Realidad

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Mis ojos iban de un lado a otro siguiendo a Nickolas, estos se achinaban cuando alguna de las calientas lo retenía para entablar una platica pero por supuesto, el hombre mas gélido de América no caen ante sus pretensiones, o eso espero. Mire mi reloj de mano, eran alrededor de las 5:30 pm, no había necesidad de volver temprano, no había nadie en casa.

El día que regresé, ni mi padre, ni su zorra, ni el imbecil y ni la pasa andante me llamaron para saber donde estaba. Creo que después de todo, no pertenezco a ellos. Desde que regrese han sido 3 semanas y no he recibido ninguna señal de vida de ellos.

No sabia si lo que sentía dentro mío era preocupación o miedo.

Conocía demasiado bien a mi padre, estaba haciendo algo, su mente era un laberinto, no importaba a donde vayas, te perderás y el te encontrara.

Estaba planeando algo, y por nada del mundo iba a ser bueno.

--

- Mamá, ya llegamos- dijo Nickolas cerrando la puerta detrás nuestra.

La madre de Nick baja las escaleras rechinantes y que parece que se romperán en cualquier momento haciendo sonar las chanclas con calcetines con una falda y una blusa.

Eso me encantaba de su madre, no le importaba si una completa extraña la veía así, mientras estuviera cómoda no le importaría.

- Hola Alicia!- me abraza y me besa en la mejilla, era de mi estatura. -¿ Cómo estás?

Temiendo lo que mi padre me haga - Bien - miento.

- Esperen a que haga la cena - dice Nick tomando las bolsas que yo llevaba y se dirigió a la cocina.

- Gustas una tazita de café?- me pregunta.

- Si no le molesta- contestó sentándome en el sofá crema de la pequeña sala con una mesa baja de madera en el centro, me quité la sudadera negra dejándome con una playera beige de mangas largas, al menos tenía algo decente puesto.

Regresó con dos tazas viejas y me dio una, se sentó a mi lado y se acomodó moviéndose encima del sillón y luego se encogió en sus hombres como un pollito.

Río y doy un sorbo Al café, no era el mejor pero era el sabor original.

-¿ En trabaja?- pregunté queriendo comenzar una conversación.

- Soy enfermera del hospital y del equipo de limpieza en un edificio de seguros, medio tiempo cada uno claro- contesta orgullosa- pero descuida, no hay necesidad de hablar.

-Perdón, sólo quería..

-Oh querida no me malentiendas.- sonríe con preocupación- un silencio cómodo es mejor que una conversación innecesaria. Creo que me has de comprender- señala con su cabeza a mi chico.

Era verdad, no es un chico tan comunicativo que digamos, y mucho menos romántico.

Dudo que haya tenido contacto femenino aparte de su madre.

El vibrar de mi celular me hizo dejar la taza en la mesa, lo saqué de mi bolsillo y leí el mensaje con las dos paveras que más temo.

Aquí, ahora.

Mis ojos se abrieron más y empecé a temblar, lo guardé rápidamente y salí corriendo de la casa sin despedirme siquiera, sabía que pasaría si no lo hacía, no quería regresar allá abajo, con toda la oscuras y el silencio muerto.

**
Abrí de portazo la puerta con nada de aire en mis pulmones, una mucama se alarmó por mi entrada pero lego me ignoró y siguió su camino apresuradamente.

Cerré la puerta lentamente, y caminé al comedor, ahí estaban, el amo y la perra.

Me detuve en seco al verlo, ese pedazo gigantesco de diamante en su dedo, no.. no,no,no!

Las palabras no salían de mi boca.

¿Cuándo pasó?
¿Porque?

-¿Dónde estabas?- mi pelo se eriza ante su voz, lo miro, una sonrisa retorcida de forma en sus labios.

Sabía que le temía, le divierte.

-E-estaba en casa de Cameron- las palabras lograron salir de mis labios de alguna forma.

Se levanta de la mesa de roble y se acerca a mí. Su mano acaricia mi mejilla, dejándola roja y ardiendo como el fuego.

-No me vuelvas a mentir, puta- gruñe y se va escuchando sus tacones de zapatos en el mármol.

Rose se levanta con una sonrisa y se acerca a mi.

-Tranquila nena- pone su mano en mi cabeza despeinada por el golpe- no tendrás que pasar por esto dentro de poco.

La miro con lágrimas, a que se refiere?

Pone sus labios en mi oído antes de susurrar- Porque me encargaré de deshacerme de ti.

Sonríe cínicamente y se va.

Muerdo mis labios, la ira está ardiendo dentro de mi como fuego, quería gritar, pero sabía que sería lo peor que podría hacer. Respiro pero es inútil.
Subo lentamente los escalones atenta por si seguían fuera de su habitación, entré en la mía.

Me tiré a la cama, derrotada y cansada por intentarlo.

Pero la vida no es como en la infancia, mi padre no volvería, mi madre estaba más que muerta, pudriendose en su propia tumba. La envidio, preferiría estar muerta que seguir viviendo en el mismo techo que el.

Sin salida, no importaba cuanto llorara o gritara, nada cambiaría nada, he tratado de negarlo, con una poca luz de esperanza.

Esta esperanza se ha intensificado en una diferencia mínima.

Esa diferencia de llama Nick.

Cambio de RolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora