[Capítulo LXVI]

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—¿Quién les dio mi dirección? —cuestionó Diego.

Débora sujetó con fuerza el asa de su mochila.

—Él me obligó a venir —respondió ella y señaló a Leo, el cual examinaba la fachada de la casa.

—¿Cómo conseguiste mi dirección? —repitió en específico a Leo.

—Con dinero, Diego, con dinero. —Pasó un brazo por los hombros de Débora, pero ella se removió, haciendo que lo quitara—. Vinimos a estudiar.

—¿Por?

Dada la apariencia de Diego —ojos adormilados y, sobre todo, un pijama demasiado informal— era claro que no esperaba una visita ese fin de semana. Mucho menos de sus dos compañeros menos favoritos —como si tuviera alguno favorito—.

—El examen de Mariano es en quince días. —Leo arqueó una ceja, divertido—. Se te olvidó, ¿verdad?

Diego gruñó.

—No se me olvidó, pero aún hay tiempo de sobra para estudiar.

Leo chasqueó la lengua en señal de desaprobación.

—Cuando se trata de Mariano, quince días apenas son suficientes para estudiar. ¿Podemos entrar ya? —Diego meditó la pregunta antes de hacerse a un lado y darles permiso para pasar.

—¿Cómo es que te convenció de invadir mi casa de esta manera? —murmuró a Débora.

—Agradecerás esta invasión en unas semanas. —Sacó de su mochila una bolsa de papel—. Traje el desayuno.

Él dio las gracias y los observó instaurarse en su sillón.

Mauricio se asomó por las escaleras e hizo un gesto de extrañeza por las visitas; desde que se había enterado que había salido con un miembro de la realeza, las miradas que le dirigía eran profundas y con un toque de estupefacción, como si encontrara un rasgo ajeno a su hermano que apenas notaba.

Diego pronunció una débil respuesta: "Universidad". Y eso fue todo lo que necesitó para que Mauricio perdiera el interés en él.

—¿Y ahora qué hago con esos dos? —Exhaló una acumulación de resignación.

Entró a la sala donde ya se estaban acomodando sus compañeros y un pequeño desconcierto lo atacó. ¿En qué momento había cambiado su situación, de ser el chico al que todos temían en la preparatoria al ser el de la casa indicada para estudiar? ¿Qué dirían sus antiguos compañeros si vieran tal escena?

—Vamos, Diego, sin miedo —lo llamó Leo.

—Traje una guía para hacer esto más ameno e hice unas tarjetas con información —comentó Débora. Sacó una carpeta rosa y las tarjetas—. Por lo que me dijo Leo, el profesor Mariano hace sus exámenes siempre sobre los mismos temas, aunque varía en las preguntas, así que clasifiqué los temas por los que seguro vendrán en el examen y los que me parecen relevantes estudiarlos aunque no vengan. Y encontré un examen resuelto del semestre pasado que nos puede venir bien. —Mientras daba esta información, Débora tomaba de la carpeta, hojas que estaban divididas por separadores de colores.

—Y trajo el desayuno, ¿no es un encanto? —añadió Leo.

—Al menos uno de nosotros aprobará el examen —dijo Diego con los ojos muy abiertos.

Débora se encogió de hombros.

—Pasaremos todos, esa es la finalidad de esta reunión. —Desenvolvió el desayuno—. Muy bien, no hay que perder tiempo.

Rey Busca LíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora