¿Crees en el destino? ¿Crees en eso que la gente llama "casualidad?
¿Te has enamorado al punto de querer odiar el amor?
No todo ha sido así siempre.
Ella amaba. Ella reía. Ella creía.
Ella se fue, pero ¿Quién dijo que para siempre?
—Mira aquí Em —Karla le mostraba a su hermanita un juguete que mi bebé amaba y que le sacó una gran sonrisa que logré capturar en mi cámara.
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—Así se hace mi amor —la cargué en mis brazos y besé sus mejillas. Mi pequeña Emma Angélica Jauregui Cabello ya tenía seis meses de vida y era la viva imagen de su madre Camila, tenía mis ojos, pero la nariz era de Camz y la personalidad de ella. Era una bebé preciosa, amaba verla sonreír y es que lo hacía todo el tiempo, era una niña muy risueña, amaba ver como jugaba con su hermanita Karla y como mi hija le tenía demasiada paciencia al momento de jugar. Karla hablaba todo el tiempo con su hermanita por eso a tan cortos meses de vida la escuchaba balbucear y en cualquier momento me sorprendería diciendo alguna palabra.
—Vengan a comer —escuchamos una voz en la planta de abajo y bajamos, la verdad me estaba muriendo de hambre y al parecer mis niñas también, bajamos y al llegar al comedor puse a Emma en su sillita y le puse el recipiente donde había una papilla con algunas verduras hechas puré. Le acerqué su biberón con agua y le puse un babero para que no se manchara su ropa. Porque tenía la manía de aventar todos los cubiertos y de mancharme las camisas.
— ¿Qué hiciste de comer abuela? —mi pequeña le preguntó a Sinu que ahora estaba en casa ayudándome con mis dos princesas. Sinu acomodó a Karla en la silla un poco más alta que las demás para que alcanzara la mesa.
—Hice flautas de pollo amor, espera que ahora te sirvo.
— ¡Que rico abuelita!
—Calma mi amor, toma —le puse el biberón en la boca a Emma para que dejara de golpear la mesita.
—Emma es igual a Camila cuando estaba pequeña, siempre de testaruda y se enojaba cuando no le dábamos lo que quería —río un poco mi suegra besando la mejilla de mi hija.
—Sí ya sé de donde lo heredó entonces, come mi amor —le ayudé a Karla a acomodar su plato y mi pequeña comenzó a comer luego de que mi suegra nos sirviera a ambas.
— ¡Estoy en casa! —escuché una voz, esa voz que reconocería donde fuera, mi preciosa esposa estaba llegando a casa y sentía que mi amor por ella se me salía por los poros. Estaba tan hermosa, su cuerpo, su preciosa cara. Dios.
— ¡Mamá! —gritó Karla y corrió a abrazar a su madre.
—Hola mi vida, ¿Cómo te fue en el colegio?
—Bien mamá, mami ya me compró las pinturas que me pidieron y algunos colores —mi niña sonrió y los ojos de mi esposa se posaron en mí. Mi mujer estaba trabajando en un caso, después de tener a Emma decidió pasar más tiempo en casa pero a los cinco meses tuvo que volver al trabajo sólo que medio tiempo, yo trabajaba menos horas también porque no quería cargarle todo a mis suegros o mis papás que nos ayudaban a cuidar a nuestras pequeñas.
