino sobre ella para morder sus pezones.
Un ligero gemido me indica que lo disfruta, pero sus impacientes manos alentándome a besarla me colocan sobre ella.
— De verdad te extrañé, Christian. Solo podía pensar en Teddy y en ti.
— Shh, no es el momento. Disfruta. No quiero hablar del puto Luke mientras te tengo.
Me tomo el tiempo para acariciar sus brazos, su abdomen, sus muslos suaves y las ganas de morder su piel me golpean con fuerza.
— Eres mía. — Paso la lengua por su cuello. — Nadie más puede tocarte, solo yo.
— Nadie lo hace, pero podría tatuarme tu nombre.
Me alejo mirándola con los ojos entrecerrados. Jamás consideraría marcar su piel de forma permanente, no cuando las marcas de quemaduras siguen intactas sobre mi pecho.
— Voy a pensarlo. — Digo para molestarla.
— Y dijiste que no eras romántico. — Se burla. — Muchas palabras y nada de acción, Grey.
Sus mano se desliza entre nuestros cuerpos para acariciarse a si misma, manteniendo sus ojos en mi para incitarme.
— ¿Impaciente?
— Mucho.
— Entonces extiende esas hermosas piernas, Ana. Voy a darte lo que pides.
— ¡Si! ¡Estoy lista!
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Oscuro (Libro #2)
Fanfiction¿Qué se supone que haga ahora? ¿Qué quiere ella de mi? Porque si de algo estoy seguro, es que yo no sé qué quiero de ella. ~ • ~ La historia es mía, pero los nombres de los personajes pertenecen a EL James de su Trilogía "50 sombras de Grey". Regist...