[Capítulo XXV]

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Mauricio despertó antes de que la alarma sonara.

Se giró un par de veces, esperando dormir unos minutos más, pero la cama le reclamaba que se levantara. Así que, mientras desactivaba su alarma, su mente maquinaba los deberes de ese día: hacer el desayuno, ir a la escuela, hacer la comida, hacer la tarea, arreglar sus cosas para el día siguiente, estudiar para su examen de química. Le ayudaba a planificar su día saber qué cosas debía realizar; evitaba que incumpliera una o que desperdiciara su tiempo con nimiedades.

Antes de preparar su uniforme para bañarse, se puso unas pantuflas y se dirigió con prisa hasta la habitación de su madre. Sabía que ella ignoraría la alarma de su celular hasta que se le hiciera tarde, y a Juliana le encantaba despedirse de sus hijos. Giró el pomo de la puerta despacio, caminó con lentitud hasta la orilla de la cama y observó la imperceptible respiración de su madre; parecía muerta.

Contuvo la respiración al acercarse hasta ella, tomándola delicadamente del hombro, sacudiéndola para que despertara. Ella gruñó al principio, sin estar consciente de lo que estaba pasando, pero, con el segundo toque de su hijo, reaccionó.

—Buenos días, cariño —dijo, aún adormilada.

Mauricio soltó el aire que había contenido. Sin importar el tiempo que pasara, siempre se seguiría asustando a la hora de despertar a su madre.

—Buenos días, ma.

Cuando Juliana estuvo dispuesta a salir de la cama para arreglarse, Mauricio continuó con su rutina, deteniéndose por una fracción de segundos para mirar la puerta de Diego. Recordó entonces lo que el trío de idiotas y él habían hablado el día anterior, luego de que se aparecieran repentinamente en su casa.

—No lo sé, yo veo a Diego bastante mal. Parece distraído y se detiene a pensar demasiado lo que dirá —comentó Víctor.

—¿Tú crees que es por Alex? —le preguntó Carlos, evitado mirarlo a los ojos—. Se puso nervioso cuando lo mencionamos.

—Probablemente... Es difícil saber; su vida privada es desconocida para mí —reflexionó Mauricio.

—¡¿Y si se enamoró de Alex?! —Víctor sobresaltó a sus tres acompañantes y a uno que otro transeúnte.

—¿Qué te pasa? Cállate —regañó Carlos.

Mauricio rodó los ojos ante el comportamiento infantil de Víctor.

—No creo que su enamoramiento tenga algo que ver con su cambio de actitud —opinó por primera vez Rafael.

"¿Entonces de verdad crees que está enamorado de ese chico?", pensó el Mendoza menor, intrigado por la revelación.

—Sea lo que sea que tenga mi hermano, necesito de ustedes para ayudarlo a sentirse mejor.

El trío de idiotas sonrió de forma reconfortante; a ellos les costaba olvidar que Mauricio era un niño de quince años.

—Cuenta con nosotros, Mau —respondió Víctor.

Tal vez, si solo él hubiera percibido un comportamiento extraño en su hermano, lo habría dejado pasar, no obstante, la visita de esos tres había alarmado a Mauricio, porque, después de todo, su madre también se había comportado de esa manera cuatro años atrás.

(...)

No amaba cocinar. De hecho, la única razón por la que lo seguía haciendo, era porque ni su madre ni su hermano tenían un mínimo conocimiento en ese ámbito. Si se ponía a pensar en ello, él tampoco había nacido con el don culinario, pero las circunstancias lo obligaron a aprender en el menor tiempo.

Rey Busca LíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora